No fui a un bunde, me moría de ganas, pero al único que hubiera alcanzado me sugirieron no ir porque podría ser riesgoso, dijeron mis personas más cercanas, muchachos de bandas se pueden meter y quién sabe qué pueda pasar. Seguí la recomendación por ellas, por hacerlas sentir tranquilas, más no porque sintiera miedo. Yo miro los videos de la gente en Quibdó bundeando la canción religiosa Alabaré al ritmo de chirimía y con la animación del cantante Alex Pichi, y lo único que me provoca es ser una más, estar ahí.
Pensar en esta fiesta, entre muchísimas cosas, es traer a la memoria la canción Homenaje a San Pacho, de Hansel Camacho, que se convirtió en el himno de nuestras celebraciones patronales que son patrimonio cultural inmaterial de la humanidad reconocido por la Unesco desde 2012. Desde el 3 de septiembre Quibdó entra en otra tónica, y aunque las fiestas oficialmente empiezan el 20 de este mes, nos pasamos todo septiembre y hasta el 4 de octubre entre chirimías, voladores, armando disfraces y cachés.
Los barrios hacen sus disfraces siempre protestando, dice la canción de Hansel, porque en nuestra fiesta no olvidamos las injusticas a las que está sometido nuestro pueblo, el disfraz es una construcción de gran tamaño, que en cada barrio lideran los maestros de la escultura, la carpintería y la pintura, entre otros, quienes transforman una idea de protesta, una práctica cultural o una noticia relevante en figuras con movimiento, operadas por jóvenes que van dentro de la base que sostiene toda la escena. Mohanes y otros mitos, la situación del hospital San Francisco, los casos más sonados de corrupción, la contaminación ambiental o la conservación del río Atrato, entre muchos temas, han tenido su espacio en esta práctica que da cuenta de que el pensamiento crítico no se espanta con la música.
Como se trata de nuestras fiestas patronales hay una serie de rituales religiosos que se combinan con los artísticos, la Catedral de Quibdó se llena cada día de Niches de rodillas, sudorosos, cumpliendo una manda, y en la tarde, los niches sudorosos van detrás del disfraz en comparsas de cachés (trajes) coloridos y en el revulú, no importa si hace sol o llueve.
En las iglesias se escuchan los gozos y sentimos el llanto en el alma porque, aunque estamos en fiestas no olvidamos que a nuestros jóvenes los siguen matando, o que no tenemos cómo contarle al mundo esta celebración única porque pasamos días incomunicados.
En Quibdó sentimos nuestros dolores, no los olvidamos, y en estos días le cantamos, le bailamos y le rezamos a San Pacho, para que siempre nos proteja (s) y nos haga (s) un milagro.
Aunque no fui al bunde sí alcancé a pasar por la Feria justa y solidaria que organizan las seglares claretianas en el convento, y a la tradicional feria de la Alameda que ahora está más organizada y cuenta con la participación de emprendedores de distintos sectores. Pude ver los hoteles con alta ocupación, los restaurantes llenos, y repetí en mi mente: San Pacho bendito (…), tu eres la esperanza, no pensando justamente en la figura religiosa, sino en esta manifestación cultural que mueve nuestra economía, que nos reconcilia con los barrios, con la calle, que celebra la vida de los jóvenes y los deja ser libres dentro de un bunde, que nos trae alegría y nos recuerda por qué amamos tanto esta ciudad a orillas del Atrato, para la que siempre esperaremos un milagro.
Yo espero, para el próximo año, el milagro de gozarme otra vez cuatro horas de recorrido el día de Roma o de La Yesquita, no ser una sanpachera ausente, y, sobre todo, espero el milagro de que volvamos a vivir sin miedo, en especial sin miedo a nuestros jóvenes que, si bien cometen delitos, en realidad son víctimas.