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Avanzar en la salud mental debe ser prioridad para el desarrollo en Colombia
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Los problemas mentales pesan mucho sobre las sociedades y las economías. Su carga puede ascender hasta el 4 por ciento del PIB. Sin embargo, los gobiernos poca atención le prestan a semejante problema. El médico psiquiatra José A. Posada Villa analiza el tema para CAMBIO.
Por: José A. Posada Villa
Diferentes estudios han demostrado que las afectaciones mentales están asociadas con una productividad reducida, tasas más altas de desempleo y otros impactos económicos. En un estudio reciente, el Foro Económico Mundial indicó que los trastornos mentales podrían costarle a la economía mundial aproximadamente 6 billones de dólares de aquí a 2030 (2022).
Un conjunto sólido de evidencia científica indica que integrar una buena salud mental se asocia con un mayor desarrollo. A pesar de esta evidencia creciente, gobierno, financiadores de atención en salud públicos y privados, aseguradores y proveedores de atención médica tardan en reconocer las necesidades de salud mental como determinante del desarrollo, comparable a otras prioridades en políticas públicas.
Los marcos para comprender y evaluar el desarrollo propuestos por economistas y científicos sociales han pasado de un enfoque monetario hacia el uso de políticas multidimensionales e indicadores no monetarios para evaluar la pobreza. El ingreso ya rara vez se considera un indicador adecuado y los teóricos de la pobreza son cada vez más conscientes de que definirla implica hacer juicios de valor sobre lo que constituye una buena calidad de vida. En consecuencia, las evaluaciones subjetivas de “bienestar” han reemplazado las mediciones tradicionales de pobreza relacionadas con los ingresos.
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La Organización Mundial de la Salud ofrece una descripción amplia e inclusiva de la salud mental como un estado de bienestar en el que la persona es consciente de sus capacidades, puede afrontar el estrés normal de la vida, trabaja de manera productiva y contribuye a la comunidad.
En 2015, la salud mental fue incluida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Por otra parte, las publicaciones sobre salud mental de la Ocde y el Banco Mundial estudian la carga poblacional de los trastornos mentales y mecanismos para mejorar la promoción de la salud mental y la prevención de los factores de riesgo, medir el desempeño de los servicios y recomendar mejores prácticas en las políticas de salud, empleo, educación y bienestar social, al promover un enfoque más integrado de las políticas de salud mental.
Estos enfoques del desarrollo son compatibles con la inclusión de la salud mental, como se puede observar en el documento Mental Capital and Wellbeing: Making the most of ourselves in the 21st century del Foresight Programme in the UK Government Office for Science.
Actualmente, los economistas han pasado del utilitarismo clásico, fundamentalmente en términos de ingresos, a un neo utilitarismo apoyado en ciencias como la psicología y la sociología, con una mirada más amplia del desarrollo.
También el concepto de capacidades desarrollado por Amartya Sen muestra las desventajas que experimentan los individuos en la sociedad y enfatiza la importancia de las barreras sociales, económicas y ambientales para la igualdad y la salud, entre ella la salud mental.
Las definiciones actuales de salud mental se acercan más al concepto de florecimiento humano, que es fundamental para la teoría de la capacidad, e implican tanto factores cognitivos como afectivos y comportamentales, manteniendo un enfoque en el contexto de factores sociales y estructurales.
Si las conexiones entre la salud mental y la capacidad de “elegir” o tomar decisiones se enfatizan, los resultados se vuelven más significativos. Aspectos de la salud mental relacionados con el miedo al fracaso, la toma de decisiones y la percepción de falta de sentido de la vida ayudan a proponer la salud mental como mediadora en la conversión de capacidades en logros.
Los problemas mentales pesan mucho sobre las sociedades y las economías. Su carga puede ascender hasta el 4 por ciento del PIB. Las personas con afectación mental tienen peores resultados educativos, laborales y de salud física que aquellos con buena salud mental y, sin embargo, dos tercios de las personas que buscan atención, informan dificultades para conseguirla. Tanto los defensores de la salud mental como los de las capacidades, sostienen que la calidad de vida es tan importante como la cantidad de vida.
La evidencia disponible permite abordar desde la salud mental aspectos fundamentales del desarrollo como la consolidación de la paz, la justicia social, el manejo del cambio climático, la equidad o el trabajo digno.
El énfasis dentro de la investigación en salud mental no está en los “pobres felices” (es decir, en la adaptación) sino en la correspondencia entre la privación y la falta de salud mental.
Los beneficios financieros de invertir en salud mental a largo plazo, en el empleo, el trabajo, la productividad, la educación, la seguridad social, la justicia y los servicios sociales, han sido ampliamente documentados en países desarrollados.
A pesar de la clara interacción entre salud mental y desarrollo, la salud mental sigue siendo una preocupación limitada, incómoda o ausente dentro de paradigmas y prácticas de las políticas públicas.
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A manera de conclusión, hay que decir que todos los países pueden considerarse países “en desarrollo” en el contexto de la salud mental, ya que todos están rezagados a la hora de abordar la creciente carga de esta.
Dentro del marco de capacidades, tanto la salud mental como el desarrollo, se beneficiarán de una integración más estratégica, que no tiene por qué disolver la distinción entre los dos sectores. Se debe acelerar la búsqueda de mejores intervenciones en salud mental y fomentar una alineación más eficaz entre la salud mental positiva y el desarrollo.
Para avanzar hacia un futuro en el que las personas y las comunidades florezcan, es necesario que los líderes y las instituciones integren la salud mental en el desarrollo. Y si bien este proceso lleva tiempo, hay que empezar a recorrer el camino.
* Observatorio de Salud Mental Positiva, ICSN Clínica Montserrat Hospital Universitario