¿El resultado de las elecciones en Venezuela impactará a las del 2026 en Colombia?
Los presidentes de Colombia, Gustavo Petro; y Nicolás Maduro, en un encuentro pasado.
Crédito: Colprensa
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¿Tendrán un efecto la inesperada defensa de varias figuras del Pacto Histórico y el silencio del presidente Gustavo Petro? Análisis.
Por: Armando Neira
Quizás ni siquiera los miembros del Pacto Histórico que este domingo ‘salieron del closet’ para mostrar su afinidad con el régimen de Nicolás Maduro imaginaron el final de la jornada en la que, según el Consejo Nacional Electoral (CNE), bajo control chavista, Maduro ganó y seguirá en el poder seis años más.
Durante la jornada, algunos de ellos mantuvieron un pulso abierto con sus contradictores e incluso hasta con reconocidas voces que creen que no se puede defender lo indefendible. “No me quiero imaginar que pasaría en Colombia si después de cerradas las urnas, al órgano electoral se le cayera el software y solo anunciara resultados 6 horas después con el 80 % de los votos escrutados y dando un “inalcanzable” ganador”, escribió en sus redes el activista Beto Coral.
“Esto sumado a otras irregularidades como la restricción del acceso a los testigos de la oposición, injerencia de personal armado y la presencia de personas no autorizadas como miembros de mesa. Las consecuencias del fraude de 1970 serían una bobadita al lado de esto. El Chavismo seguirá 6 años, cumplirán al final de este mandato 31 años en el poder. “Democracia”, osan llamarla algunos incoherentes e hipócritas”, agregó Coral.
En efecto, aunque muchos sectores tenían la esperanza de que la oposición ganara y luego se caminara por una tranquila transición, también era natural alimentar el escepticismo por lo sucedido en la campaña: María Corina Machado, quien encarnaba la posibilidad de cambio, estaba proscrita para participar; a la profesora Corina Yoris, su posible sucesora, no la dejaron inscribir; la cara de Maduro aparecía 13 veces en el tarjetón.
Además, sólo estaban habilitados para votar 60 mil de los 7 millones de venezolanos que viven en el exterior. Los anteriores factores son, sin duda, tan irregulares como lacerantes para un sistema democrático.
El sonoro silencio del presidente Gustavo Petro
En este contexto, el silencio del presidente Gustavo Petro, que contrastaba con la entrada a la confrontación por parte de líderes del Pacto Histórico, creó una mezcla que le puede costar en el escenario nacional. “No se trata de respaldar o no a María Corina Machado; es entender que la alternancia del poder y respetar resultados electorales son propios de las democracias”, escribió la periodista Ana Cristina Restrepo.
También es cierto que la situación del presidente Petro es muy compleja. La línea de la frontera entre Colombia y Venezuela se extiende a lo largo de 2.341 kilómetros, un espacio poroso, selvático, desértico, por donde cruzan a diario miles de personas, entre ellos muchos de los actores armados que imponen la ley del más fuerte.
De hecho, en Venezuela están como en su casa los miembros del Comando Central del Ejército de Liberación Nacional, ELN; y de la Segunda Marquetalia. No es sencillo para el gobierno dar una opinión cuando desde allá apuntan sus fusiles ‘Antonio García’ e ‘Iván Márquez’, para citar solo dos casos.
Un disgusto de Petro a Maduro puede provocar casi de inmediato un adiós a la política de ‘Paz Total’.
Para mayor inri, Colombia ha sido receptora de tres millones de migrantes en un tiempo récord y de decenas de integrantes de la banda criminal del Tren de Aragua, alimentando así los niveles de inseguridad en las ciudades.
“El presidente de Colombia y aliado de Maduro, Gustavo Petro, ha elaborado un ambicioso plan para poner fin al conflicto civil que dura ya seis décadas, convirtiéndolo en una de sus iniciativas estrella. Bautizada como “Paz Total”, Petro está negociando con dos grupos que tienen profundas raíces en Venezuela, por un lado el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y por otro la Segunda Marquetalia, un grupo disidente nacido de las ya desmovilizadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)”, dice el experto Jeremy McDermott, de InSight Crime, un reputado centro de pensamiento.
“Ambos grupos cuentan con una parte significativa de su membresía en Venezuela, junto con una infraestructura logística y de obtención de ingresos crucial. Con la perspectiva de otros seis años de protección por parte del régimen de Maduro, es poco probable que estos dos grupos firmen algún acuerdo de paz con el gobierno colombiano a menos que se acuerden unos términos muy generosos (y, por tanto, políticamente inaceptables). Así pues, es probable que veamos no solo una presencia continuada de estos grupos en el panorama criminal colombiano, sino su fortalecimiento”, augura este analista.
“Esto se le volvió una ‘papa caliente’ al gobierno, en el sentido de que Gustavo Petro y en cabeza de su entonces embajador en Estados Unidos, Luis Gilberto Murillo, intentaron jugar un papel protagónico junto con ese país para poder generar unos diálogos de negociación entre la oposición y el gobierno de Nicolás Maduro”, dice el analista internacional Enrique Prieto Ríos.
“Hay una necesidad pragmática de mantener relaciones bilaterales con Venezuela, tanto por el flujo migratorio, como por el control de la frontera y por temas comerciales en un momento económico, además, muy difícil para Colombia”, dice Prieto Ríos. “Ahora cualquier camino que tome el presidente Petro, con lo ocurrido, tendrá un mal resultado para él y hacia el futuro el eco de esto aún será muy sonoro”, dice.
Una jornada grave para la democracia en el continente
Para el experto en comunicación política Carlos Arias, todo lo que podía salir mal este domingo salió mal, tanto para el presidente Petro como para los miembros del Pacto Histórico, que durante toda la jornada se dedicaron de una u otra manera a defender a Maduro o al sistema electoral venezolano, y a criticar a quienes públicamente defendían la necesidad de un cambio y respaldan a María Corina Machado. Incluso, Arias dice que para quienes guardaron silencio también habrá consecuencias.
“Lo sucedido con el silencio de varios militantes del Pacto, congresistas, activistas, en todo el país, es bastante grave -explica Arias-. Uno por el silencio de no haberse manifestado en contra de lo que claramente fue una intervención del gobierno chavista en los resultados de las elecciones, y no pedirle y no sumarse a la comunidad internacional de más de ocho países que ha reclamado que se haga un conteo y que se muestren todos los datos de las actas de las diferentes urnas de votación”.
Para Arias, esto es grave porque la democracia y el ejercicio de la democracia no es solo por Venezuela, sino por el eco que llegue a Colombia y por cuanto ha sucedido con el gobierno de Gustavo Petro en el manejo de la relación bilateral.
Arias recuerda que el presidente Petro salió a criticar a la Registraduría de Colombia y a defender a la de Venezuela; además, a quitarle la hechura de los pasaportes a la firma Thomas Greg & Sons. Aunque él explica que las motivaciones en estos dos casos por parte del jefe del Estado pueden ser muy particulares, el ciudadano de a pie puede creer que Colombia se está volviendo como Venezuela.
“En un contexto en el que hay una violación de todas las normas legales electorales venezolanas, en donde se suspende la página del Consejo Nacional Electoral, en donde escuadrones chavistas azotan diferentes calles y que guarden silencio puede ser por razones elementales interpretado como un silencio cómplice”, dice Arias.
Gabriel Cifuentes dice, por su parte, que entre los militantes del Pacto Histórico hay un equívoco al considerar que no pueden criticar a Maduro porque él se dice que es de izquierda. “El nivel de polarización es tan absurdo que ser de izquierda debe equivaler a apoyar al gobierno de Venezuela. Y no. Perdón, se puede ser progresista o incluso socialdemócrata y reconocer que la deuda democrática y humanitaria en el vecino país es un problema y es real”, dice.
Para Cifuentes los resultados de lo que lo que pasó en Venezuela, “lamentablemente vaticinados por muchos y no por el número de votos sino por las tramoyas advertidas una y otra vez, tendrán seguramente un efecto político en Colombia”:
1. La derecha utilizará esa burda manipulación del sistema para señalar que algo parecido podría ocurrir en 2026.
2. Atacarán al gobierno y sobre todo al presidente por su respuesta demorada y que contrasta con la posición asumida por otros líderes de izquierda.
3. Acusarán al gobierno de ser cómplice del régimen venezolano y anuente con la crisis que allá se vive.
Cifuentes enumera los problemas existentes entre los dos países: Migrantes, procesos de paz en donde Venezuela es un facilitador, problemas de narcotráfico, dependencia energética y una balanza comercial que aún no se recupera. “Es entendible que la posición que asuma Colombia deba sopesar todos estos factores, pero no reconocer lo que está sucediendo también tiene un impacto inmenso para efectos de nuestra propia política interna”, dice.
Gonzalo Araújo, de la firma Orza, dice que, en lo electoral, sin duda tendrá consecuencias, pues Nicolás Maduro, según encuestas, tiene tan solo 3 por ciento de aprobación en Colombia. “Todo aquel que sea identificado con Maduro y el Régimen sin duda va a cargar el desprestigio”, advierte.
Para Araújo, los sistemas electorales son imperfectos, algunos por errores humanos involuntarios y otros por fraude. “Pero la imperfección no puede llevar al burdo desconocimiento de lo que pasó, como sucedió en Venezuela y algunos activistas del petrismo quieren hacer ver”.
Eso sí, advierte Araujo: “El oportunismo político de algunos en Colombia les traerá factura, en especial aquellos que sin haber sido invitados por algún órgano de observación fueron a una dictadura de observadores. Los procesos de verificación también tienen sus protocolos y es importante seguirlos para que el seguimiento a las elecciones sea legítimo”, concluye.