Respetado señor fiscal general de la nación, Francisco Barbosa. Le escribo esta carta como ciudadano preocupado por sus declaraciones. Pero también como colombiano confundido por su definición del límite que divide la intimidad familiar y la labor como funcionario público. Esto como respuesta al escándalo destapado por esta columna, que establece que sus perritos tienen escoltas y carro oficial asignado.
Empiezo por decirle que, para apaciguar el fuego usted utilizó gasolina. Me explico. En una pausada entrevista, usted habló el miércoles pasado con Noticias RCN. Respondió a su director José Manuel Acevedo preguntas sobre los complicados temas de la paz total, el sometimiento, las invasiones a la propiedad privada y los terribles y deplorables ataques racistas a la vicepresidenta Francia Márquez.
Pero más o menos en el minuto 5:40 de la entrevista, su tono pausado se transformó en el de un errático y enfadado interrogado, al ser preguntado por los recursos de la Fiscalía y el uso para sus mascotas, Bell y Laica.
Sus raciocinios, entre más acelerado se ponía, menos sentido tenían.
En ellos no solo admitió que todo este preocupante hecho es cierto, ya que sus perritos salen a tomar sus paseos diarios de la mano de funcionarios de la Fiscalía, que los transportan en un vehículo oficial asignado. Además, aseguró que esto no va a cambiar y seguirá sucediendo.
Eso nos recuerda cuando usted mismo, también enfadado, dijo que era “padre antes que fiscal”. Todo para justificar que se había llevado a su esposa, su hija y una amiguita de su hija en el jet de la entidad a la isla de San Andrés a pasar un festivo de junio del 2020, en pleno aislamiento obligatorio por la pandemia.
Con las declaraciones de ahora en RCN, señor fiscal, usted insinuó, básicamente, que es amo y padre de sus lindas mascotas, antes que funcionario preocupado por el manejo de los recursos públicos.
El problema es que todas esas cosas que dice ser antes de ser fiscal, como buen padre de su hija que se la lleva de vacaciones en los aviones oficiales, o buen amo y padre de sus perros que los saca a pasear de la mano de los funcionarios de la Fiscalía, terminamos pagándolos los colombianos con los impuestos sin tener en realidad un fiscal dedicado a sus funciones.
Pero volvamos a la entrevista y reproduzcamos una a una sus declaraciones, sin dejar ninguna frase por fuera, ya que cada oración es más preocupante que la otra. Ante la pregunta abierta del abuso de los recursos de la Fiscalía, su errática respuesta fue: “Pues que es un chiste. Es un chiste de estos personajes por una razón muy simple, aquí lo que hemos hecho es servir a los colombianos. Todos los debates sobre todos los fiscales generales en algún momento fueron temas de Saludcoop, temas de Odebrecht, grandes temas de corrupción y hoy los debates en Colombia es decir que el fiscal general tiene dos mascotas. Que además quiero decirle una cosa José Manuel, esas mascotas son parte de mi familia, esas mascotas hacen parte también de un entorno de protección que yo tengo, esas mascotas hacen parte del entorno de protección de mi familia”.
Se equivoca, señor fiscal. No es un chiste. No es chistoso que cuestionemos que sus perros tengan escoltas y camioneta asignada. Es un tema de suma seriedad. El carro en el que se mueven es un vehículo oficial, comprado, mantenido y tanqueado con dinero de los contribuyentes. Su matrícula demuestra que el vehículo está destinado a adelantar operaciones secretas para la Fiscalía, no a llevar a Bell y a Laica al parque. Y los dos funcionarios de la Fiscalía, miembros de la dirección de protección y asistencia, tienen como labor escoltar dignatarios o cuidar testigos, no tirarles la pelota a sus mascotas. Que ese vehículo y los funcionarios del ente investigativo estén dedicados a pasear sus perritos y no a sus deberes judiciales, también es una forma de corrupción.
En especial porque en ninguna parte la ley determina que las personas que presentan riesgos de seguridad, como usted señor fiscal, pueden asignar funcionarios y vehículos oficiales para pasear a sus mascotas. Por el contrario, el artículo 399 del Código Penal establece que “el servidor público que dé a los bienes del Estado, cuya administración, tenencia o custodia se le haya confiado por razón de sus funciones, aplicación oficial diferente de aquella a la que están destinados, incurrirá en prisión de dieciséis a cincuenta y cuatro meses”. Entonces no es un chiste, señor fiscal. Es un delito que se llama peculado por aplicación oficial diferente. El chiste trágico es que usted como fiscal, no entienda eso.
Pero sigamos con sus declaraciones. “Aquí en la Fiscalía hicimos el grupo Gelma, y eso es importante decírselo al país, ese grupo Gelma es el grupo de protección y de maltrato animal en Colombia, somos ejemplo en América Latina para las fiscalías”.
Querrá decir contra el maltrato animal. De todas maneras, lo que es irrisorio es que usted, que es el autodenominado mejor fiscal y autocalificado más preparado funcionario de la nación, ahora diga que es ejemplo de América Latina por consentir y cuidar a sus perritos con recursos oficiales y haga un silogismo a una unidad de investigaciones para denuncias relacionadas con el delito de maltrato animal. Algo ahí no funciona en su lógica, pero continuemos, ya que esto sí es importante y se conecta con Bell y Laica, pero no de la manera que usted establece.
Después usted expresó bastante molesto en la entrevista: “Es decir, aquellos que critican al fiscal general, porque el fiscal general se sube en un carro y tiene su mascota dentro del carro entonces, ¿qué hago con la mascota? ¿Qué hago con un ser vivo que hace parte también de mi entorno familiar? ¿Lo abandono?”.
En esto una aclaración. Tal y como lo demostró el video publicado por esta columna, ni usted señor fiscal, ni ninguno de los miembros de su familia, estaban en ese momento con los perritos. Como tampoco lo han estado en los múltiples paseos que hacen escoltados por los funcionarios del ente investigativo. Por el contrario, lo que demuestra la evidencia, y es confirmado por las diferentes fuentes de esta columna, es que los funcionarios de la Fiscalía son obligados a pasear sus mascotas. Fuera de eso, son sancionados cuando establecen reparos sobre esta tarea y premiados con ascensos cuando se ganan el corazón de Bell y Laica.
Pero usted siguió: “No, no se usan mal. No se usan los recursos de la Fiscalía para las mascotas. Es que los recursos de la Fiscalía por la seguridad del fiscal general de la nación, pues hacen parte de la intimidad de mi familia para poder estar con la protección de las mascotas”.
¿Lo que usted está queriendo decir es que todas las mascotas de los funcionarios públicos que tienen riesgos de seguridad, por ser parte del núcleo familiar, deberían recibir esquema de seguridad? Bajo esa lógica, nos tenemos que sentir agradecidos que usted no es aficionado a la equitación, puesto que en ese caso ya tendríamos a funcionarios de la Fiscalía especialistas en caballos argumentando que eso hace parte de la intimidad de su familia, mientras nosotros tenemos que pagar a los jinetes. Diría que es caballista, antes que fiscal.
Pero sigamos con sus declaraciones. Usted añadió: “Es que una mascota es un ser vivo que tiene derechos. Yo no puedo considerar a una mascota como si fuera una cosa, como si fuera un bien fungible, que uno agarra a patadas o que negocia, una mascota es más que eso y en eso quiero decirlo con mucha claridad: mire, a mí me tienen sin cuidado esas discusiones, pero completamente sin cuidado. Me generan hilaridad”.
Y ahí sí hay que decirle señor fiscal que no se exagere, que se desdibuja. Yo también tengo un perro que amo y cuido con toda mi fuerza y, como usted dice, es parte de mi familia. Pero no por eso hago que la compañía para la que trabajo o el medio para el que escribo me paguen su transporte o bienestar.
Que los colombianos estemos indignados con el hecho de que les haya asignado esquema paseador a sus mascotas, no quiere decir que creemos que los debe lastimar ni, como usted dijo, agarrarlos a patadas. Por favor nunca haga eso. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Se puede dedicar a consentir y cuidar a Bell y a Laica, como esperamos que lo haga, sin que eso sea un abuso con los funcionarios y recursos de la entidad que usted dirige.
Después usted dijo con la voz temblorosa y exaltada: “Imagínese que el debate al fiscal general de la nación de Colombia, uno de los países más peligrosos en criminalidad en este país. Una de las personas más perseguidas por la criminalidad del país, es que tiene dos mascotas y que vieron a las mascotas caminando en un parque. Osa de verdad. Si le parece eso serio a alguien en este país verdaderamente estamos en el país al revés”,
Pues ahí si coincidimos. No porque no sean serios los cuestionamientos que le estamos haciendo desde esta columna y los medios, porque sí lo son. Si no porque vivimos en el país al revés, ya que en el año se han registrado 131 líderes sociales asesinados, entre otras razones porque el Estado no tiene suficientes recursos, funcionarios y vehículos para protegerlos, mientras sus dos hermosos perritos, tienen asignados funcionarios de la Fiscalía para su cuidado y una camioneta oficial para ser transportados.
Y peor aún, las investigaciones sobre esos repudiables asesinatos de los líderes sociales no avanzan en la entidad que usted maneja, entre otras porque los funcionarios del CTI están haciendo fila para que su padre pueda cobrar su pensión sin tener molestias, o haciendo mercado para los hermanos de su esposa, o llevando a Bell a Laica a la veterinaria en el Centro de Salud Animal de Chapinero Alto que, según las fuentes de esta columna, también se paga con recursos de la Fiscalía.
Acá vale la pena volver al grupo Gelma que usted mencionó anteriormente. Esta columna pudo confirmar que el coordinador de la mencionada unidad de la Fiscalía es el señor Jeisson Andrés Moreno Prieto, quien aparte de ser abogado, es médico veterinario y zootecnista egresado de la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales.
Coincidencialmente, el representante legal del Centro de Salud Animal de Chapinero Alto, a donde atienden a Bell y a Laica, es el señor Wilson Hernando Quevedo Ramírez, quien se graduó de la misma universidad. Muchas relaciones atan a los funcionarios de esta clínica veterinaria, con esa universidad y, al mismo tiempo, al grupo Gelma. Entonces más bien explíquele al país cuál es la relación de esos hechos. Porque es usted el que insiste en mencionar a Gelma para justificar que sus perritos tengan privilegios pagados por los colombianos, pero la realidad es que su veterinaria también la estamos pagando nosotros.
Eso sí es el país al revés.
Para concluir sus argumentos, señor fiscal, usted dijo graciosamente que “Bell y Laica están absolutamente tranquilos y no se iban a pronunciar al respecto”. Pues me alegra que estén tranquilos sus mascotas y bien cuidadas y atendidas, pero es una lástima que no se pronuncien porque quizás, también jocosamente, hubieran hecho unas declaraciones más congruentes que las suyas como su amo y padre, señor fiscal.
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