
La semana comenzó con una de las más insólitas declaraciones que ha ofrecido mandatario alguno en esta extraña república que se llama Circombia: en la mañana del miércoles, y momentos previos a aparecer flotando dentro de una sudadera del equipo nacional olímpico tres tallas más grandes que la suya, el presidente Berto anunció al país en su cuenta de Twitter algo que nunca había confesado: “yo soy heterosexual”, dijo de forma perentoria.
Es verdad que, en un inicio, no se comprendía la necesidad de abordar semejante tema de esa forma, en lugar de matizarlo con alguna frase inspirada en sus antecesores. Que dijera:
—Los colombianos pueden tener la seguridad de que no ha sucedido nada a mis espaldas.
O:
—No me digan paraco, no me digan marica.
Pero se jugó los restos con aquella declaración definitiva, con la cual, de paso, abrió las compuertas para poder comentar el célebre video que fue noticia en varios medios del mundo: en él se observa a alguien muy parecido al primer mandatario tomado de la mano de una persona de la que parece enamorado: una mujer que evidentemente no era doña Verónica porque, a diferencia de ella, tenía el pelo largo y negro, y tras ella no había un séquito de vestuaristas y maquilladores comandados por Nerú.
En un medio extranjero entrevistaron a una mujer trans que, según decían, era su acompañante. Las bodegas petristas defendieron en manada la idea de que se trataba de un montaje, en el sentido menos ambiguo de la palabra. Y en la mitad de aquellas especulaciones, el presidente parecía confirmar la veracidad del video con aquella frase que podría ir impresa en las camisetas de la marcha del orgullo heterosexual que en cualquier momento organiza Enrique Gómez: “Soy heterosexual”. Podría añadir “¿Y qué?”.
¿Cuál era la necesidad de respaldar la estridencia del escándalo refiriéndose a él? ¿Era su manera de confirmar que quien aparece en el video efectivamente es Berto en persona, coqueto y con cachucha? ¿Por qué camina tan cándidamente por las calles de Panamá? ¿Por qué lo graban con tanta facilidad? ¿Estamos acaso ante un episodio de fuego amigo? ¿Esa es la paz de Santos? ¿El hermano de Duque es mamón? ¿El de Laurita Sarabia, millonario?
Que la izquierda haya llegado al poder con el mismo líder que, por culpa de sus rarezas, está socavando su tumba más honda, es una de las típicas paradojas que suceden en Circombia. Cualquiera diría que, bajo el liderazgo de un político progresista menos caótico y errático, aquella tendencia habría llegado más lejos. Pienso en un Jorge Enrique Robledo. Sobre todo, si el mandato incluye la posibilidad de echarse una cana al aire.
Pero eso somos. Dos semanas después de que el Congreso lograra la prohibición de las corridas de toros, el país no deja de hablar de cuernos, de verónicas, de burladeros, y con ello queda sepultado el escándalo anterior: el del supuesto tráfico de influencias del hermano de Laurita Sarabia, la copresidenta del país que, aún hoy, suponemos, lucha desesperadamente por su vida en una UCI: es lo último que Berto nos informó sobre ella.
Es el mismo país en que amenazan con cortar la luz del Congreso por falta de pago; el mismo en que informan que dispararon un balazo a la camioneta al hermano del presidente, pero posteriormente las autoridades determinan que “pudo haber sido una canica”. Y el mismo país en que, en un giro de los acontecimientos, el gobierno del cambio anuncia el nombramiento de Juan Fernando Cristo como ministro del Interior para que haga bloque con Armando Benedetti, Roy Barreras, Alfonso Prada y otros referentes de la política del cambio.
No debe resultar sencillo ser el Cristo de alguien que se cree Mesías; mucho menos cuando quien se estrena en el cargo también arrastra el escándalo de un video privado que puede meterlo en problemas.
Efectivamente, tengo en mi poder, y comparto para los lectores de Los Danieles, dos registros íntimos protagonizados por el ministro Juan Fernando Cristo Bustos.
En el primero se le observa cómodo y desenvuelto abrazado a la constitución ya no digamos de una mujer, sino de una república: la
toma de la cintura, parece enamorado. Fue grabado hace apenas dos meses y lo pueden ver acá:
PRIMER VIDEO:

De forma increíble, sin embargo, el mismo hombre, transformado en ministro, afirmó lo contrario. En estas impresionantes imágenes podemos observar la manera en que, sin rubor alguno, engaña a su primera posición. La toma parece planeada: de hecho, en un par de ocasiones mira a la cámara.
SEGUNDO VIDEO:

En el primer video, pues, habló Cristo; en el segundo, el Anticristo.
La evidencia de este adulterio que el ministro cometió contra sí mismo despierta varios interrogantes: ¿Resolverá una constituyente los problemas del país o es la forma más eficaz, hallada por el Gobierno, para que dejemos de hablar de ellos? ¿Se repetirá lo que sucedió en Chile? ¿Esa es la paz de Santos? ¿El hermano de Duque es mamón? ¿El de Laurita Sarabia, millonario?
Pero, sobre todo: ¿quiénes encabezarán la lista de candidatos a la asamblea constituyente por parte del petrismo? Anticipo algunos nombres: Olmedo López; Iván Mordisco; Iván Márquez; Susana Boreal; Nerú; Julián Bedoya; Nicolás; el Otro Nicolás; la senadora Brócoli; Laura Ojeda y —como parte de un acuerdo nacional— también Daysuris Vásquez; el hermano de Petro; el alacrán que lo picó alguna vez en la tetilla; el balín que atentó contra su carro; Álvaro Leyva and son (para que redacten los artículos sobre licitaciones de un único oferente); Sebastián Guanumen (para que redacte el capítulo sobre la ética). Y Andrés Sarabia.
El resultado de esa constituyente será un nuevo texto constitucional con apenas dos articulitos:
Artículo primero: Quien aspire a ser presidente de Circombia debe haber aclarado en sus cuentas de Twitter que es heterosexual.
Artículo segundo: Trasládese la sede de la capital de la república a la ciudad de Panamá.
Desordénese y cúmplase.
CIRCOMBIA VUELVE A BOGOTÁ EN JULIO

