A la derecha colombiana se le metió al rancho una nueva jugadora, que está causando estragos en su campo. Se trata de Vicky Dávila, la directora de la Revista Semana, de propiedad del empresario Gabriel Gillinski. Desde ese medio ella se ha proyectado como la gran opositora al gobierno de Petro y en las encuestas ya empieza a aparecer por encima de todos los demás precandidatos de la derecha.
Como era de suponerse, su inesperado aterrizaje tiene a las huestes uribistas en shock y los más descontentos con estos movimientos telúricos son los precandidatos de ese partido. Sin excepción, la consideran una intrusa y una advenediza que anda en la tarea de ver cómo logra ser la ungida por Uribe. No se la pasan ni en pintura, pero ninguno se atreve a cuestionarla en público, porque le temen. Saben que si la exponen pueden terminar triturados por un medio tan poderoso como Semana.
Para evitar represalias solo se atreven a hablar mal de Vicky en la trastienda: “Si Uribe termina escogiéndola como su candidata, me salgo del Centro Democrático y me voy por firmas”, me advirtió uno de los precandidatos que me pidió que no dijera su nombre. Otro que también me pidió que no lo identificara me confesó que la llegada de Vicky había convertido la carrera hacia presidencia en una pelea muy desigual porque mientras a todos les tocaba hacer su campaña sin megáfono, “Vicky tenía uno para ella sola”.
El hecho de que la directora de Semana sea la figura de la derecha que más puntea en las encuestas refleja la profunda crisis de la política y de los medios que vive Colombia. Pero también revela la crisis que padece la derecha. El hecho de que ninguno de los candidatos ni el jefe del partido sea capaz de confrontar a esta candidata inesperada, ni de desenmascararla por haberle cambiado las reglas del juego, evidencia una falta de agallas que juega a favor de Vicky quien parece tener hoy la sartén por el mango. Ella está jugando en su cancha e imponiendo sus propias reglas y está volviendo normal el que a los candidatos uribistas les toque hacer política por las vías convencionales, mientras ella, la reina de la colmena, la hace desde un cohete que la propulsa y que se llama Semana.
Vicky sabe además que aterriza en una derecha en declive que ya no tiene el brillo de antes. Esa derecha de hoy no ha podido recomponerse desde que sucedieron dos hechos: la desaparición de las Farc que dejó sin discurso al uribismo y el juicio que enfrenta el expresidente Uribe por los delitos de fraude procesal y soborno a testigos. De un tacazo la derecha se quedó sin jefe natural, sin discurso y sin arrestos para hacer oposición. El uribismo que tanto estigmatizó a todo lo que le oliera a izquierda, hoy anda errante por los pasillos del poder, sin el lustre de antaño y disparando para el lado de la radiola. Su voz está ausente de los grandes debates de control político y su jefe natural, el expresidente Uribe anda más preocupado por sus líos judiciales que por el futuro del Centro Democrático.
Para colmo, sus candidatos no emocionan. En la primera línea está Miguel Uribe, un político con abolengo que entró al Congreso con el título de haber sido el congresista más votado de la lista del Centro Democrático. La derecha vieja que adora los delfines, le puso todo en bandeja, pensando que era el candidato para aglutinar el antipetrismo. Consiguió el respaldo de Manuel Santiago Mejía, un reconocido empresario antioqueño, dueño del periódico El Colombiano. En compañía de otros empresarios de Bogotá y Medellín, Mejía lideró una vaca con el fin de contratar a Lester Toledo, uno de los asesores del presidente Bukele de El Salvador para que por 100.000 dólares mensuales, convirtiera a Miguel Uribe, de aquí a diciembre en el Bukele colombiano. Hasta ahora, todo ha sido un costoso fiasco porque el nombre de Miguel Uribe no despega en las encuestas.
Hay candidatas que hace rato esperan en esa fila india como Paloma Valencia, sin duda, una las congresistas más juiciosas y disciplinadas. Ella ha apoyado al Gobierno en unos temas pero se ha opuesto en otros con argumentos de peso. Paloma representa a una derecha más estudiada y sensata que la que abandera María Fernanda Cabal, la candidata más radical y la trumpista del grupo. Sin embargo, a pesar de que María Fernanda Cabal usa la red X para divulgar trinos delirantes, su nombre tampoco despega en las encuestas.
De ese uribismo feroz e implacable que le respiró en la nuca a Santos no queda mayor rastro y ese vacío lo fueron ocupando Semana y su directora Vicky Dávila. Ella cumple a la perfección las dos condiciones para ser la candidata de la derecha: profesa un odio contra Petro y contra Juan Manuel Santos, dos Némesis que han sido parte de los odios que ha movido la derecha.
A diferencia de los candidatos que tiene la derecha en el partidor, Vicky emociona porque su discurso antipetrista apela al odio, al miedo y a los clics. Su consigna es simple: Petro es el enemigo número uno de los colombianos de bien y es el causante de todos los males del país. Es, además, una candidata temida porque nadie se atreve a decirle nada por estar haciendo política desde una revista y por el contrario ella sigue subiendo en las encuestas. Está claro que la política se volvió un circo y que Vicky no va a renunciar a su cohete. Ella seguirá montada sobre él hasta que se convierta en la candidata inevitable de la derecha.