Esta semana el país se sorprendió con la noticia sobre el lanzamiento del libro de la exministra de las TIC, Karen Abudinen, en el que, según ella, cuenta su verdad sobre el escándalo de Centros Poblados y responde a la famosa pregunta que todos los colombianos le hicieron durante casi dos años: ¿dónde están los 70.000 millones de pesos?
Aunque a través de una corta publicación en la red social X me pronuncié sobre la decisión de la exfuncionaria de hacerse pasar por víctima del caso de corrupción más grande del gobierno de Iván Duque y dije que no leería su versión, quiero aprovechar esta columna para hacer más claridades sobre lo que pienso al respecto.
Y no, no es mi intención, como me comentaron muchos en mi trino, restringir la libertad que tiene Abudinen de contar su visión de la historia. Al contrario, sé y tengo la firme convicción de que está en todo su derecho de hacerlo y seguramente ella debe tener pruebas de todo lo que relata en su libro.
Sin embargo, creo también que es una cachetada a los verdaderos afectados, que, en su momento, fueron los miles de niños que se quedaron sin internet por un contrato mal adjudicado y en donde se cometieron todos los errores en materia de contratación que se pueden cometer. Lo más grave de la situación fue que el país afrontaba una pandemia que obligó a esos menores a quedarse en sus casas y estudiar de manera virtual, pero tampoco lo pudieron hacer porque unos funcionarios en el MinTic, liderados por la exministra, hicieron mal las cosas.
Por eso me sorprende de antemano que en las entrevistas que Abudiden ha dado en diferentes medios de comunicación promocionando su libro diga que volvería a hacer todo igual, porque como funcionaria pública actuó de manera correcta. Es increíble que se lave así las manos y no asuma ni una pisca de responsabilidad frente, por lo menos, a la omisión de ella y de su equipo a la hora de revisar a quién le estaba entregando el contrato más grande y el programa bandera del gobierno para el que trabajaban.
No puedo creer que su excusa sea el simple hecho de que así funcionan las cosas y así está diseñado el sistema, y nadie puede hacer nada para evitar que en la cara nos roben la plata que es de todos los ciudadanos. Ella dice que si hubieran revisado más o inhabilitado a alguien por la mera sospecha o si de verdad hubieran actuado con contundencia habrían caído en la extralimitación.
Pero, exministra, ¿no era mejor cerciorarse de que todo saliera bien y cuidar el patrimonio público antes de dejarlo en manos de unas empresas que, como se lo advertimos los medios de comunicación, en el pasado habían tenido problemas y fueron sujetas de investigaciones y hasta sanciones por parte de los entes de control? Si no es así, entonces todos los contratos, toda la plata del Estado, quién sabe en manos de quien está. Es imposible que no se pueda hacer nada y que nadie pueda actuar previamente. Perdóneme exministra, pero esa explicación, igual que la garantía del contrato que usted entregó, está muy “chimba”.
Me llama la atención también que ahora Karen Abudinen señale que fue ella la persona que descubrió todo el entramado y sancionó a los responsables del mismo. Meses después de entregarse el contrato a Centros Poblados, en el programa Sigue la W de W Radio Colombia, hicimos un balance de su ejecución, porque una fuente nos contó que se estaban presentando graves incumplimientos, y nos dimos cuenta de que algo malo estaba pasando. Cosa que no había hecho el ministerio, que, a pesar de eso, pagó la plata del anticipo.
Después de revisar todos los documentos que los contratistas subieron al Secop, pudimos ver que en efecto la unión temporal no estaba instalando los centros digitales que debía y fuimos quienes prendimos las alarmas por un suceso que el ministerio no había advertido ni informado. Claro, después de aquella entrevista que Abudinen le dio a Julio Sánchez Cristo, ella sí decide agilizar el proceso sancionatorio y se da cuenta de que se había presentado una póliza falsa.
En ese momento ella no sabía aún, o por lo menos eso nos hizo creer, que quien estaba detrás de todo eso era Emilio Tapia. Aunque en todos los medios se empezó a rumorar que el nombre de aquel contratista podría aparecer en medio de ese escándalo, fuimos nosotros los que seguimos el rastro de las empresas y llegamos hasta él. Cuando se dio cuenta de tremendo lío, Abudinen sí decidió denunciarlo y quitarle inmediatamente el contrato, pero que quede claro que no fue ella quien lo desmanteló. Eso sí que no.
Hay otra cosa de este episodio que la exministra revivió con la publicación de su libro y que espero no se le haya olvidado contar. El ministerio –que estaba en cabeza de ella- firmó un contrato también millonario para que una empresa se encargara de revisar las pólizas y documentos del proceso de los centros digitales y con el escándalo nos dimos cuenta de que no lo hicieron y que esa plática también se perdió. En ese caso, ¿cuál será la excusa, doctora Abudinen?
Entiendo que la exministra ha sentido el peso de un implacable bullying que le hicieron en redes sociales, en donde se le acusó de haber sido quien se quedó con los recursos que se perdieron por el pago del anticipo. Frente a eso, quiero aclarar también, tanto a ella como a sus defensores, que no fue culpa mía ni de ningún medio de comunicación que esa situación tan lamentable terminara así.
Yo, como periodista investigadora de ese caso, nunca dije ni escribí alguna afirmación en donde la tratara a ella de ladrona. No hay ningún registro mío en video, audio o en mis redes sociales en donde yo haya utilizado aquella palabra que se inventaron con el apellido de la funcionaria, para referirse a la plata que se perdió. Y no lo hice simplemente porque no me corresponde a mí juzgar, ni tengo pruebas para sustentarlo. Mi trabajo consistió en comprobar quiénes fueron los que verdaderamente se llevaron el dinero y que hoy están en la cárcel por esa situación.
Es la hora que ninguna autoridad ha establecido que Karen Abudinen haya cometido peculado y, por eso, a mí también me pareció y me parece muy injusto que a ella la hayan tratado así.
Aunque dije en X que no voy a leer el libro de la exministra, quiero aclarar aquí que cambié de opinión y sí lo haré. Quiero intentar entender esa perspectiva de los hechos y cómo puede ser una persona tan caradura para justificar que tremendo elefante se le pasó por el frente, no lo vio y ahora dice que todo lo hizo bien.
Quiero también contrastar todo lo que ella dice y, algún día, con todas las pruebas y en otro libro contaré la “otra” verdad.