Daniel Coronell
15 Junio 2025 03:06 am

Daniel Coronell

MATANDO LA PISTA

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Preservar la vida del sicario, darle garantías de seguridad a su familia y cuidar las evidencias en la escena del atentado, además de obligaciones legales, son acciones necesarias para investigar un crimen. La historia de Colombia está llena de asesinatos de pistoleros para tapar la cadena de intermediación que conduce a quienes dieron la orden. El primero de ellos, con registro fotográfico, es Juan Roa Sierra, el hombre que mató a Jorge Eliécer Gaitán y fue linchado minutos después. La muerte del asesino borró la pista y alejó al país de la verdad para siempre.

Al candidato presidencial Carlos Pizarro lo mataron en un avión en vuelo. El sicario no actuó solo. Alguien dejó una subametralladora escondida en el baño de la aeronave. Inmediatamente después de que Gerardo Gutiérrez, alias el Chaque, disparara contra Pizarro, un escolta mató al pistolero. Así se borró el rastro que conducía a la alianza entre miembros del Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, y los paramilitares. El escolta que mató a Gutiérrez, llamado Jaime Ernesto Gómez Muñoz, está condenado en dos instancias como coautor del magnicidio.

A Bernardo Jaramillo también lo mató un adolescente. El gatillero Andrés Arturo Gutiérrez Maya, alias JJ, no fue abatido en el lugar del crimen. Como era menor de edad, fue recluido en un centro de detención de menores. Durante una salida autorizada lo mataron. El cuerpo del muchacho y el de su padre fueron encontrados en el baúl de un carro. Años después, se supo que con gastos reservados del DAS se hicieron giros a la mamá y al hermano del sicario, mientras estaba detenido. Nadie sabe por qué le pagaban, pero lo cierto es que nunca habló.

El adolescente que disparó contra el senador Miguel Uribe es la principal pista para dar con los determinadores del atentado. Los minutos siguientes a su captura, grabados por un ciudadano con su celular, dejan ver las presiones para evitar que hable y las amenazas a la integridad física del capturado. Varias de esas imágenes merecen una explicación por parte de las autoridades.

La secuencia se inicia con el pistolero reducido, herido y en el piso, diciendo que estaba dispuesto a hablar, señalando a alguien a quien llama “el man de la olla”, mientras quienes lo rodean tapan su voz con insultos. Cuando susurra el señalamiento al “de la olla” un hombre, posiblemente miembro de uno de los organismos de seguridad, le atenaza el cuello, interrumpe sus afirmaciones y le propina un puñetazo. 

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¿Por qué lo hizo? ¿Por qué golpear a un hombre que ya está inmovilizado y esposado? ¿Se dejó llevar por las emociones? ¿Fue simplemente una conducta poco profesional? ¿O quería impedir que siguiera hablando?

La secuencia continúa y vuelve a mostrar al presunto hombre de seguridad gritándole a otro transeúnte “Manos arriba… Al piso, quieto, al piso, manos atrás”. Las imágenes muestran que, al menos momentáneamente, hubo otro detenido en el lugar donde fue aprehendido el pistolero. Sin embargo, los informes judiciales no registran este hecho. Se desconoce la razón del arresto y de la pronta liberación. 

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Unos segundos después, el pistolero continúa diciendo “yo les digo quién fue”. La respuesta son nuevos insultos. Alguien exclama “¿Quién fue? ¿Quién fue?”. El adolescente replica “Déjenme darles los números”. En medio de la gritería, el mismo hombre de seguridad —tan exaltado unos segundos antes— se acerca y con suavidad susurra algo en el oído del capturado. 

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El testigo sigue grabando con su celular. El hombre de seguridad tiene el pie innecesariamente puesto sobre la cabeza del adolescente esposado, mientras se oyen insultos y amenazas. De repente, alguien empuja al de seguridad, con lo cual, quita el pie de la cabeza del sometido y el recién llegado la emprende a patadas contra el cráneo del pistolero. 

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Luego se ve al de seguridad poniendo la mano sobre el pecho del espontáneo linchador para frenarlo. El hombre, en una frase que no queda clara, incluye la palabra “puñalada porque se la gano”. “Evítese problemas”, dice el primero. El recién llegado responde “Problemas de qué, yo no tengo nada que perder. Hijos de puta, acostumbrados”. 

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El hombre sigue golpeando al sometido de manera tan insistente que el de seguridad le pregunta “¿Por qué lo quiere joder, si ahí está esposado, o es que tiene que ver algo usted ahí?”. 

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El agresor, presuntamente espontáneo, quedó grabado y entrevistado por el periodista Camilo Andrés Galán de Noticias Uno. Una pista que deberían seguir los investigadores. 

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