Si el pasado 14 de julio no fue el día más triste en la historia del fútbol colombiano, pega en el palo. La Selección Colombia perdió la final de la Copa América y con ella el invicto más largo de su historia; aunque a todas luces cumplieron, la ilusión de ver a esta generación dorada alzando un título tendrá que esperar. Lo triste es que este decoroso papel que hicieron los dirigidos por Néstor Lorenzo pasó a un segundo plano por la mala organización de la Conmebol para el ingreso al partido, el pésimo comportamiento de los hinchas, en su mayoría colombianos, que buscaron colarse a como diera lugar y, en especial, el vergonzoso comportamiento del presidente de la Federación Colombiana de Fútbol y su familia. Ni siquiera en nuestro mejor momento deportivo podemos ser noticia por las buenas actuaciones.
El presidente de la FCF y su hijo protagonizaron un nuevo caso de “Usted no sabe quién soy yo” pero, como si la escena fuera producida por Dago García, fue a modo El Paseo 4: versión Miami.
Según El 'Nuevo Herald', aunque el caso sigue abierto, Ramón Jesurún y su hijo, Ramón Jamil, tuvieron que pagar una fianza luego de que la Policía los detuvo por presuntamente golpear y patear a un guardia de seguridad y agredir a otros tres durante la final de la Copa América. Una de las víctimas de la agresión de los Jesurún fue Daphne Aguste, una mujer de 28 años. Según la versión, todo esto pasó luego de que uno de esos guardias no dejara bajar a la cancha a la familia Jesurún. Una gran comitiva compuesta por hijos y nietos y que, en estricto sentido, en su mayoría no tendrían por qué bajar a la premiación. Únicamente deben tener acceso quienes tiene escarapela.
El arresto de padre e hijo le dio la vuelta al mundo. El video de la audiencia muestra cómo cambiaron el amarillo de la Selección Colombia, vistiendo el uniforme color naranja que se hizo famoso en las cárceles y en la serie Orange is the New Black. Desde la época de Willington Ortiz no se veía a algún representante de la Selección usando el color zapote.
Entretanto, la Federación Colombiana de Fútbol emitió un escueto comunicado en donde lamentaba lo sucedido y argumentó que nuestro presidente de la FCF había actuado “impulsado por su instinto paternal”. Poco se puede esperar de la entidad que sacó de su bolsillo la plata para pagar la multa por la que la SIC halló culpable a Jesurún por ser un revendedor de boletas. A esta justificación a la violencia se suma que la Dimayor también se solidarizó con la familia Jesurún e incluso, varios periodistas amigos salieron a defender al dirigente de fútbol asegurando que la familia entera era víctima del caso y que “Ramón es una persona intachable”.
Por lo que se sabe del caso, la víctima es un guardia que está en el hospital, no en la FCF. Esto no es un caso menor y no se puede, así muchos lo quieran, ver como tal. Ese fatídico domingo en el condado de Miami Dade se abrió un caso en el cual Ramón y Ramón Jamil Jesurún tendrán que comparecer.
No olvidemos que en agosto de 2011 Hernán Darío “el Bolillo” Gómez, saliendo borracho de un bar de salsa en Bogotá, le pegó a una mujer con la que había salido aquella noche. Una semana después se vio obligado a renunciar luego de las presiones de varios sectores de la sociedad pero, en especial, de los patrocinadores de la Selección de fútbol. Caso similar ocurrió con Sebastián Villa, quien siendo jugador de Boca Juniors fue denunciado por su pareja por abuso. Desde entonces Sebastián Villa no volvió a ser convocado en la Selección. Decisiones que parecen obvias pero que en su momento fueron ridículamente discutidas.
Ahora, como lo mostró el periodista Alejandro Pino, el Decreto 1128 de 1995 —el que desarrolla la Ley del Deporte— establece en el artículo 39 que la inspección, vigilancia y control a la que están sometidos los organismos asociados al deporte se ejercerá mediante 8 causales. La 5 dice que se deberá solicitar a las autoridades competentes la suspensión temporal de los miembros de los órganos directivos, administradores y de control, cuando medie investigación disciplinaria o penal, y exista pliego de cargos o vinculación formal al respectivo proceso penal.
Entendiendo, por los casos mencionados, que la Selección Colombia no puede ser lugar para agresores, y mucho menos agresores de mujeres, lo mínimo que debería ocurrir es que Ramón Jesurún dé un paso al costado y renuncie a la presidencia de la Federación Colombiana de Fútbol. Claro está, con el nefasto precedente que dejó la sanción de la SIC por el escándalo de la reventa de boletería, intuyo que pocas consecuencias habrá. No es lo normal, pero es lo tristemente habitual.
Triste ver cómo la gran presentación de la selección pasó a un segundo plano. Si la cabeza de la FCF se comporta de esa forma, se vuelve más difícil exigirles a los aficionados un buen comportamiento.
De seguir todo igual, habrá que ver cómo se desarrollará lo que resta del caso. Hay un proceso abierto en Miami y para el Mundial 2026 la familia Jesurún podrá estar en Estados Unidos, México y en Canadá, o encanada, no sabemos.