Catalina Ceballos
5 Abril 2022 09:04 am

Catalina Ceballos

Bogotá, ¿inseguridad o arte público?

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Camino por Bogotá, es mi manera de trasladarme de un lugar a otro, de pensar, de distraerme pero desde hace un tiempo para acá, caminar por Bogotá se ha convertido en una aventura, esquivar huecos, mientras miro con sospecha al frente, a la derecha, atrás, me amarro la mochila al frente y aprieto la mano, mientras trato de llegar de un lugar a otro. Extraño pensar en el espacio público como un lugar que nos pertenece y corresponde a todos y todas porque este significa muchas cosas, movilidad, comercio, entretenimiento, pero también los encuentros, la confianza, la identidad. Los tangibles y los intangibles se encuentran ahí, en el espacio público. Hoy ese espacio público es inseguro. 

Desde las artes y la cultura el espacio público tiene un significado asociado al uso y desuso del mismo. Y es que el espacio público es vital para la democracia y fundamental para las relaciones que se desarrollan en una ciudad. El concepto de comunidad surge de esa identificación con el espacio, “lo público” está constituido por las relaciones sociales y las prácticas culturales que se realizan en esos espacios, que el desarrollo urbano moderno definió como “áreas comunes”: la calle y los parques. Por eso nos referimos a la integración de la cultura y las artes en los espacios públicos para la configuración de la imagen y la identidad de una ciudad. A través de intervenciones de arte, cuestionamos los valores de una ciudad y de la sociedad. A través de las artes como ciudadanos nos apropiamos de los espacios, esa apropiación es un vehículo para la seguridad.

El espacio público es tan importante que no solo hace parte de nuestra identidad si no que también es el lugar para las movilizaciones sociales, es allí donde confluyen las artes expresadas a través de arengas, bailes, cierres simbólicos, cambios de nombres a estaciones o plazoletas, contramonumentos y grafitis, cartelismo, frases movilizadoras. Sí, claro, también el vandalismo, los robos, los gases lacrimógenos, los desaparecidos, y los muertos. Pero, en la posteridad de estos actos, se aprecian símbolos como elementos de memoria y de resistencia que reafirman los movimientos sociales que a su vez dinamizan la política y el nacimiento de comunidades de base. 

¿Por qué no seguir promoviendo como lo han hecho en muchas ciudades, arte, y prácticas culturales en el espacio público como un medio relevante para aumentar su atractivo, mejorar su imagen y bajar los niveles de inseguridad? Eso de alguna manera se logra con el arte urbano que democratiza la cultura al llevarla a la calle. Desde la Secretaría de Cultura y de Idartes se ofrecen estímulos para la creación y la circulación con este enfoque, ¿será que hace falta un trabajo intersectorial entre artes y seguridad?  

El arte en el espacio público promueve espacios seguros, también es un derecho que como ciudadanos tenemos y es el  acceso al arte más allá de galerías y museos. Ojalá financiado por ellos mismos, con el firme interés de relacionarlo a problemáticas contemporáneas y que nos atañen a todas las personas. Significa que el arte como lo es en su esencia, puede ser disruptivo, es la oportunidad que quienes como yo caminan la ciudad, reflexionemos sobre, por ejemplo, las desigualdades que de otra manera quedan como ejercicios de la academia o de espacios privados (las galerías y los museos). Las artes o expresiones en el espacio público crean y comparten la belleza, la alegría y la solidaridad que se debe encontrar en los espacios públicos.

Qué bueno sería un plan de al menos diez años, con una gran inversión en arte público, no es una idea mía, ha ocurrido en Sao Paulo, Toronto, Berlín, precisamente como iniciativas para poder garantizar los derechos culturales de toda la ciudadanía, incluida la seguridad. 

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A propósito del documental sobre Diomedes Díaz y el caso de Doris Adriana Niño, a través de la cuenta en Instagram @nosomosmistakes, Natalia Gordillo, ilustradora, narra cómo fue abusada de manera reiterada por Jonathan Hernández y su pareja Laura Perilla, de la banda Electric Mistakes, su denuncia valiente ha llevado a que al menos 15 más se sumen con denuncias que demuestran un patrón de abuso y acoso. Jonathan no es el primero en la escena de la música independiente, las violencias contra mujeres han sido reiteradas. René Segura, Kike Egurrola, Hernán Cayetano. Este tema apenas comienza.

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