Daniel Samper Pizano
26 Febrero 2022

Daniel Samper Pizano

ABORTAR NO ES OBLIGACIÓN

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No creo que la legalización del aborto sea solo un logro de las mujeres. Así como la abolición de la esclavitud no constituyó una victoria únicamente para la población negra sino en general para quienes lucharon por la libertad y la igualdad humanas, el aborto despenalizado es un avance para todos los que queremos una sociedad más igualitaria. Por supuesto que las mujeres son las que más han luchado por sus derechos sexuales y serán las más beneficiadas. Pero recordemos que en la Corte Constitucional (CC) la mayoría de las magistradas votaron contra la medida y el bloque cuya tesis se impuso estaba integrado en un ochenta por ciento por varones. El tribunal fue fiel al talante que le imprimió el lamentado Carlos Gaviria Díaz, ilustre jurista y apóstol de los derechos ciudadanos. A ese mismo espíritu debemos en Colombia la existencia de la eutanasia, que aún deberá desarrollarse hasta alcanzar su verdadera razón de ser: el derecho de toda persona a disponer soberanamente de su vida. 

Se ha dicho que las determinaciones sobre el aborto corresponden al Congreso, no al poder jurisdiccional. Pero ocurre que la CC garantiza la defensa de los derechos ciudadanos y, en cambio, en este país laico, las bancadas parlamentarias cristianas, disfrazadas de partidos políticos, toman sobre ciertas materias decisiones religiosas, no de Estado. También se arguye que la sentencia de la CC es una intromisión antidemocrática. No. Este organismo existe para proteger la Constitución y sus mandatos. Lo antidemocrático es convertir los pecados en delitos. Conviene tener presente que en Estados Unidos es la Corte Suprema de Justicia la entidad que ha moldeado el derecho al aborto. No es el único caso: son varios los países donde la Corte tomó la decisión, no el parlamento. Dos ejemplos más: Canadá y México. 

Algunos políticos anuncian ya movilizaciones contra el aborto. Dicen que es cuestión de valores, como si la libertad y los derechos básicos no fueran valores, y hay quienes se frotan las manos ante una oportunidad inesperada de desplegar su demagogia electoral. Otros quizás no han entendido que la Corte no impuso el aborto obligatorio, como sucede en ciertas tiranías, sino que abrió una opción que la mujer tomará o no tomará de manera autónoma. Resulta absolutamente respetable que quien así lo desee lleve su embarazo hasta el final. Pero que lo decida ella, no el párroco ni el policía.

Lo logrado es un trascendental avance jurídico. El verdadero éxito llegará, sin embargo, cuando la necesidad de abortar sea mínima entre las colombianas porque el futuro que espera al niño no sea un infierno y porque bajen las violaciones, disminuya la pobreza, aumente la comida nutritiva, mejore la salud endeble que perjudica al feto y a la madre, escaseen los accidentes producto de la falta de educación sexual y se multiplique la asistencia didáctica y médica a fin de que las ciudadanas puedan ejercer sus derechos sexuales a conciencia y con conciencia. 
Estoy hablando de una utopía. Pero las metas son las hermanas feas de las utopías, y esta es una buena meta. Ninguna mujer aborta por placer. Todas entienden que es una experiencia dolorosa y traumática. Por lo pronto, la legalización del acto asegura que miles de ellas no morirán, como hasta ahora, desangradas en carnicerías clandestinas a manos de teguas que lo practican por la plata. Ojalá buena parte de las clínicas pulcras dedicadas al aborto legal e higiénico se vean obligadas a cerrar un día sus puertas por falta de pacientes. Ese será el verdadero triunfo.

Simplemente, imperialismo

He aquí la historia de una región que perteneció a sus pobladores primitivos, más tarde a Francia y España y finalmente, desde 1821, a México. Para desarrollarla, el gobierno azteca fomentó la presencia de inmigrantes estadounidenses, que hacia 1830 eran más numerosos que los locales e impusieron la lengua y la cultura inglesas. En 1836, los habitantes de este trozo mexicano declararon la República Independiente de Texas. Contaban con la decisiva simpatía de Estados Unidos, nación a la cual se agregaron nueve años más tarde. Los nativos, algunos con siglos de historia familiar detrás, pasaron a ser extranjeros. Mucho se parece la película a la de Donetsk y Lugansk, zonas ucranianas con honda influencia rusa. Ya se declararon independientes. Ya las reconoció Moscú. Dentro de pocos años formaran parte de la Federación Rusa.

Los imperios han sido siempre así. Están acostumbrados a la incoherencia y la cacarean. Pero la perdonan. Hoy mismo, varios de los países que critican al detestable dictador Vladimir Putin por imperialista (que lo es, por supuesto) conservan colonias en América (Francia), o posesiones en predios ajenos (Inglaterra en Gibraltar y las Malvinas) o anacrónicos enclaves en el corazón de países independientes (Estados Unidos en Guantánamo, Cuba). Cambian los amos. Siguen las víctimas. La historia es un carrusel. Parece haber regresado la achacosa Rusia soviética.

Esquirlas: 1. Homenaje al acordeón. El Festival Vallenato (del 26 al 30 de abril) recordará al desaparecido cantante Jorge Oñate. La ocasión se presta para dos homenajes más: que la Sinfónica Vallenata de Beto Villa haga sonar sus múltiples acordeones con cantos del finado Julio Erazo y que estos sean los que interpretó Oñate, empezando por el clásico Rosalbita. 2. Serrat. Joan Manuel Serrat, quien hace poco conversó en Los Danieles sobre su retiro, acaba de recibir importante condecoración en España. No se pierdan el discurso serratiano del presidente Pedro Sánchez y la emotiva y divertida respuesta del cantautor catalán. Puede verlo a continuación:
 

Cambio Colombia

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