Hace poco menos de un mes, el 26 de agosto de 2024, recibí más mensajes y llamadas de los habituales después de terminar el reporte para La W. Había contado que en la terna para elegir procurador se empezaban a abrir paso dos políticos cercanos a Germán Vargas Lleras. En el Consejo de Estado se estaba consolidando la nominación del exministro Luis Felipe Henao y en la Corte Suprema de Justicia ganaba apoyo el excongresista Germán Varón Cotrino.
Lo que más llamó la atención de los que se comunicaron ese día fue este comentario: “Esto les va a sonar raro, pero sale de una fuente del alto gobierno. Si Gregorio Eljach, el seguro elegido por el Senado no es nominado por la Corte Suprema, el presidente podría proponer su nombre. El jefe de Estado preferiría tener de procurador a Eljach, que es de todos y no es de nadie, a tener que lidiar en el período más difícil de su Gobierno con un hombre de Vargas Lleras en el Ministerio Público”.
Algunos de mis interlocutores expresaron que era una locura pensar siquiera –mucho menos decir– que el mandatario iba a nominar para la Procuraduría a una persona tan distante a su ideario. Unos afirmaron que no tenía presentación que el presidente citara una convocatoria para terminar nominando a alguien que no estuviera en esa lista. Otro más opinó que no solo era un problema político sino estético que el presidente del cambio propusiera a Eljach, producto de la más rancia politiquería congresional.
A todos les dije que no era una deducción mía sino algo que se había hablado en el alto gobierno. Sentí el escepticismo en mensajes y voces.
Tres semanas después se han cumplido las tres partes del pronóstico. La más llamativa sigue siendo la nominación de Gregorio Eljach como candidato del presidente en la terna para procurador general. Eljach es un viejo escudero de caciques políticos como Aurelio Iragorri Hormaza, que ha hecho carrera en la Secretaría General del Senado a punta de pequeños favores, algunos de ellos sencillos, como la asignación de una oficina cómoda o con vista; y otros en la frontera de la ley, como la aceptación de la excusa médica tardía o el no registro de la ausencia a una sesión.
El que conozca el Senado sabe que es un candidato imbatible porque “da garantías”. Lo que quiere decir que no se meterá con los puestos de los senadores en el Ministerio Público, ni será el más acucioso en las investigaciones contra ellos. Es decir, dirigirá una Procuraduría pasiva en la lucha contra la corrupción y activa en la repartija burocrática.
En ese sentido su papel no será diferente al de la enorme mayoría de sus antecesores, ni distinto al que desempeñarían Henao o Varón si alguno de ellos resultara elegido. La ventaja de Eljach consiste en no representar a un solo grupo político sino a todos. Su elección asegura que no habrá grandes cambios.
Así es que, a menos que una razón jurídica lo frene o un cataclismo político surja, el próximo 8 de octubre Gregorio Eljach será elegido como nuevo procurador en remplazo de la charista y uribista Margarita Cabello Blanco.
El presidente Gustavo Petro será reconocido como ganador cuando Eljach sea elegido. Al final de cuentas era su candidato. Sin embargo, en la dura soledad de su conciencia, el jefe de Estado sabrá que esa elección es una derrota. No un motivo de orgullo sino de vergüenza.
Habrá logrado cerrarle el paso a Vargas Lleras, pero al costo de transar con todo lo que prometió combatir. La votación terminará mostrando que muchos vargaslleristas y uribistas contribuirán a elegir al candidato de Petro. Izquierda y derecha juntas en torno al pasado. Será evidente que en el fondo se parecen.
No es la primera vez que una carrera por la Procuraduría saca a flote el carácter inconsecuente de Gustavo Petro. Hace 16 años aportó su voto para elegir al extremista de derecha Alejandro Ordóñez como procurador.