Mientras el presidente Petro declara “día cívico” con motivo de su cumpleaños y de la conmemoración de la fecha fundacional del antiguo grupo terrorista al que perteneció, el mundo se acerca peligrosamente a una conflagración de alcance global. Mientras el presidente Petro con Lula da Silva hacen planes grandilocuentes y fantasiosos para la integración latinoamericana, Beijín y Washington se pelan los dientes en el Mar de China. Mientras Petro habla de esparcir el virus de la vida por toda la galaxia, el planeta vive la posibilidad real de una conflagración nuclear por primera vez desde la crisis de los misiles en Cuba.
El primer mandatario está claramente de espaldas a las avasalladoras fuerzas que están transformando el mundo. Y esa indiferencia, o quizás ignorancia, de lo que está ocurriendo nos puede salir muy cara a los colombianos. Los países desaparecen y se hunden en la irrelevancia (y por ende en la pobreza) por muchas razones. Sin embargo, uno de los factores más poderosos para que eso ocurra es la inadecuada lectura de las tendencias de cambio en el sistema internacional.
Hoy en día es casi un lugar común decir que el mundo está en transición. Existen innumerables análisis al respecto y aún más predicciones sobre la configuración futura del sistema internacional. Esos ejercicios son útiles para imaginarse escenarios y plantear hipótesis. Sin embargo, es poco lo que aportan a la formulación de una política exterior eficaz que defienda el interés nacional de Colombia en este entorno de ebullición.
Nadie puede predecir cuál será el sistema internacional que surgirá de esta transición. Y de hecho cuál sea el resultado final importa bastante menos que lo que ocurra en el largo y tumultuoso recorrido hacia allá. La realidad es que estaremos sometidos a una altísima incertidumbre y a una complejidad en ascenso en la que el nivel de riesgo político, económico y a la integridad territorial para nuestro país irá in crescendo.
En un entorno de alta volatilidad internacional y regional, en la que las amenazas irrumpen sin previo aviso, una política exterior eficaz -para un país de relevancia media en el escenario geopolítico- se debe caracterizar por el pragmatismo, la flexibilidad, la ductilidad y la capacidad de reacción para maximizar oportunidades y minimizar riesgos. De igual manera, dada la alta vulnerabilidad de los países periféricos a la inestabilidad mundial el rechazo al unilateralismo, la defensa del derecho internacional, la insistencia en la resolución pacífica de los conflictos y en la vigencia del multilateralismo, son esenciales.
Desafortunadamente, la política exterior del gobierno Petro ha tomado el camino exactamente contrario al que exigen las circunstancias globales. En vez de reducir la vulnerabilidad y los riesgos para Colombia, Petro con sus decisiones, actitudes, pronunciamientos y declaraciones han puesto en peligro el interés nacional e incluso la seguridad y la soberanía territorial.
Si se observa cuidadosamente lo que ha ocurrido en los ya casi dos años del gobierno es evidente que la gestión del canciller en remojo Álvaro Leyva nunca hizo una formulación estructurada, juiciosa y disciplinada de la política exterior. Quizás no hizo el esfuerzo porque temprano en el proceso se dio cuenta de que en esas materias Petro ha privilegiado siempre la ideología sobre el interés nacional en la toma de decisiones en las relaciones exteriores del país.
El más reciente episodio ocurrió durante la visita del presidente Lula da Silva del Brasil. Petro le pidió a Lula que intercediera para matricular el país en un club muy particular, los Brics. Los países líderes son Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica.
La efectividad del grupo ha sido bastante baja. La razón principal es que la coherencia y cohesión del grupo es mínima dado que existen importantes conflictos de todo tipo entre sus principales miembros. Por ejemplo, China e India tienen una disputa territorial que ha estado en varias ocasiones muy cerca de convertirse en una guerra fronteriza.
Adicionalmente, desde el punto de vista del entorno geopolítico, India aliado con Estados Unidos está en curso de colisión con China por la influencia en el Pacífico y por las tácticas expansionistas de Beijín. La invasión de Rusia a Ucrania hace que el grupo tenga aún menos coherencia o eficacia internacional. La “R” de Brics es un paria internacional, sometido a sanciones y despreciado en todos los escenarios relevantes para Colombia.
Ser subalterno de Brasil coloca al país como cliente de esa potencia regional. Además, a Colombia no le conviene que su inserción internacional esté mediada por el liderazgo de Brasil, que no dudará en sacrificar la región o a Colombia para avanzar en su aspiración a convertirse en líder global. No se puede olvidar que Brasil aspira a representar a la región en el Consejo de Seguridad de la ONU de manera permanente, algo que no necesariamente le conviene a Colombia y reduce sus oportunidades en el escenario multilateral.
Finalmente, una eventual adhesión al grupo Brics tendrá el efecto de reducir la flexibilidad estratégica de la política exterior de Colombia. Perder elasticidad táctica y reducir el espacio estratégico independiente, en un momento histórico de transición en el sistema internacional, no es aconsejable. Con tal de aparecer al lado del presidente Lula, y de posar de gran líder internacional de la izquierda y de la región, Gustavo Petro está matriculando al país en un club disfuncional que no traerá sino limitaciones, enemistades y costos innecesarios.