Beatriz Ordóñez decidió vincular las décimas con la campaña electoral y la campaña electoral con la música.
El resultado es el siguiente.
Y volver, volver, volver
Cesar Gaviria nos canta;
y don Petro nos encanta
porque viene a proponer
un acento de mujer.
Uribe no canta nada
pues tiene la voz cortada
de tanto andarse imponiendo;
y el centro sigue pidiendo
que ensayen otra tonada.
Al son de un viejo bambuco
el pueblo ronco y cansado
exige a grito pelado
que dejen de hacer chancuco.
Aplicando un viejo truco
un montón de candidatos
entonan, haciendo tratos,
el baile de los que sobran.
Pero al mismo tiempo cobran
favores no muy baratos.
Los del coro son unidos:
quieren un son consistente
que tenga en cuenta a la gente.
Van siempre comprometidos
con los logros conseguidos,
respetan a los demás
y luchan como el que más.
Pero, burlados y heridos,
procuran, muy decididos,
que no hagan trizas la paz.
Interviene en elecciones
el Gobierno, desbocado,
aun cuando está estipulado
que no fije posiciones
ni exprese sus opiniones.
¿El tenor de voz cantante
se siente tan importante
que no respeta ataduras?
Como en viejas dictaduras,
el cinismo anda campante.
Y pasan con desconcierto,
enredados y confusos,
estos músicos difusos.
Se prepara un gran concierto,
aunque es rotundo y muy cierto
que aquí no estamos de fiesta.
Es urgente su propuesta
y esquiva como ninguna,
pues falta, sin duda alguna,
un buen director de orquesta.
