¿Por qué Petro insiste en enarbolar la bandera del M-19?
10 Noviembre 2024 01:11 am

¿Por qué Petro insiste en enarbolar la bandera del M-19?

El presidente Gustavo Petro en un acto junto a la bandera del M-19.

Crédito: Colprensa

Cada vez más, el presidente le da juego al movimiento que en su momento fue una guerrilla que puso en jaque al país mientras se olvida de los partidos que conforman el Pacto Histórico. Análisis de CAMBIO.

Por: Armando Neira

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El pasado martes, el presidente Gustavo Petro condecoró en una misma ceremonia a militares, policías y excombatientes del M-19, todos miembros de la Casa Militar. Petro justificó este acto como un “ejemplo de paz y no de guerra” aunque aceptó que podría “ser muy criticado”. 

Aún gravitan en el ambiente el eco de sus primeras palabras tras juramentar en la Plaza de Bolívar, en el corazón de Bogotá: “Como presidente de Colombia, le solicito a la Casa Militar traer la espada de Bolívar. Es una orden del mandato popular y de este mandatario”.

En ese momento, Petro ya tenía la banda presidencial que le fue puesta por la senadora María José Pizarro, quien llevaba una chaqueta con el rostro de su padre, Carlos Pizarro Leongómez, antiguo máximo comandante del grupo armado.

Petro fue militante de esta organización, considerada la guerrilla urbana más audaz del país, tanto por la espectacularidad de sus acciones como por haberle apostado a la paz con el convencimiento de que la lucha armada estaba condenada al fracaso.

La senadora María José Pizarro

El M, como también se le dice, impulsó la Asamblea Nacional Constituyente que dio vida a la Constitución de 1991 tras su desmovilización.

Entre la espada de Bolívar y la Constitución de 1991

Este es un interrogante que se plantea incluso en el exterior. Durante la posesión de la presidenta de México, Petro afirmó: “Se reemplaza el gobierno por la gobernante que quiso el pueblo. Claudia fue miembro del M-19. Es decir, para quienes no quieren dos tazas, ahora el M-19 ha dado dos presidentes en América Latina”. Su afirmación provocó ruido aunque el hecho fue desmentido por antiguos líderes de esa organización y ni siquiera fue comentado por Sheinbaum.

Mientras que allá quedó en una anécdota, en Colombia la situación es diferente. En algunos movimientos y partidos del Pacto Histórico existe incomodidad, ya que consideran que el presidente le ha dado mayor protagonismo al M-19 en detrimento de otros grupos que no solo fueron decisivos para su llegada al poder, sino que también participarán en las próximas elecciones. 

“Comprendo que él vivió un proceso de militancia y que allí tiene gente de confianza, pero también sería importante que visibilizara el trabajo de otras personas que han trabajado por los cambios estructurales en el país”, comenta la senadora indígena Aída Marina Quilcué, del partido MAIS.

Para un elector de a pie es difícil identificar quién es quién en el Pacto Histórico, una coalición conformada por 12 partidos y 12 movimientos políticos muy heterogéneos en el plano ideológico, algunos provenientes de antiguos grupos guerrilleros (como el Partido Comunes) o con posturas próximas a estos (como la Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos o el Partido Comunista). De ahí, la preocupación de que en el imaginario colectivo se instale el relato que solo existe el M-19. 

Carlos Arturo Velandia, antiguo militante del ELN donde era conocido como ‘Felipe Torres’ y hoy analista, comprende las quejas al considerar “que hacen parte de las tensiones internas dentro del Pacto Histórico”.

Manifestantes con banderas del M-19

Pero, Velandia recuerda que en el primer gabinete y equipo de gobierno no había ningún miembro del M-19. “Incluso se decía que el presidente los había abandonado” y que una vez rotas las alianzas con otras fuerzas políticas, el presidente “ha tenido que dar cabida a ‘sus propias fuerzas’”. Y cita que hoy, “el núcleo duro del M-19 maneja la política de paz total y la seguridad”.

Un presidente atrapado en la nostalgia

“El presidente está atrapado en la nostalgia”, dice, por su parte, un exmiembro del M-19. “Le ha costado trabajo cerrar ese capítulo en el que nos jugamos la vida”.

En la actualidad el M-19 no es un partido. Políticamente, un segmento importante fue absorbido por el Partido Verde mientras que otros miembros buscan reivindicar su legado con trabajo social en distintos grupos, tales como “Hijos de abril”, “La certeza del amor” y “Cadena de afectos”, entre otros. Estos nombres rinden homenaje, en especial, a las frases que utilizaba Jaime Bateman Cayón, su fundador. Algunos de ellos tienden a romantizar la lucha armada que tuvo en los 70 y los 80, las décadas de mayor fiereza.

“Sin disparar un solo tiro empezó una historia que cumple 50 años”, afirmó Carlos Sánchez, de 78 años, al recordar aquel jueves 17 de enero de 1974, cuando, al caer la tarde, un grupo de personas robó de la Quinta de Bolívar la espada, los espolines y los estribos de plata del Libertador Simón Bolívar. “Estoy muy orgulloso de esa operación, en la que participé con cinco compañeros más”. 

Para él, los símbolos del M-19 son motivo de orgullo y es acertado que el presidente Petro los reivindique. Cada tanto, hay un hecho en el presidente hace que los colombianos pongan el foco en el M-19. El 26 de abril, mientras hablaba en el colegio de Zipaquirá del que se graduó hace cinco décadas, pidió ondear la bandera del M-19. “¿No les gusta que la saquemos, cierto?”, dijo riendo. “Pero no va a estar debajo de los colchones”.

La espada de Simón Bolívar

Sin embargo, para otro sector de la sociedad, estos símbolos, como las banderas, provocan una sensación diferente. “En medio del asedio, me dolió verlas. Representaban que no hay reconocimiento ni solicitud de perdón por los hechos de 1985, que fueron muy dolorosos para la administración de justicia”, comentó el magistrado Gerson Chaverra, presidente de la Corte Suprema, sobre las banderas del M-19 enarboladas por manifestantes que exigían la elección de un fiscal.

El recuerdo de una guerrilla que pesa en la izquierda

“No es sacando banderas o glorificando pasados violentos, sino reconociendo y ofreciendo escenarios de participación democrática, que podremos acercarnos a la reconciliación y a la paz”, escribió Helena Urán, politóloga y escritora, hija del magistrado Carlos Horacio Urán, asesinado en la retoma del Palacio de Justicia.

El analista político Gabriel Cifuentes cree que el presidente no puede desligarse del M-19, “así lo quiera”. Según él, Petro sabe de la importancia en la historia reciente -un proceso de paz exitoso y el impulso a la Constitución del 91- sino porque el M-19 está cargado de simbolismo y de figuras que, a pesar de su origen guerrillero, tienen resonancia en las bases de la izquierda como Bateman, Pizarro, Navarro.

Además, considera Cifuentes, por la importancia en la mecánica electoral. “El M-19 podría ser el vaso contenedor de los partidos que hacen parte del Pacto Histórico y que, de cara a las elecciones de 2026, no podrían ir en coalición. Es difícil que Petro pueda hacerse con el liderazgo de alguno de los partidos con personalidad jurídica; necesita un movimiento que aglutine a los demás, o de lo contrario, si se dividen en 2026, probablemente reducirían significativamente su representación en el Congreso”.

En este camino, María Jimena Escandón, especialista en Derecho Constitucional comparado y Ciencia Política del Centro de Estudios Constitucionales en España, señala que “Petro no es un hombre de partido”. 

El presidente Gustavo Petro

Aunque ha empleado estructuras políticas para construir su trayectoria, su personalidad y estilo no reflejan una militancia partidista tradicional. En este sentido, es improbable que desarrolle mayor afinidad con movimientos como Colombia Humana o el Polo Democrático, partido que ayudó a fundar y del que se retiró.

“La personalidad del presidente, como la de otros líderes en Colombia, es de caudillo; por ello, los partidos políticos no son para él estructuras de formación y cuna de liderazgos”.

Un caudillo que se emociona con las banderas

Para una persona que conoce bien al presidente, Petro no tiene mucho apego a las formas organizativas tradicionales y prefiere las multitudes. “Se siente cómodo ante las multitudes, se inspira al ver las banderas, y claro, si son del M-19, se emociona aún más”.

También está la interpretación que Petro hace de los distintos acuerdos de paz. “La apuesta del presidente por llegar a la presidencia fue la culminación de un proceso que para él empezó en 1990 con el acuerdo de paz y la dejación de armas del M-19”, afirma Gerson Arias, investigador de la Fundación Ideas para la Paz (FIP).

Mientras que otros consideran que su llegada a la Casa de Nariño obedece a acontecimientos más recientes. “Para muchos en el Pacto Histórico, que se comprometieron con el Acuerdo de Paz con las FARC, la historia es otra, y tienen la certeza de que sin ese acuerdo final Petro no sería presidente hoy. En el fondo, se trata de una tensión de narrativas”, asegura Arias.

Pero, además, de enarbolar las banderas, de un tiempo para acá Petro muestra que confía más en sus antiguos compañeros de aquellos años de clandestinidad. De ahí el poder que está tomando en Palacio Augusto Rodríguez, el director de la Unidad Nacional de Protección (UNP), y quien fue su compañero de armas.

Eduardo Pizarro Leongómez, quien fuera fundador y director del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional (Iepri), dice que la presencia de múltiples funcionarios públicos a todos los niveles del Estado de antiguos miembros de grupos guerrilleros o de sus partidos aliados tiene dos caras: una cara amable, pues, muestra la capacidad de la sociedad colombiana de reintegrar a los antiguos combatientes a la vida civil. Y una cara de suspicacia y recelo pues genera el temor de la implementación de políticas de corte radical.

Un manifestante con una bandera del M-19

¿Es el presidente excesivamente desconfiado y por eso se entrega en los brazos políticos de sus antiguos camaradas? “Puede ser”, dice el analista Pedro Viveros. “Pero al no alimentar liderazgos que lo sucedan a veces da la impresión de que quisiera pasar a la historia como el único presidente de izquierda”.

Los tiempos de Aureliano

En un país que ha sufrido tanto la violencia, Petro muestra una ambivalencia hacia la lucha armada: no la condena ni se arrepiente, sino que la justifica y llega a decir que Nelson Mandela también fue guerrillero. “Nosotros teníamos el derecho a la rebeldía”, dijo en una ocasión.

Petro, que militó durante 12 años en el M-19, bajo el nombre de guerra Aureliano, como el protagonista de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, hace unos días tuvo un enfrentamiento público con Álvaro Uribe Vélez. El expresidente le pidió respeto y le recordó que en su momento delinquió. Petro respondió: “Hacer revoluciones no es delinquir”.

Hay que decir que por más discursos, puestas en escena, al final del día, Petro ha sido absolutamente respetuoso de las leyes durante su administración. Pero esta dualidad sí afecta su gobierno.

“Desgraciadamente, Petro oscila el mismo día entre sus posturas radicales para endulzar los oídos de los sectores radicales y los discursos moderados para intentar alcanzar acuerdos nacionales con los sectores de oposición”, concluye Pizarro Leongómez. “Petro debe tomar ya una decisión cuando su mandato corre el riesgo de terminar en la intrascendencia: o se va a comportar como un agitador o va a asumir el papel que se corresponde de ser un estadista”. 

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