Beatriz Ordóñez, nuestra decimera existencialista, acabó contagiándose del espíritu electoral. Y como su casa campesina es un pequeño zoológico, trasladó allí las actividades propias de los tiempos de debates, alianzas y aspiraciones burocráticas. Este es un informe rimado de lo que ocurre en sus predios.
Ya vienen las elecciones,
y en mi casa las mascotas,
que no soportan derrotas,
alistan postulaciones,
propuestas y coaliciones.
Como buenas entendidas
en marrullas y salidas,
han afilado los dientes.
Han de ser muy diligentes
o no saldrán elegidas.
La primera de la lista
es mi perra remolona,
avispada y muy mandona,
intensa y oportunista.
Sería buena congresista
pero, al ser líder innata,
tal vez escoja, avivata,
ser fiscal o presidenta;
así podrá, muy contenta,
tener poder a la lata.
Ina es la gata más buena
que ha dado esta bella tierra.
Ella no entiende de guerra
y es cariñosa y serena.
Esto lo digo sin pena:
la que manda fieramente
sin duda y muy seriamente,
es ella, nadie lo objeta.
Su voluntad se respeta:
será una jueza valiente.
Y falta la zarigüeya.
De ella qué puedo decir:
un día le dio por venir
a comer y a dejar huella.
Es la bichita más bella
que uno pueda imaginar;
las mascotas, sin dudar,
nombrarla, determinaron,
jefa ad hoc y la encargaron
de todo asunto espinoso,
difícil o peligroso.
Mejor dicho, coronaron.
- Beatriz Ordóñez