Daniel Samper Ospina
5 Febrero 2022

Daniel Samper Ospina

SUCIO COMO CHAR

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Esta semana pensaba redactar una carta al papa Francisco para prevenirlo del diluvio de solicitudes de precandidatos que pedirán audiencia ante la Santa Sede: los miembros de la Coalición de la Esperanza que llegarían cada uno con una letra morada al hombro para simular una frescura vieja, digna de un grupo musical pasado de moda: diría que Mocedades, pero en Mocedades había mujeres; a lo mejor una banda de tributo a Menudo. Fico Gutiérrez, que enfundado en una camiseta de la Selección Colombia, y con la greña trasera al viento, haría pensar al papa que está recibiendo una delegación de futbolistas. Y, claro, don Rodolfo Hernández, nuestro amoroso Trump de Piedecuesta:

—Que el Señor te acompañe —diría el sumo pontífice.
—Allá en Colombia yo me hago desgüevar por el Señor porque allá en Colombia todo es una robadera…
—Arrodishate…
—Al que no se arrodille le pego su tiro, hijueputa.

Y, sin embargo,  se me atravesaron en el camino los chats que se cruzaba Álex Char con Aída Merlano y, queridos amigos, mi plan se echó a perder: ¿existe acaso algún tema más urgente para Colombia que el de aquel romance? ¿No merece recibir consejos sentimentales el Papi Char, por más de que su pasado político resulte tan sucio como la cachucha con que duerme?

Porque don Álex Char podrá ser un político frívolo y turbio, pero detrás de él hay un hombre que sufre, cuyos sentimientos, como los votos comprados, también cuentan.

Recuerda uno cuando Álvaro Uribe se enamoró de Clarita López y le dedicaba poemas de amor con sugerencias eróticas delicadamente logradas, como la alusión de que la culebrita seguía viva. Pero el caso del amigo Char es diferente. Su insistencia lo convierte en el verdadero Galán de las elecciones; en el artífice real de la política del amor.

Vamos a empezar por partes, y me disculpan de que me ocupe del aspecto rosa de aquella mujer que merece circular roja, a la mejor manera de una dilecta periodista colombiana a la que todos conocemos bien.

Pero que don Álex Char compre votos no resulta sorprendente: finalmente, es una práctica centenaria adherida a los cimientos mismos de nuestra democracia. Los colombianos deben saber, por lo demás, que la familia Char es una familia honorable, y que si —dios no lo quiera— alguno de sus miembros ha comprado elecciones, cada transacción se ha enmarcado en los más rigurosos estándares de la ley, con el correspondiente pago de impuestos a que haya lugar.

El deterioro de lo que somos se evidencia, en realidad, en el supuesto noviazgo. En los 27 mensajes de chat que el amigo Álex escribía febrilmente antes de que la dama le respondiera siquiera el primero; en la sugestiva selfie en que el exalcalde por primera vez se quita la cachucha y, así, al desnudo, se lleva dos dedos a los labios con una sutileza de gesto por la cual uno no sabe si está mandando un beso o pidiendo un cigarrillo; en las súbitas frases en inglés, en fin, a que acude para enamorarla.  Y en el insólito desdén con que ella responde sus declaraciones de amor —una metralla de expresiones sentimentales en que la llama “mi amor”, le dice “amándote a diario”, “déjame adorarte”, “mi amor bello”, “hermosa”, “mi vida”, “mi amor as always”— con estas lacónicas frases:

—Eres lo mejor que me dejó el año pasado. Te adoro mi mánager.

Consejo para intensos, consejos para Álex: si te dice “mi mánager”, déjala ir (y en una moto de Rappi, dirían algunos). Si responde con un breve chat de una línea los catorce que tú le mandaste, déjala ir. Si te deja en visto luego de enviarle fotos eróticas en que le muestras qué tan calvo eres, por decirlo así, déjala ir. Déjala ir y olvídala, Álex, y valora más bien esa maravillosa esposa que te ayuda a hacer los bailes de Tik Tok.

Sí: a lo mejor esa otra que te tiene obnubilado asista, coqueta, a ese pícnic nocturno en el malecón que nunca terminaste, bajo un camino de pétalos y en medio de la música romántica que ordenas colocar a tus escoltas o que le pides entonar, de viva voz, a Arturo, tu hermano artista que, al igual que Aída, quiere cantar.

Pero es una interesada, Álex. Solo quiere que le compres un tratamiento dental, una soga nueva, otra sudadera blanca. Y una curul en el senado.

***

Desde aquella vez en que Aída Merlano brincó desde una ventana y terminó pegándose en aquella parte que rima con su apellido, he tenido una mezcla de sentimientos por su persona. Mi primer instinto en aquel momento fue solidarizarme con ella: muchos hemos explorado el mismo impulso de saltar por la ventana cuando asistimos al dentista y escuchamos la fresa.

Pero ahora me duele la frialdad con que manejó los sentimientos de Álex y la manera poco ética en que mezcló negocios con romance.

Porque hemos cambiado para mal, amigos. No se imagina uno a la doctora Leonor Serrano lidiando las insistentes cartas de amor de, por decir algo, un  Forero Fetecua mientras hablaban de números electorales. Tampoco se imagina uno que el país pueda ser gobernado por una persona capaz de escribir catorce mensajes de chats seguidos, cada uno de una sola palabra, en un ejercicio de intensidad digital comparable, apenas, con el de mi señor padre y los quince audios que puede llegar a mandar por minuto, la mayoría de ellos quejándose de que no está grabando el mensaje que efectivamente está grabando.

Pero así fueron los hechos esta vez, y lo mínimo que debería despertarnos este episodio es un ápice de conmiseración ante las fallidas maquinarias del amor de don Álex: ante su desencanto de haber observado que aquel pícnic en el malecón fue en vano; que, antes que un vino, acaso era más efectivo haberle ofrecido un tamal; que podría recoger millones de firmas para que doña Aída se muestre receptiva, pero todo sería en vano.

Por eso, los invito a que pidamos al papa que lo reciba, así corramos el riesgo de que don Álex le pida intercambiar la cachucha por el solideo para un tiktok. Es la única manera de que su candidatura subsista y consiga llegar a las elecciones. En tal caso podríamos suponer que alias el Mánager se entregará desenfrenadamente a la compra de votos. Pero la operación estaría enmarcada en los más rigurosos estándares de la ley. As always.

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