Nubia Carolina y yo tenemos algo en común: nuestros padres se dedicaban a la política, eran del Cordobismo, grupo político liberal muy reconocido en el Chocó, y murieron en accidentes a temprana edad, el de ella mucho más joven que el mío, cuando ella era una niña. Tenemos también la vocación de servicio de nuestros progenitores, que además fueron amigos. Tengo un breve recuerdo del señor Darío Córdoba junto a mi papá, Manuel Vidal, en Bahía Solano. Ambas somos chocoanas y amamos esta tierra como a nosotras mismas, pero ella tiene una valentía que yo no conozco.
Nubia Carolina fue secretaria del interior y de gobierno departamental del Chocó en los días de la pandemia, y ahora aspira a ser la gobernadora. Ha recibido críticas porque su principal aval es del Partido Liberal y porque cuenta con el apoyo de algunos políticos tradicionales que pertenecen a esa colectividad, y también ha recibido críticas por el simple hecho de ser mujer, por tener un carácter fuerte, nada más el que se necesita para hacer lo que ella está haciendo. No tengo una defensa política sobre sus acciones o decisiones, no conozco esto a profundidad, además, solo he cruzado con ella unas cuántas palabras en una sala de espera de un aeropuerto. Sí la vi varias veces conversar con equipos de trabajo y seguidores en el café que tuve alguna vez, cuando fue aspirante a la Cámara de Representantes y he oído sobre sus posturas a dos personas muy cercanas a ella, en quienes yo confío. He procurado seguir su campaña a la Gobernación y, en todo caso, considero que hay argumentos de sobra para valorar lo que esta mujer está haciendo.
Nubia Carolina se arrojó a meterse en política en un departamento donde no es fácil, en un país donde no es fácil, y está haciendo un ejercicio sin precedentes, es una mujer competente, inteligente, que conoce bien la región y sabe de gestión pública, de modo que no es simplemente un figurín de otros. Ha hecho una campaña con compromiso, recorriendo cada rincón del Chocó, viajando por los ríos, las carreteras precarias y los mares, como lo hace cada día nuestra comunidad, y ha logrado movilizar masas, en un lugar donde los políticos, como su principal competidor, llegaron a creer que ni siquiera necesitaban hacer campaña porque ya tenían todo asegurado gracias a sus manejos amañados. Ella sabe a qué y a quiénes se enfrenta, estén o no de su lado. Y está usando sus habilidades para lograr un propósito superior.
Verla recorrer las calles con genuina alegría, bajo la lluvia o el sol, escuchar como le habla a la gente, con vehemencia, con la frente en alto, porque no ha estado involucrada en ninguno de los vergonzosos procesos en los que se han robado consecutivamente a nuestra tierra, desde adentro o desde Bogotá, da gusto y despierta esperanza. Y yo lo celebro, porque estoy convencida de que el Chocó necesita esa inspiración. Es claro que debemos elegir gobernantes capaces, conocedores de lo que hacen, pero soy de las que cree que nuestros líderes también deben emocionarnos, generarnos confianza y alegrarnos. La movilización (no la protesta), es decir, el cambio social, se da por decisiones individuales y colectivas que son motivadas por la razón, pero con mayor frecuencia por la emoción. Y al Chocó le urge un cambio, uno que no ha venido desde fuera, porque parece que nuestros gritos no llegan a la Plaza de Bolívar, así que nos queda la vía más auténtica y quizá certera, la de un cambio desde adentro.
No participo en campañas, no hago proselitismo político y no creo que esta columna lo sea; de lo que sí estoy convencida, es de que no se puede pasar por alto el arrojo de una mujer como Nubia Carolina, el tipo de figuras de las que hemos carecido y de quienes posiblemente sí se pueda esperar mejores resultados.