Enrique Santos Calderón
20 Marzo 2022

Enrique Santos Calderón

PETRO: ¿MIEDO O ESPERANZA?

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Francia Márquez sacó más votos que Sergio Fajardo y este hecho escueto lo dice todo. Desnuda las falencias de una coalición que nunca proyectó unidad ni coherencia así como las de su candidato, que debe cambiar de estilo, discurso y actitud so pena de desaparecer del escenario. No es con rostro compungido y hablando del dolor y la tristeza del país como se motiva a un electorado que necesita mensajes más afirmativos, originales y audaces.

Faltan más de sesenta días para la primera vuelta y Sergio Fajardo debe reinventarse —aprender del verbo y frescura de su coequipero boyacense Amaya, por ejemplo— y la Coalición de la Esperanza dar un imaginativo vuelco hacia delante. Y apoyar de verdad a su candidato, con entusiasmo, sin fisuras, vacilaciones ni caras largas. No hay de otra, ante la fuerte consolidación de Federico Gutiérrez como el candidato ya indiscutible del uribismo y del gobierno, que lo triplicó en votación. Las encuestas pueden decir que el sesenta por ciento de los colombianos prefiere el centro político, pero no significa que votará por opciones que no lo conmueven.

Si bien la derecha vapuleó al centro, la ganadora es la izquierda. La coalición petrista aventajó a las demás sumadas y deja sin piso la creencia de que Colombia estaba muy derechizada. El 13 de marzo despejó incógnitas, pero abrió otras. Algunas inquietantes, como la perspectiva de una nueva y dura polarización más claramente izquierda-derecha, cuyo grado de pugnacidad o civilidad dependerá de la influencia que dentro de ambos polos tengan los aliados que ahora se les sumen. ¿César Gaviria a Petro y Germán Vargas a Federico Gutiérrez?

Nada está escrito. El triunfalismo de Petro puede ser precipitado y la euforia de Fico pasajera. Hay cerca de nueve millones de votos flotantes de personas que no se interesaron por consultas ni Congreso pero que sí votan por presidente. Serán los decisivos. Falta saber si Petro les inspira miedo o esperanza. El 29 de mayo pueden suceder cosas: hasta una resurrección de Sergio Fajardo, si logra conectar. Lo más probable es que todos buscarán el centro, incluyendo al monotemático Rodolfo Hernández y a la insufrible Íngrid Betancourt.

La incógnita es si Gustavo Petro logra una victoria en la primera vuelta. Tiene motivos para pensarlo: recogió la inconformidad con el gobierno Duque, todo el descontento social acumulado que explotó en el paro nacional del año pasado y demostró el 13M una gran fuerza electoral personal.  Pero sabe que una segunda vuelta sería otro cuento.

Otra pregunta es cómo va a manejar su éxito electoral y si evitará el canibalismo y radicalismo de cierta izquierda que lo rodea.  Me encantaría saber qué consejos le dio el recién posesionado presidente de Chile, Gabriel Boric (a quien la inefable senadora Cabal calificó de “anarquista” y “vago”) cuando lo visitó hace días en Santiago. Petro ha estudiado bien la trágica experiencia de la Unidad Popular chilena que eligió en 1970 al primer presidente socialista de América, Salvador Allende, derrocado y muerto en el golpe militar de 1973 que inauguró la larga dictadura del general Pinochet. Allende, un veterano político socialista y demócrata, no logró manejar la desordenada coalición de siete partidos de izquierda que lo llevó al poder y cuyas garroteras ideológicas contribuyeron a su caída, (con la ayuda de la CIA y de mister Kissinger, hay que decirlo).

Viendo a Petro en la posesión de Boric pensé en las dos veces que estuve en Chile durante los años de Allende, como enviado especial de El Tiempo. La primera para cubrir su ratificación por el Congreso cuando el grupo de ultraderecha Patria y Libertad asesinó al comandante del Ejército, general Rene Schneider. Presagio de lo que se venía: el golpe de Pinochet, que también me tocó. No olvidaré lo que fue ese horror. El estruendo de las bombas de la Fuerza Aérea cayendo sobre la casa presidencial, toque de queda absoluto, drástica censura de prensa, soldados en todas las calles, detonaciones en los barrios populares, bandos militares anunciando capturas y “reducción de extremistas”… 

Ningún país debe pasar por semejante calvario y no es concebible que hoy se produjera algo similar en el hemisferio por la elección de un presidente de izquierda.  De hecho, Chile lo volvió a hacer, y ese abrazo de Petro y Boric en Santiago, en el mismo sitio donde cayó Allende, está lleno de simbolismos. No porque a Petro lo vayan a matar (aunque ha expresado ese temor), sino más bien por lo que para él significa el triunfo de Boric y la perspectiva de gobernar con un Congreso adverso, como le tocará al chileno.

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Volviendo a las elecciones del 13M, además de obviedades como que ganó la izquierda, el centro no dio la talla, el uribismo no ha muerto, las maquinarias están vivas, las mujeres fueron protagónicas y Fico Gutiérrez es el rival que le conviene a Petro, hay que comentar el delicado caso de la Registraduría. Todas las prevenciones sobre el cuestionado registrador Álex Vega se quedaron cortas y urge aclarar las graves denuncias sobre votos desaparecidos y demás anomalías. La mancha de un fraude es lo único que no puede dejar este proceso electoral.

Y preparémonos para lo que viene. 

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