El renacimiento terapéutico de las drogas psicodélicas
El uso de las sustancias psicodélicas en la medicina y la psicología se nutre del conocimiento ancestral y de los descubrimientos científicos de la era moderna.
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En los últimos años, el número de estudios clínicos que utilizan drogas psicodélicas para tratar la depresión, el estrés postraumático, la ansiedad y las adicciones ha aumentado considerablemente en Europa y Estados Unidos. Los expertos advierten que el uso terapéutico de estas sustancias sería muy útil en Colombia para tratar los traumas de la guerra.
De ser instrumentos "recreativos" para acceder a zonas del inconsciente a las que es difícil llegar por otros medios, las sustancias psicodélicas han pasado a ser de nuevo herramientas eficaces en el tratamiento de ciertas enfermedades mentales; y, desde hace algunos años, son utilizadas por psicólogos y psiquiatras con el objetivo de que los pacientes puedan, durante la terapia, desmontar las barreras que les impiden expresar y procesar ciertos traumas profundos.
La investigación sobre su eficacia, que se ha incrementado en los últimos cinco años, empezó en los años noventa, cuando, debido a la persistencia de ciertas enfermedades que no respondían adecuadamente a la medicación disponible, distintos científicos dedicados a las ciencias del comportamiento empezaron a revisar la evidencia que las décadas anteriores habían dejado sobre el efecto de las drogas psicoactivas en la terapia psicológica y psiquiátrica.
Del descubrimiento del LSD a la prohibición
El uso de las sustancias psicodélicas en la medicina y la psicología se respalda en el conocimiento ancestral, los descubrimientos científicos de la era moderna y los movimientos de la cultura popular, e incluso se derivan las consecuencias de las políticas de drogas y de la industria farmacéutica.
Como explica Julián Quintero, director de la Corporación Acción Técnica Social, dedicada a la reforma social de política de drogas y fundador de Échele Cabeza (dedicada a la información sobre sustancias psicoactivas), “el uso de psicodélicos en la medicina viene un poco de lo que fue la occidentalización en la medicina tradicional, de uso dentro de las comunidades indígenas. La medicina occidental se inspira en algunas de estas prácticas ancestrales y en el trabajo histórico de los chamanes para, a través de los psicodélicos, ayudar a la gente a gestionar sus miedos y sus placeres, y utilizar las sustancias para sanar”.
Según relata Sean J. Belouin y Jack E. Henningfield en su artículo Psicodélicos: dónde estamos, cómo llegamos aquí y qué debemos hacer, las sustancias que producen efectos psicodélicos como los hongos y el cannabis, entre otros, se han usado por milenios en distintos rituales y ceremonias espirituales, curativas y de placer. Sin embargo, la historia de los psicodélicos y la ciencia moderna se remonta al descubrimiento en 1938 de la dietilamida del ácido lisérgico, más conocida como LSD.
Desde un principio, la sustancia llamó la atención de los científicos. El primer estudio se publicó en Suiza, en 1947. Dos años más tarde, los psiquiatras Max Rinkel y Nick Bercel, comenzaron a estudiarla en Estados Unidos. Desde estos primeros años buena parte de la literatura médica y popular hablaba de las promesas del LSD para tratar la ansiedad, la depresión, el estrés de los veteranos de guerra, el alcoholismo y las adicciones, entre otros males.
Entre 1950 y 1965, se publicaron más de 1.000 documentos que hablaban de las bondades del LSD y la sustancia se prescribió a miles de pacientes. Tal era el éxito que, durante esta época, la psiquiatría, la neurofarmacología y la psiconeurofarmacología se abrieron al estudio de otras sustancias psicodélicas como la psilocibina y la mezcalina (peyote). Sin embargo, a partir de los años sesenta el estudio científico de estas sustancias empezó a complicarse por varias razones.
Primero, en 1962 el escándalo de la talidomida (un medicamento que inicialmente se uso para tratar las nauseas durante el embarazo, pero que causaba defectos de nacimiento en los bebés) significó un cambio en la política farmacéutica en Estados Unidos, la cual, a partir de ese momento, exigió una serie de estándares para los ensayos clínicos que dificultaba la investigación con psicodélicos. Segundo, el uso excesivo del LSD en un contexto recreativo, asociado al movimiento hippie, y la oposición de este movimiento a la Guerra de Vietnam hicieron que muchos líderes políticos, académicos y científicos se distanciaran de la sustancia. Tercero, la guerra contra las drogas, que se inició durante la presidencia de Richard Nixon con la Ley de Sustancias Controladas de 1970 en Estados unidos, y que luego quedó plasmada a nivel internacional en las tres convenciones de Naciones Unidas al respecto, puso unas barreras prácticamente infranqueables para la investigación. Como explica un artículo de Scientific American de 2014, “estas drogas estaban prohibidas porque no tenían un verdadero potencial médico y no se podían hacer verdaderas investigaciones con ellas porque estaban prohibidas”.
Estos tres factores hundieron en la oscuridad durante décadas la investigación con psicoactivos, aunque el uso recreativo se mantuvo vivo. Sin embargo, con la reapertura de la investigación en los noventa, la revaluación sobre el fracaso de la guerra contra las drogas, los beneficios reportados por los usuarios recreativos y el aumento de problemas de salud mental han permitido resucitar la investigación con psicodélicos.
¿Cuáles son los más conocidos y cómo se están usando?
En el artículo “El pasado y futuro de la ciencia psicodélica: una introducción”, Richard E. Doblin recoge algunos de los ejemplos y efectos más conocidos utilizados en la combinación de terapias y psicoactivos, que enumeramos a continuación:
• Psilocibina: se trata de la sustancia psicodélica presente en los hongos alucinógenos. Muchos usuarios han reportado una sensación de bienestar existencial y espiritual después de consumirla. Es usada en contextos de cuidados paliativos, psicooncología y psicoterapia. Varios estudios han demostrado que la mezcla de terapia y psilocibina sirve para disminuir la ansiedad y la depresión en pacientes que reciben diagnósticos de enfermedades mortales o que pueden llegar a serlo. Los resultados han mostrado una disminución de la angustia existencial, una mejora de la calidad de vida y de la actitud hacia la muerte.
• MDMA: también conocida como éxtasis, esta sustancia psicoactiva se encuentra en la tercera fase de un ensayo respaldado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) para tratar el estrés postraumático, y parece estar cerca de la aprobación. Ha mostrado resultados muy prometedores, ya que les permite a quiénes padecen síntomas graves como amnesia, flashbacks y pesadillas abordar sus traumas en las sesiones de terapia, y varios reportan haber recuperado la habilidad de pensar la vida a futuro más allá del trauma.
• Ketamina: es un anestésico conocido hace décadas. En ensayos recientes ha demostrado prometedores resultados como tratamiento para la depresión severa que incluye pensamientos suicidas. En varios ensayos, las pacientes reportan una mejora de la carga sintomática de la depresión y de la ansiedad. La esketamina, un derivado, ya ha sido aprobado como antidepresivo por la FDA.
• LSD: aunque Doblin no lo incluye en su artículo, según Belouin y Henningfield, varios investigadores ven potencial para tratar el estrés postraumético, las adicciones, la depresión y la ansiedad. Los resultados coinciden con los reportes históricos de sus beneficios.
¿Y en Colombia, qué?
En el país, la guerra contra las drogas ha sido particularmente drástica, y el estigma social de las drogas en general, y de los psicodélicos en particular, es bastante extendido. Prueba de esto ha sido el duro camino que ha atravesado la industria médica y comercial del cannabis desde 2014, y los retos en la legalización del uso recreativo.
Como explica Julián Quintero, en Colombia, debido al prohibicionismo histórico en materia de drogas, el uso de síntesis de las sustancias psicodélicas no está permitido porque aparecen en las listas de control de las Naciones Unidas. En caso de querer usarlo para investigación, se necesitan una serie de permisos de varias entidades del Estado. Además, es difícil obtener los protocolos legales y encontrar sustancias legales óptimas para un estudio; razón por la que las investigaciones en esta materia son casi imposibles de costear.
En cuanto al potencial de estas terapias en Colombia, Quintero menciona: “Si alguien necesita terapia profunda para el estrés postraumático es este país, aquí hay comunidades enteras que están traumatizadas por la guerra y por la violencia, y se necesita que las distintas terapias lleguen a estos sectores de la población, que ha sido víctima de la violencia e incluso de la misma guerra contra las drogas". Y agrega: “Colombia necesita una decisión política radical que derrumbe las barreras de la investigación y el uso de la psicoterapia en Colombia, y necesitamos que salga del underground, de las élites y de los nichos. La psicoterapia va a ser fundamental en los próximos diez años para sanar como sociedad”.