Sebastián Nohra
18 Septiembre 2022

Sebastián Nohra

El egoísmo de los “solidarios”

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Si la reforma pensional que el gobierno pondrá sobre el escritorio de los congresistas tiene los rasgos que insinuó durante la campaña, creo que veremos ahí el combate político y económico más tenso de la era Petro. Imagino, ese momento, como el sello de su mandato que quedará colgado en el corcho del imaginario popular, como fue el Caguán, el acuerdo de paz o la reforma tributaria de Carrasquilla. Imagino un país y un Congreso muy dividido y con la calle caliente de nuevo. 

Sería la madre de las conquistas de la base dura del Pacto Histórico, quienes han jurado hacer de vengadores del pueblo contra el “neoliberalismo”. Y es, según ellos, el sistema de capitalización de pensiones, el símbolo de esa perversa ideología que malversó la idea de libertad. Con esa reforma le darían un golpe muy duro al sistema privado de pensiones, tendrían caja inmediata para entregar subsidios, cumplen una promesa de campaña y mandarían una señal de poder político contundente.

Es un tema muy interesante y multidisciplinario. Lo técnico y económico señalan la ruta del estado de cosas, de lo posible y lo sostenible. Pero también es una discusión filosófica e ideológica y eso determina, creo, desde dónde nos paramos cada uno. En teoría, a quienes creemos que la pensión es del trabajador y que es una suerte de salario diferido y defendemos un sistema libre (mucho más libre que el actual) de capitalización se nos acusa de representar un modelo individualista e insolidario. Somos, dicen, defensores de “la ley de la selva” y queremos abandonar a su suerte a quienes no pudieron jubilarse. 

Por otro lado, a los defensores de un monopolio estatal representado por Colpensiones, los moviliza la solidaridad y la empatía. Es gente que quiere renunciar a bienestar propio para que otros estén mejor. Ese es, grosso modo, un resúmen del relato. 

Es importante señalar que unos y otros defienden muchas más cosas que un debate implícito entre estado vs. mercado. Se defienden unos resultados concretos y unas leyes vigentes que benefician a algunos en desmedro de otros. La gran paradoja de los defensores del monopolio estatal, es que parados sobre la poltrona de la solidaridad, defienden un sistema regresivo, injusto y que produce incentivos individualistas y egoistas. 

Al haber una fórmula igual de pensión para todos en el Régimen de Prima Media que no discrimina niveles de ingreso presentes o futuros, entre más alto fue el salario en los últimos diez años de aportes, más subsidio tendrá la pensión. Por eso, tantos políticos y defensores del sistema de reparto se pasan antes del límite de diez años para Colpensiones y, así, recibir hasta que Dios los llame a su regazo, una jugosa pensión subsisiada por todos. 

Colpensiones da mucho más de lo que la persona aporta y como el sistema es deficitario, ahí estamos todos trabajando para unos pocos. Según Anif, el 39 por ciento del subsisio, va para el 5 por ciento de los hogares de más ingresos. Mientras que 0,5 del subsisio pensional, se reparte en el 20 por ciento de hogares de menos ingresos. Un escenario obsceno. Subsidios que hoy cuestan más de 2 puntos del PIB.  En la práctica, parte del IVA que pagan familias estrato uno en alimentos, terminan financiando megapensiones. 

En un país de esta pobreza y que tiene que hacer maromas fiscales todos los años, es inmoral que la corporación política, sindicalitas y demás, defiendan el modelo actual de Colpensiones mientras cabalgan cínicamente en un relato altruista. La insolidaridad de los solidarios es mantener unos privilegios financiados por todos y destruir los incentivos del ahorro privado. La búsqueda, al final, es que Estado papá aumente su discrecionalidad y poder y morder las pensiones es traspasar recursos del sector privado al público sin pasar una reforma tributaria.  

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