Diego Jaramillo Vargas
14 Agosto 2022

Diego Jaramillo Vargas

EN DEFENSA DE MI PADRE Y SU LEGADO

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

El abogado Guillermo Reyes González, nombrado Ministro de Transporte hace pocos días, ha sido acusado reiteradamente de plagiar textos escritos por su colega, el exmagistrado auxiliar de la Corte Constitucional Juan Fernando Jaramillo. Este profesor de extendido prestigio desistió de emprender acciones legales contra Reyes, pero murió hace diez años con la amargura de la apropiación indebida. 
Su hijo Diego tomó las banderas para reivindicar la obra de su padre. En cuanto al acusado de plagio, se posesionó esta semana en su nuevo cargo pese a las denuncias en su contra. Con tal motivo, Diego Jaramillo escribió la siguiente columna exclusiva para Los Danieles.

De mi papá, Juan Jaramillo, recuerdo su vitalidad, su sentido del humor, sus carcajadas, el inmenso amor que tuvo por sus hijos y su capacidad para narrar historias (como cuando nos relataba la batalla del Puente de Boyacá). Los momentos compartidos con él que quedaron grabados en mi memoria. Los guardo como un tesoro invaluable y me gustaría recordar muchas cosas más, pero es difícil pues apenas tenía doce años cuando él falleció en abril de 2012.
Mi mamá, Gabriela, siempre me ha dicho que, para ella, la vida eterna es quedarse en el corazón de las personas que uno quiso y de esta manera ser recordado siempre. Al principio no lo entendí, pero con el paso de los años lo he logrado captar, gracias especialmente a sus amigos Rodrigo Uprimny, Mauricio García y Catalina Botero (quienes me han acompañado en la denuncia a la que se refiere esta columna) y a muchas otras personas que conocieron a mi papá, sobre todo alumnos y profesores, que aún lo llevan en su corazón.

Al leer y oír lo que han dicho de él a lo largo de estos diez años de ausencia he conocido cosas suyas que ignoraba cuando se fue de mi vida: su compromiso con los derechos humanos, con la justicia social, con la academia, su pasión por la enseñanza, su sencillez y su honestidad.

Puede haber personas a las que no les parezca grave que se cometa un plagio; al fin y al cabo en nuestro país pasan cosas mucho peores que tomar el trabajo de otra persona y presentarlo como propio. Esto no debería ser así y les expondré mi punto de vista al respecto, más allá de los temas jurídicos y políticos del caso, los cuales han sido bien expuestos en varias columnas sobre todo de Rodrigo Uprimny.

Al denunciar el plagio que cometió el ministro Guillermo Reyes lo que pretendo es proteger el legado de mi papá. Ni siquiera el cáncer doblegó su amor por el saber. Tres días antes de morir estuvo leyendo The Empires of the Atlantic World para una reunión que iba a tener unos días después con Rodrigo y Mauricio. Este último, en su columna titulada “Mi amigo Juan”, habla del trabajo de mi papá. Dice que una de las principales razones por las que mi papá no publicó tantos textos jurídicos y filosóficos como habría podido hacerlo, era su exceso de pudor; la necesidad que sentía de que sus ideas estuvieran completamente pulidas y terminadas antes de ser impresas.

Es por esto que el plagio de Reyes nos ha dolido mucho. No es cierto, como él dice, que mi padre no le haya dado importancia al plagio. Al contrario, en la familia sabemos lo mucho que le mortificó este asunto. Además de ser una apropiación del trabajo ajeno, fue una negación de su esfuerzo, de su compromiso con la academia y de la tenacidad para terminar su doctorado en Alemania. Además, un irrespeto con su memoria y familia. Por fortuna, en medio del dolor hemos recibido el apoyo de muchísimas personas que admiraron a mi padre, lo quisieron y lo siguen queriendo. Sentir esa “eternidad”, como dice mi madre, ha sido maravilloso.

Aquí no existe una persecución política, como dijo el ministro Reyes. Nada sería más contrario al legado de mi padre que perseguir a alguien por sus ideas. Pero quizás tiene razón al decir que hay un ingrediente personal. Sí: es la defensa personal que hace un hijo de la memoria, principios y legado de su progenitor. El amor y la lealtad de un hijo para con su padre no llevan fecha de expiración.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más columnas en Los Danieles

Contenido destacado

Recomendados en CAMBIO