Los movimientos culturales son la base de grandes trasformaciones, estéticas y éticas, se trata de revoluciones sociales que impactan las artes, la filosofía, la política. Lo interesante es que no hay una cita, una hora y un lugar donde de repente todo estalla y cambia, se trata de aspectos que de manera lenta van ocurriendo, son los cambios sociales. Recordemos los movimientos juveniles en Inglaterra en los años 70, cansados del imperante consumo masivo que imponía modas, conductas incluso formas de pensar, deciden manifestarse, resistirse y establecen su propio orden a través precisamente de la música, la moda y el uso del lenguaje, fueron esos aspectos los que permitieron reconocerlos como un movimiento cultural, antisistema, que permitió repensarse la globalización y el manoseado término identidad. A partir de ahí se producen cambios políticos que permitieron el reconocimiento de subculturas o de la diversidad social y cultural de un nación como Inglaterra.
El presidente Petro se refirió en su momento al “movimiento cultural”, no al sector cultural o al ecosistema, tres definiciones con distintas implicaciones. Si nos remitimos a movimiento, allí hay un reconocimiento absoluto a los cambios que de allí se esperan. Es decir, solo con “el movimiento”, se podrán dar cambios sociales, políticos, filosóficos y por supuesto artísticos. Y entiendo que el presidente Petro así lo considera, lo raro sería que fuera otra la forma de denominarlo, al fin y al cabo, estamos en un gobierno de cambio.
Lo que quisiera traer a colación es que el movimiento cultural no es exclusivo de los artistas, los músicos, los gestores, los expertos en patrimonio. Lo que pasa es que las expresiones artísticas son una extensión de capacidad creativa de todas y de todos. En todas sus formas posibles, es gracias a las artes que se captura la memoria colectiva de una sociedad. El movimiento cultural tiene una relación estrecha con nuestro entorno, en cómo nos relacionamos con el espacio público (urbanistas), en la forma como entendemos el patrimonio, ¿es la mera infraestructura o son patrimonios integrados? O cómo vivimos la crisis climática, ¿entendemos realmente las políticas en torno al cuidado de la tierra y las fuentes de agua? También está la manera como garantizamos nuestros derechos culturales, ¿se trata solo la oferta insaciable de circulación?
Ese movimiento cultural se espera piense desde todas las orillas posibles, que trabaje de manera articulada con las instituciones, eso sí, no se puede esperar del movimiento cultural corrección política porque se espera un debate sesudo y profundo, que no se quede en etiquetar. Tampoco se trata de obedecer al partido, es un pensamiento progresista con múltiples agendas posibles, siempre eso si de impacto social colectivo o como lo dice permanentemente el presidente, se trata de la justicia social, y eso se logra haciendo una crítica estructural a sistema existentes para cambiarlos.
En el movimiento cultural no hay arrogancia ni purismo moralista, pero tampoco habrá ambigüedad, se reconocerán y se les dará valor a procesos que a lo largo de muchos años se invisibilizaron. Se harán debates en Tumaco, Tame, Támesis y Toronto. ¿El cambio cultural dará el paso para el fin de la llamada modernidad? Tal vez es hora y Colombia deberá estar en ese gran cambio social y cultural.
***
El 28 y 29 de julio, en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán, Mapa Teatro presentará su obra, La Luna en el Amazonas, estrenada en 2021 luego de haber escuchado las noticias sobre la existencia de comunidades indígenas en aislamiento por autodeterminación, en el Amazonas. Mapa Teatro siempre ha trabajo el tema del espacio, la geografía, entendiendo los límites o más bien los no límites y eso lo implementan en sus formas disruptivas de integrar diferentes artes vivas a sus presentaciones, y exhibiciones. Su gran aporte, la investigación profunda, muy profunda, que les ha permitido trasgredir lenguajes estéticos una y otra vez. Si no la han visto que esta sea la oportunidad.