Edna Bonilla
4 Septiembre 2024 04:09 pm

Edna Bonilla

La UN, la universidad de las oportunidades

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Hace unas semanas tuve una de las clases más conmovedoras que he vivido en mis muchos años como profesora en la Universidad Nacional (UN). Son casi 50 estudiantes y quise indagar las razones por las que ellos y ellas decidieron ingresar a la carrera que cursan actualmente, y conocer por qué estudian en la Nacional. Las historias de vida que se develaron en ese salón fueron apasionantes, vibrantes y profundas. Desde ese día no he podido desligar la ilusión de cada estudiante con la frustración que siento por lo que se está viviendo en la Universidad, que amenaza su institucionalidad y autonomía, y que está comprometiendo su futuro de manera negativa.

Uno de los primeros relatos (y el más común), es el de "si no ingresaba a la Universidad Nacional no hubiera podido estudiar en ninguna otra universidad. Era mi única oportunidad”. Otro: “Estudié en un colegio público en el que casi nadie hablaba de universidades y mucho menos sus egresados ingresaban después a la universidad. Un profesor me regaló un libro y me habló de la Nacional. Decidí presentarme, sin ninguna esperanza y fui admitido”. Su relato nos permite valorar el papel fundamental de un maestro o maestra. Ellos son inspiración pura. Otro estudiante: “En mi pueblo, no había universidades de calidad. Mi familia me animó a presentarme a la Universidad y pasé”.

No faltó el estudiante que habiéndose graduado de un colegio privado importante, su familia tuvo una crisis económica y no le quedaba más alternativa que la universidad pública. Una de las estudiantes quedó embarazada y tuvo que decidir entre sus hijos o seguir estudiando. Después de casi 30 años regresó a la Universidad Nacional y hoy está terminando su carrera.  O las chicas (tres en el curso) que querían ser músicas y, por diversas razones, hoy estudian carreras relacionadas con las ciencias económicas. O el estudiante que tuvo la disyuntiva de ingresar a una universidad privada con el programa Ser Pilo Paga y, finalmente, optó por la Universidad Nacional. No falta aquel o aquella que tuvo una fuerte presión familiar para ser administrador, economista, contador, ingeniero o abogado. O la chica que fue la mejor estudiante en su municipio, en el que no hay ninguna universidad y tuvo que llegar a la fría, distante y muchas veces hostil Bogotá, sin conocer a nadie. La ciudad fue dura con ella. Son casi 50 historias de vida, de los estudiantes y, a través de ellos, de sus familias. En todas sin excepción, la educación y en particular, la Universidad Nacional les ha cambiado la vida. Muchos de ellos son la primera persona de su familia en acceder a la educación superior. Son conscientes de la responsabilidad que tienen. Casi todos hablaron de sus familias. 

En un país donde la tasa de tránsito a la educación superior es apenas del 43 por ciento, es imprescindible que se abran posibilidades de acceso a una educación de calidad y pertinencia para la población más vulnerable del país. De acuerdo con el Observatorio de Permanencia y Graduación de la Universidad Nacional, el 51 por ciento de los estudiantes pertenecen a los estratos 1 y 2 y el 35 por ciento al estrato 3. Es decir, casi el 90 por ciento de los estudiantes de la Nacional hacen parte de la población con menores ingresos del país.

Sumado a lo anterior, otro de los relatos muy generalizados que se escuchan en la Universidad, es el de "tengo que trabajar para poder estudiar". Muchos de los estudiantes trabajan en diferentes áreas que, en la gran mayoría de los casos, no tienen nada que ver con sus carreras. Están vinculados a diversas áreas de BPO (Bussiness Process Outsourcing) como call center. Las actividades de logística se han convertido en opciones para financiar los estudios. Estas empresas son muy apropiadas porque la flexibilidad de horarios, les permite contrarrestar la rigidez de los horarios que tenemos en la Nacional.

Otro de los relatos comunes que se escuchan en la Universidad es el de "vivo en una región muy apartada del país, donde no hay opciones de ingresar a la educación superior". La Nacional acoge estudiantes de diferentes zonas de difícil acceso, o con problemas de orden público. Tenemos estudiantes, entre otros sitios, de Mocoa, de Mapiripán, de Timbiquí o del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. A través del Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica - PEAMA, los aspirantes de municipios cercanos a las sedes regionales de la Universidad (Amazonía, Orinoquía, Caribe y Tumaco) tienen la posibilidad de acceder a la educación superior. La gran mayoría de los estudiantes que ingresan por este programa, al tener que dejar sus municipios de origen, sus familias, sus costumbres, etc., pasan por situaciones muy complejas que los obligan a luchar contra condiciones económicas difíciles, y a enfrentar problemas socioemocionales. No obstante las adversidades, cuando he tenido la oportunidad de preguntarles si dejarían la Universidad, de manera rotunda y casi al unísono, todos me responden que "jamás dejaría la U a pesar de todo lo duro que han pasado". Valoran profundamente la oportunidad y entienden que son muy pocos los que lo consiguen. Si se tienen en cuenta los grupos étnicos, hay por lo menos un estudiante de 77 diferentes grupos étnicos del país, y entre los primeros 20 grupos con mayor representación tenemos zenú, muisca, kamentsa, embera chamí, o wayuu. Sin duda, ninguna otra universidad del país tiene el impacto de nuestra alma mater.

Otro de las modalidades de admisión que le brinda oportunidades a la población más vulnerable del país es el Programa de Admisión Especial (PAES). Frecuentemente me encuentro con estudiantes que han sido víctimas del conflicto armado. Junto con sus relatos dolorosos, también los escucho diciendo con alegría que "la Nacional cambió mi vida", o "si no fuera por la Nacional no sé qué sería de mi vida". Me encuentro, además, con relatos de estudiantes indígenas que valoran profundamente la posibilidad de estudiar en la Universidad. Reconocen que "no es fácil por los temas culturales y de costumbres, sin embargo, aprendo mucho de la gran diversidad que existe en la universidad, y valoro poder transmitir y compartir las costumbres y conocimiento de mi población". Esta diversidad ayuda a entender la complejidad de nuestras regiones.

También se pueden escuchar y percibir en los pasillos de la Universidad historias de madres o padres que tuvieron que abandonar sus estudios por diferentes razones, o que llegaron a estudiar de manera “tardía”: "me tocó dejar mis estudios porque formé una familia", o "siempre quise estudiar pero no lo había podido hacer antes por distintas razones". ¡Nunca es tarde para estudiar! He tenido la posibilidad de dictarle clases a madres o padres que estudiaban en la universidad y que tuvieron que abandonarla por varios años. Recuerdo un estudiante que regresó después de 20 años. Volvió y la Nacional le abrió las puertas. 

Sin duda, la Universidad Nacional de Colombia es la universidad de las oportunidades. Y, sobre todo ahora es necesario diseñar las estrategias que permitan mejorar la calidad de la educación y de la investigación que ofrecemos. Se está perdiendo el momento y las malas prácticas políticas se están instalando peligrosamente en la Universidad. Dos ejemplos. El primero, la llamada  “Constituyente Universitaria”. En un reciente Consejo de Sede en Medellín, se presentó la hoja de ruta para su realización. Es esta:

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No estoy de acuerdo con una Constituyente Universitaria que desconozca la institucionalidad construida durante tantos años y cuyo propósito sea la conformación de una nueva “forma de gobierno universitario”. Su punto de partida, en el “momento destituyente”, es la “eliminación del poder enquistado en el gobierno Universitario”. Desde esta lógica es indispensable “destruir”. Jamás “construir sobre lo construido”.

El segundo ejemplo está en un panfleto que ha circulado recientemente en los campus de la Universidad. No podemos permitir que este tipo de amenazas condicionen el llamado “gobierno universitario”. Somos académicos y estamos obligados a defender con altura la autonomía universitaria y a demostrar que es posible una mejor sociedad. Aquí está:

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No solo los distintos “ranking” internacionales y nacionales confirman que la Universidad Nacional de Colombia es la mejor o una de las mejores del país. Sus estudiantes también lo demuestran. Estamos obligados a responder a las necesidades de la juventud y a entender que somos la universidad del Estado, no del gobierno de turno. Paradójicamente la universidad de las oportunidades está perdiendo su oportunidad. 

Posdata. Se radicó esta semana ante el Congreso la reforma a los artículos 86 y 87 de la Ley 30/92. Es necesaria su discusión y aprobación. El problema de financiación tiene que estar acompañado de la calidad. Un tema ausente en estos debates. Para su trámite se requiere el aval fiscal del Ministerio de Hacienda y la generación de mecanismos que mejoren la eficiencia en el gasto y la inversión de los recursos en las instituciones públicas. Nada genera más frustración que los acuerdos y promesas incumplidas. Que esta no sea una más. 
 

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