María Jimena Duzán
23 Octubre 2022

María Jimena Duzán

¿Ahora los ateos son el nuevo enemigo interno?

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Lo que está sucediendo en la Policía colombiana en materia de libertad de cultos es muy grave. El nuevo director, mayor general Henry Sanabria y su subdirectora, la brigadier general Yackeline Navarro Ordóñez, están imponiendo su credo religioso sin ningún pudor, desconociendo e ignorando la libertad de cultos que existe desde la Constitución de 1991.    
 
Ambos son profundamente creyentes y pertenecen a la congregación de los marianos, una asociación de la Iglesia católica que profesa el culto a la Virgen María. En un país donde existe la libertad de cultos, su devoción por la Virgen María debería ser un asunto de su órbita íntima. Sin embargo, en esta ocasión, esas fronteras se han transgredido de manera rampante. 

Miren las disposiciones ordenadas por la nueva dirección de la Policía: el día debe iniciarse con una misa que incluye una oración a la Virgen y debe terminarse con otra. Todos los actos públicos que se realicen en la dirección de esa institución deben ser precedidos por una oración a la Virgen, y, para rematar,  hay la orden de rezar el Rosario por lo menos tres veces al día. 

Un cuerpo de policía que tiene que dedicar buena parte del día a los rezos y a sus parafernalias difícilmente puede cumplir cabalmente su trabajo. Tal es el peso que le dan a la devoción por la Virgen que el mayor general Sanabria no puede salir de Bogotá sin llevar consigo la imagen de la Virgen. Esta nueva disposición ha traído serias complicaciones en el funcionamiento de la dirección de la Policía. El día en que asesinaron a los nueve policías en una emboscada en Neiva a comienzos de septiembre, el director se demoró en salir del aeropuerto de Bogotá porque a los encargados de transportar la imagen de la Virgen se les olvidó llevarla. Muy molesto, el director de la Policía recriminó a sus colaboradores por semejante olvido y su avión no despegó hasta que no se la llevaron. 

Así son las prioridades en la nueva dirección de la Policía. Primero, la Virgen…

Las cosas han llegado a tal fanatismo que hace una semana en una ceremonia con los comandantes, Sanabria llevó a un sacerdote con el propósito de que les practicara un acto de exorcismo. El sacerdote los rezó uno a uno y los conminó a que liberaran los malos espíritus. Los comandantes quedaron sin habla.

El sistema de inteligencia que la Policía ha ido construyendo para detectar la corrupción al interior de la institución, también ha sido capturado por este fanatismo religioso. Según varias fuentes, esa contrainteligencia ya no tiene en la mira a los policías corruptos sino a los que tienen amantes, a los que toman más de la cuenta y a los impíos.

Toda esta cruzada tiene muy preocupados a los policías ateos que además viven en unión libre, y que son muchos en la institución. Entre ellos hay un gran malestar porque están siendo presionados para que se casen por lo católico. Es decir, mientras el país espera que la Policía salga de la crisis en la que está sumida, desde la cúpula de la institución se desata una cruzada contra los impíos. Lo que nos faltaba: a la intolerancia por el color de la piel y por la ideología, ahora hay que sumarle la intolerancia religiosa, madre de muchas guerras. 

La subdirectora de la Policía tampoco se queda atrás. Mis fuentes me cuentan que la brigadier general tiene dos capitanas a su servicio que la cuidan de los malos espíritus. Una le lee la Biblia y la otra les lee el aura a todas las personas que solicitan entrevista con ella. Si el resultado de la lectura del aura no es positiva a la persona se le impide entrar al despacho de la subdirectora.
 
Así están dirigiendo la Policía: con exorcismos, con lecturas de auras, desatando una cruzada contra los impíos y supeditando a esta fuerza  al poder de la religión. 

El director y su subdirectora están en todo su derecho de profesar su credo y de venerar a la Virgen. De eso se trata la libertad de cultos. Lo que no pueden es imponer una Policía religiosa. No podemos convertir a los no creyentes en el nuevo enemigo interno.  

Es hora de que el gobierno de Gustavo Petro se pronuncie sobre esta toma religiosa que se está dando en la institución. Su silencio no nos sirve.

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