Daniel Samper Ospina
20 Febrero 2022

Daniel Samper Ospina

RAZONES PARA ESCAPAR A UCRANIA

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Tomé la decisión de comprar pasajes para largarme a Ucrania en la mañana del viernes, poco antes de que Paola Ochoa, la Ariadna Gutiérrez de la política nacional, retirara su postulación como vicepresidenta apenas 72 horas después de haberla anunciado, y luego de haber escuchado al senador Laureano Acuña en W Radio, cuando explicaba que la expresión “te embuto 70 mil votos ahí, mi hermano; tú vota ahí y yo te boto un billetico, mi vale” en realidad significaba “hemos de pregonar nuestras ideas ante el pueblo Caribe para que, en el más prístino ejercicio democrático, nos concedan el honor de guiar su destino, acaso iluminados por la diosa Temis”. El problema radicó, según explicó en radio, en una confusión lingüística entre el argot costeño y la lengua cachaca, algo semejante a lo que le sucedió en su momento a Íngrid Betancourt cuando dijo que las mujeres se hacen violar, porque, al pensar en francés y en español, los cables se le cruzaron. El senador Acuña, pues, habla a la vez en cachaco y en costeño y se le rebulleron los idiomas en la cabeza y por ese motivo fue malinterpretado. Pobre.  

Hasta entonces, mi agotada humanidad venía soportando el peso de unos días cargados de noticias inverosímiles: ya no digamos los ardientes chats de Álex Char, salpicados de insinuaciones en inglés, as always, sino las clásicas noticias domésticas que suceden en Polombia: Martuchis pidió al autoproclamado presidente Juan Guaidó la extradición de Aída Merlano, y el mandatario de Narnia respondió que ya la está adelantando ante las autoridades pertinentes (que en términos prácticos son su mamá y sus dos tías); Germán Vargas Lleras escribió un trino al candidato David Luna en que le dice,  cito textual, que “no es cierto que yo a usted lo vea todos los días ni que esté listo para lanzarme”, de lo que se deduce que David Luna se la pasa pregonando la mentira de que son íntimos. Lo comprendo. Yo hacía lo mismo en el colegio con los que iban unos grados más arriba y estaban en la banda de guerra o en el equipo de fútbol. 

—Yo me veo todos los días con Germán; de hecho, vengo de su finca de Tenjo; le estaba llevando unos cascos para que los escoltas no lo demanden.
—Ya, David, soy tu esposa. He estado contigo todo el día. No me tienes que decir mentiras. 

Entre tanto, Vargas Lleras se reunía —eso sí— con Alejandro Gaviria, porque el excandidato, ustedes lo conocen, no da puntada sin dedal, si me dejan decirlo de ese modo. 

Soportaba esas noticias, digo, y algunas otras (como el “tatequieto” que le lanzó Duque a Putin en su viaje a Europa), hasta que a finales de la semana comprendí definitivamente que el país no era viable. Para entonces ya se conocía la noticia de que la fórmula vicepresidencial del Rodolfo Hernández era Paola Ochoa, que en sus primeras declaraciones advirtió que ella no sabía nada de temas de Estado, pero que, como buena periodista, cualquier cosita le preguntaría a los expertos. 

—¿Aló? 
—¿Sí?
—Es que necesito consejos para manejar el asunto de Venezuela, porque el doctor Hernández también me puso de canciller.
—Pues monte un concierto en la frontera o hable con alguien que sepa, Paola: soy Iván Duque.

Aunque vale decir que la designación del ingeniero tenía sentido, porque la fórmula vicepresidencial debe ser un complemento, y no una imitación, del candidato, y el ingeniero necesitaba el contrapeso de una mujer joven que no dijera groserías ni le diera golpes a los demás, ni tuviera implantes de pelo ni pecas en las manos ni se echara henna color canela. Ni levantara pesas. Ni fuera ingeniera. Ni tuviera cuenta de Tik Tok: es decir, Paola Ochoa. 

Pero, llegado el viernes, mi paciencia se derrumbó cuando —como decía al comienzo— en menos de una hora escuché las declaraciones bilingües de Laureano Acuña, y Paola Ochoa declinaba la fugaz aspiración porque, según decía, quería proteger su intimidad, para lo cual relataba sin necesidad alguna, y con lujo de detalle, sus más recientes vicisitudes matrimoniales.

No lo pude soportar. Ya era demasiado. Polombia es el único país del mundo en que una candidata vicepresidencial dura lo mismo que un billetico en las manos de Laureano Acuña en época electoral. Qué ganas de ser el hermano de Duque para largarme de viaje, me lamentaba: ir a Luxemburgo y a París; hospedarme en los mejores hoteles de cada ciudad; esquiar en la nieve el fin de semana: ¡no gastar ni siquiera en las achiras del avión!  Y me lancé entonces a comprar pasajes aéreos a cualquier destino, Haití o Bolivia, para ofrecerle a mi familia un futuro mejor.

Pero por culpa de la devaluación los precios estaban por las nubes y los únicos tiquetes decentes eran con destino a Ucrania: todos los demás costaban lo que 70 mil voticos en unas elecciones. Sin pensarlo dos veces, compré cuatro pasajes a Kiev, pero, como siempre me sucede en materia de transacciones digitales, terminé pidiéndole ayuda a mi esposa. 

—¿Pasajes a Ucrania? ¡Estás loco! ¡Si Duque está trayendo a los colombianos que viven en Ucrania!
—¿Hay colombianos que viven en Ucrania?
—Debe de haber…
—Pues intercambiemos casas con ellos…

Me explicó entonces la situación de mis nuevos compatriotas, el riesgo inminente de ser invadidos, su peligro mundial, y me aclaró que en cuestión de horas se podía desatar una guerra nuclear.

—Pero Putin tiene los minutos contados, como Maduro —le dije—; y, suceda lo que suceda, en Ucrania los candidatos se postulan por más de 72 horas, nadie sabe quién es Juan Guaidó y Laureano Acuña no es presidente de la comisión de ética de ninguna entidad.

Pero para aquel momento mi esposa ya había apagado el computador y la única esperanza que me quedaba para viajar era pegármele a David Luna en su próxima visita a Tenjo. Para llevarle cascos a los escoltas de Germán. Que el otro día me dijo que está que se lanza.


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