Conversé largo y tendido con Leyner, Elizabeth, Jenny, Glenys y Tomasa, ellos han sido líderes reconocidos local, nacional o internacionalmente, según el caso, pero estas conversaciones no fueron sobre sus liderazgos, sus trabajos o sus posturas políticas sobre el desarrollo del Chocó Biogeográfico, hablamos de sus infancias, su relación con el agua, sus recuerdos de niñez y juventud a lo largo del Atrato o del San Juan, en el Caribe o en el Pacífico, y en esas conversaciones emergieron visiones profundas, asuntos de fondo que han marcado nuestro territorio, para bien o para mal, por eso estas conversaciones fueron un componente relevante en cuatro meses de trabajo intenso para formular una hoja de ruta del Atrato, en el marco de la agenda Antioquia 2040, definido por la gobernación de Aníbal Gaviria como un programa bandera del Plan de Desarrollo UNIDOS por la Vida 2020-2023, cuyo objetivo es construir en conjunto con los antioqueños y antioqueñas un plan estratégico territorial para el desarrollo del Departamento, con fundamento en la participación de la ciudadanía, asociación de actores del desarrollo y generación de conocimiento colectivo y por supuesto: proyectos, programas e indicadores de largo plazo.
En abril de este año la Gobernación de Antioquia convocó un concurso de méritos para la formulación del capítulo Atrato, de esta agenda, invitó a presentar propuesta al Centro de Estudios Urbanos y Ambientales Urbam, de la Universidad Eafit, que lleva diez años desarrollando trabajos interdisciplinares que conectan comunidades, academia e instituciones públicas y privadas alrededor de la generación de entornos urbanos y rurales sostenibles y al servicio de la calidad de vida y el bienestar de las personas sin detrimento de las demás especies que los habitan.
Urbam ya tenía experiencia en el Atrato, pero esta vez se arriesgó a hacer algo que evidentemente es natural, pero desde la mirada burocrática resulta, cuando menos, disruptivo. En los relatos de Tomasa, Glenys o Leyner, no hay límites entre Antioquia y Chocó, esta clasificación política no existe, las panelas de Buchadó se comen en ambas orillas, las compramos de subida o bajada por el Atrato, no importa si el destino es Turbo o Quibdó, por eso Urbam se arriesgó esta vez a pensar en el Atrato amplio, en la cuenca que es Pacífico y Caribe, suroeste de Antioquia y que comparte aromas con el San Juan y el Baudó por los lados del Istmo de San Pablo.
Se conformó un equipo diverso que no se limitó a especialistas de Medellín y se abrió un ejercicio de escucha atenta, de lectura detallada de todo lo que se ha escrito antes sobre esta tierra, lo que se ha soñado y se ha planeado, las leyes que lo cobijan y un reconocimiento de las gobernanzas autónomas que existen ahí. Se hicieron viajes para escuchar, para conversar, no para instruir, convencidos de que no hay una sola verdad sobre el Atrato, que hay que combinar los saberes ancestrales con los de la ciencia, la historia con las conquistas recientes y especialmente cuestionar, cuestionar las relaciones racistas, verticales, extractivistas que desde los distintos centros se han ejercicio con toda la cuenca.
El resultado fue una hoja de ruta que, de acuerdo con lo contractual corresponde a los municipios de Vigía del Fuerte, Murindó, Turbo y Mutatá, pero que claramente no se limita a una comprensión de las realidades locales. A mi modo de ver, uno de los más grandes logros de esta hoja de ruta es que además de abordar los ámbitos estratégicos, dedica especial atención a los procesos de gobernanza para la convergencia de actores y la gestión de la hoja de ruta.
Revisa los fallos de Estado y la coordinación intergubernamental y horizontal (entre las agencias y niveles del estado) y los de gobernanza y la coordinación entre actores de la sociedad civil, que son los que han impedido que tantas buenas ideas e intenciones se materialicen en desarrollo sostenible.
A partir de una mirada más profunda de los diagnósticos propone estrategias de gobernanza colaborativa para el río Atrato y diseña fichas para cuarenta movilizadores y veintidós proyectos piloto con sus posibles mecanismos de gobernanza y financiación para viabilizarlos.
Ahora, por fuera de los límites contractuales, porque nuestra relación con este río de los dos mares no se limita a un contrato, tenemos el compromiso de compartir, de contar lo construido con tantos actores y de trabajar para que esta hoja de ruta se inserte en los nuevos planes de desarrollo de Antioquia, Chocó y los municipios de la cuenca, convencidos que además dialoga con el Plan Nacional de Desarrollo, que propone un ordenamiento territorial alrededor del agua; lo que más soñamos, quizá, es que sea un paso relevante en la construcción de confianza en una relación entre Antioquia y Colombia con el Chocó, que ha estada marcada por el escepticismo, como resultado de tantos hechos dolorosos a lo largo de la historia.