Daniel Samper Ospina
7 Agosto 2022

Daniel Samper Ospina

EN EL TRASTEO DE DUQUE

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Atardece en Bogotá y la oficina del presidente Duque es un caos de cajas a medio empacar.

—¿La camisa negra con puntos blancos dónde va, presidente? ¿En la caja de juegos o en la de ropa? —pregunta su consejero Víctor Muñoz.
—Creo que en la de juegos, al lado del dominó, pero pregúntale al alto consejero para Trasteos Presidenciales, Vic —responde el presidente.
—¿Y esto? —indaga ahora Hassan Nassar, mientras muestra una camisa color caqui.
—¡Mi camisa de Indiana Jones! —exclama con alegría—. ¡Al fin apareció! Pongámosla al lado del traje de foamy de María Juliana, con cuidado, por favor.

A pesar de la agitada labor de quienes ayudan en el trasteo, un aire de melancolía se respira en Palacio. Son los últimos instantes de todos estos jóvenes díscolos en el poder. En unos cuantos días la vida de todos ellos cambiará. Algunos regresarán a su humilde casa de siempre, como la vicepresidenta Ramírez. Otros, a su nueva mansión, como el exdirector del DPN, Luis Alberto Rodríguez. El presidente Duque, entre tanto, imagina lo que sucederá con su vida laboral a partir del 8 de agosto: tratará de conseguir trabajo como narrador de goles ora en Win Sports, ora en el canal del Dique (que procuró licitar entre los suyos hasta último momento para quedar con un canal amigo, como todo expresidente); dictará clases en la Universidad Militar: no en vano sabe hablar a la tropa en ese ronqueto tono de voz que militares y habitantes del planeta Melmac reconocen de inmediato. Y aguardará el resultado de las pruebas a las que se sometió esta semana en la emisora Tropicana, donde buscan un imitador para las voces de Uribe y de Petro.

—¿Dónde están los estuches de las guitarras? —pregunta el comisionado para las Guitarras.
—¿Alguien ha visto la caja donde van las naranjas? —indaga, acelerado, el ministro de Agricultura, encargado de empacarlas.
—¿Las millas del hermano Andrés se meten en este bulto? —pregunta, solícito, Juan Pablo Bieri.

Exhausto por las emociones, el presidente pide por primera vez brandy y se toma una pausa. Se recuesta en el sillón presidencial. Respira. Parece mentira que el tiempo se haya pasado como su hermano Andrés: volando. Apenas ayer tomaba juramento en medio del conciliador discurso de Ernesto Macías y ordenaba a la caravana presidencial que se detuviera en una bomba de gasolina para comerse —juvenil e inmune a los mareos del poder— un rico perrito caliente acompañado de su íntimo amigo, el tocayo de su santidad Jorge Mario Eastman.

—En esas cajas de allá guarden todos los libros que escribí en estos cuatro años —pide.
—No caben, presidente —le dice el viceministro de Creatividad. 
—Sé creativo, como siempre te digo: usa más cajas, hasta la Caja Nacional del Ahorro. 
—¿Los guardamos por orden alfabético o por colores?
—Por género…
—¿Es decir libros hombres y libros mujeres? —se atreve la ministra de Cultura.
—Los que son de colorear, en la primera caja; los de stickers, en la segunda. Y así. Ni yo sabía que había escrito tantos libros mientras era presidente —se jacta.

Y tenía razón: ni siquiera Andrés Pastrana dejó una obra intelectual tan voluminosa. Sabe ahora que en los años que le quedan de vida se dedicará a gobernar, dado que en los que tuvo de gobierno se dedicó a escribir. 

A pesar de la nostalgia, la algarabía continúa en el salón.

—Presidente: ¿qué hacemos con todo lo que hay en el set del estudio de Prevención y Acción?
—Donádselo a los niños pobres.
—¿Por qué hablas así, Iván, como español? —lo reconviene su mano derecha, la doctora María Paula Correa, que ingresa a escena.
—Como prócer, dirás, María. Porque aún soy el presidente. 
—Precisamente de eso quería hablarte: ¿revisaste la lista que te pasé con los candidatos para las notarías?

El presidente saca un papel del bolsillo: 

—Sí, me gustaron —dice, y la lee en voz alta—: Otoniel, la Negra, Falcon, Gonzalito, Siopas…

—No: esa es la lista del Clan del Golfo —aclara la doctora María Paula—: en la que te pasé estaban la esposa de Juan Diego Gómez y unos recomendados del presidente Uribe…  
—¡Cuidadito, Chiquito malo! —exclama el presidente.
—No lo llames así…
—Es lo que dice en el papel —se defiende el mandatario.
—Ah, sí: eso también lo debes decir ante los medios, pero no te confundas… Como la vez que mezclase la lista de políticos metidos en escándalos con la de futuros nombramientos en embajadas —recuerda, divertida, la doctora María Paula.

El presidente sonríe, con nostalgia. Mientras tanto, los altos comisionados empacan y arrastran cajas por la alfombra roja que la doctora María Paula ordenó estirar como homenaje a los primeros enseres del país. 

—Presidente: el alto comisionado para Trasteos acaba de renunciar —informa, alarmado, Hassan Nassar.
—Poned como encargado a Juan Camilo Restrepo —ordena el mandatario, sereno y sin titubeos.
—Presidente: ¿dónde van estos crocs? ¿Con la chaqueta de policía? —pregunta Víctor Muñoz. 
—No son míos, Vic —dice el presidente.
—¿Y este gorro ruso? —insiste.
—En la caja de cosas para la cabeza, con las tinturas.

Respira de nuevo. Toma fuerzas y se reincorpora. Sabe que, además de coordinar el trasteo, le espera una agenda apretada hasta las tres de la tarde del siete de agosto. Porque ha de trabajar por la patria hasta el último instante de gobierno y aun le falta asignar el contrato de medicinas para los Char; firmar el contrato de la vía Buga-Buenaventura; atender cinco entrevistas y dos auto entrevistas. Y ofrecer 52 medallas a Jorge Celedón, Gustavo Gutiérrez, Chiche Maestre y 45 personas más: quizás a Siopias y a Gonzalito si confunde de nuevo las listas.

Bebe el último sorbo de brandy y se reincorpora. Mientras recibe las instrucciones de agenda de la doctora María Paula Correa, se le escapa una sonrisa.

—Qué bien que haya aparecido mi camisa caqui —exclama. 

Y se pone manos a la obra.


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