Daniel Samper Ospina
29 Mayo 2022

Daniel Samper Ospina

HOY MI VOTO SERÁ POR…

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Decidir mi voto me costó sangre porque tuve la tentación de apoyar a cada uno de los aspirantes de estas elecciones, no voy a engañar a nadie. Todos me gustaban. Petro, por ejemplo, que esta semana resistió de forma estoica dos invitaciones formuladas por Andrés Pastrana desde su cuenta de Twitter: una para que cayera en la casa del barrio Rosales de Nora, los niños y él, el sábado tipo ocho de la noche. En el trino no ofrecía mayores detalles, por desgracia: ¿era con señoras? ¿Exactamente cuál sería el plan? ¿Alquilar una película, cocinar una raclette? ¿Jugar mímica? La segunda fue el lunes: Pastrana lo invitó de nuevo desde su cuenta con estas palabras: “Candidato Petro: la invitación a mi casa sigue en pie. Retorno a Bogotá al mediodía. Si no hay inconveniente para usted, lo espero a las tres y media de la tarde”: una cita a horas extrañas si uno tiene en cuenta que no había partidos de la Champions League. Pero permitía a los anfitriones no ofrecer almuerzo ni servir onces, porque todo está muy caro, esa es la verdad, y los Pastrana asumían que los Petro son de esas visitas que llegan a devorar y se instalan por años. Ese es el miedo a Petro.

El candidato humano eludió las dos invitaciones sin perder el sentido de la cortesía: razón suficiente para depositar en él la confianza de mi voto a pesar del escándalo de esta semana protagonizado por su senadora, Piedad Córdoba, a quien retuvieron en el aeropuerto de Honduras por andar en la maleta con 68 mil dólares sin declarar. Qué dólar de patria, pensé. Y qué envidia. Con el desplome del peso, 68 mil dólares alcanzan para vivir un año en Rosales, para cambiar de carro: incluso para invitar a los Pastrana y a los Petro a comer donde los Rausch. Si esa es su plata de bolsillo, que se prepare doña Piedad porque muy probablemente será una de los cuatro mil colombianos más ricos que financiarán la reforma tributaria Humana con que Petro pretende recoger cincuenta billones de pesos: ¡cincuenta billones! El doble de la reforma del exministro Carrasquilla. ¿Está listo el candidato del cambio para el cacerolazo humano?  Por fortuna Fico Gutiérrez rebatió semejante promesa de gobierno desde sus académicas posturas económicas en uno de los debates de la semana:

¿Cincuenta billones, papá? Bueno: plata es plata —concluyó.

La opción de Fico Gutiérrez también me seducía porque su triunfo sería una reivindicación del paisa del curso: aquel hombre que se gana el corazón de los demás gracias a su constante exhibición de descomplicada bacanería. Qué ganas de observarlo al frente del Estado en las giras por Europa, dispuesto a seducir a los líderes del mundo con el embrujo de mochilero dicharachero:

— ¿Qué más hermano? ¿Cómo has estado, parce? 
— Presidente, se le debe llamar su santidad, es el papa.
—¿Papa o papá? ¿Qué más, papá? ¿Cómo has estado, parce?

Del viejo Rodolfo, por otro lado, me gustaba todo, no voy a decir que no. Y no me refiero a sus implantes capilares, comprados en la capital del Vichada; ni a esa forma de repartir insultos y golpes y protagonizar bailes de Tik Tok a una edad en la que uno está, como gran cosa, para aceptar el reto Corega. Pero se nota que es un papá generoso, consentidor de su hijo, según el escándalo de Vitalogic; y es capaz de ofrecer al país propuestas tan seductoras como la de llevar a los colombianos del interior a conocer el mar, con subsidio para canguros y tarrito para las monedas.  

Por Fajardo también quise votar ya a estas alturas por compasión:  me conmovía observarlo en esa fase final de su carrera produciendo las metáforas involuntarias más conmovedoras de la historia. Lanzó su remontada en el municipio de Soledad; adelantó el cierre de campaña en el templo al Señor Caído. Por poco se va a conseguir amante a El Bagre. Pero me identifiqué con él porque en el debate de El Tiempo reclamó a las nueve de la noche que ya era suficiente, ya quería irse para la casa. Así soy yo también cuando salgo a una comida. Imagino que a esas horas podría estar en mi camita mirando la emisión de CMI y le reniego en voz baja a mi esposa. Por eso no acepto invitaciones a comer donde los Pastrana.

No sabía a cuál candidato apoyar, digo, hasta que acudió en mi rescate el presidente Iván Duque que, en trascendentales declaraciones a la cadena BBC de Londres, dijo que si se pudiera presentar a la reelección, cito textual, "sería reelecto, porque tenemos importantes resultados para mostrar". 

Desde entonces sueño con ser la prueba viviente de que el duquismo es una fuerza activa que reconoce en el doctor Iván al líder que el país necesita. En apenas cuatro años arrinconó a Maduro con su cerco diplomático, gracias al cual el dictador venezolano debe vender ahora petróleo a los gringos; y desarticuló del todo al Clan del Golfo, a pesar de que sus líderes no se han enterado. 

Duélale a quien le duela, su segundo gobierno sería el de la austeridad porque su hermano Andrés viajaría con las millas que acumuló en el primer cuatrienio. Los enanitos de la economía naranja crecerían. Las Fuerzas Militares tendrían un recambio generacional y las dirigiría uno de los Zapateiritos que el general Zapateiro confesó haber dejado en la institución. Y en estos nuevos cuatros años nos permitiría completar el álbum Duque Paninni a quienes ya tenemos las monas de Duque policía, Duque bombero, Duque de la Defensa Civil, Duque amigo del Ñeñe... Todavía están pendientes las de Duque astronauta, Duque cazafantasmas, Duque rappitendero, Duque cobrador gota a gota y demás láminas que saldrían en la edición 2026.

Votaré entonces por el doctor Iván Duque convencido de que su quinto año de aprendizaje será suficiente para que sepa convertirse en presidente.  Puntero de las encuestas, como él mismo lo supone, recibirá la adhesión de Cathy Juvinao y Luis Ernesto Gómez, y detrás de ellos de Trabaje Juiciosa Sumercé y todo aquel que quiera deslizarse al bando de su conveniencia. Y con las piezas alineadas regalará cuatro años de vida a aquella patria fundada por él mismo que se llama Polombia y se escribe con P de Pastrana y con P de Petro, y no con C de Comida. Porque comida se escribe con C de Colombia. Así tenga lugar donde los Pastrana.


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