Juan Camilo Restrepo
24 Agosto 2023

Juan Camilo Restrepo

Café, carbón y maíz

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Ya nos estamos acostumbrando a escuchar en los medios fogonazos de anuncios presidenciales que rápidamente se apagan y casi siempre terminan en nada.

Para recordar los más recientes mencionemos el anuncio de una OTAN y de una Corte Internacional de Justicia para la cuenca amazónica que cayeron en el vacío entre los jefes de Estado asistentes a la cumbre de Belén de Pará. Es elemental que con anuncios de tanta profundidad no se puede sorprender a los presidentes en las plenarias de las reuniones internacionales. Ellas requieren minucioso trabajo previo entre las cancillerías y grupos de trabajo, pues de lo contrario caen en el cortés silencio diplomático, como sucedió en la Cumbre de Belén. Es una extraña diplomacia de fogonazos publicitarios y estériles resultados.

Fue también muy curioso el temario que revistió la reunión bilateral entre nuestro presidente y el de la Confederación Helvética, que tuvo lugar luego de la extraña desaparición del jefe de Estado colombiano a continuación de la Cumbre amazónica. Según ha trascendido, uno de los puntos que el presidente Petro le planteó al suizo fue el de estudiar el marchitamiento o cierre de la mina del Cerrejón en La Guajira, una de las más grandes del mundo a cielo abierto.

Vale la pena recapitular lo que significa el proyecto del Cerrejón para La Guajira. Producción: 19.7 millones de toneladas, regalías: $1.48 billones, impuesto de renta: $2 billones, empleados directos: 5.155 de los cuales 3.427 son guajiros, y contratistas 6.983; representa el 47 por ciento del PIB guajiro y 0.7 por ciento del PIB nacional.

Uno se pregunta entonces: ¿En realidad el gobierno quisiera cerrar la mina del Cerrejón y para ello solicitó el concurso del presidente Helvético? ¿con mensajes de este tipo cómo se sorprende el gobierno que el crecimiento económico este por el suelo? ¿es esta la contribución que se quiere hacer desde el gobierno central en la búsqueda de un mejor estar para el departamento de la guajira y sus gentes.

Pero las noticias siguieron con la amenazante noticia formulada por el presidente Petro desde Pitalito, Huila, de que si la Federación de Cafeteros no se transforma, le cancelará el manejo del Fondo Nacional del Café.

Acá también cabe formular varias preguntas: ¿Cuáles son las modificaciones que el gobierno tiene en mente que deba hacer la Federación de Cafeteros, y por qué sus delegados en el comité nacional no las promueven por los canales normales de la concertación con el gremio cafetero en vez de blandir la exótica amenaza de dar por terminado el contrato de administración del Fondo Nacional del Café? ¿Tiene en claro en su ofuscación el presidente Petro que quienes manejan el Fondo Nacional del Café son los representantes gremiales elegidos con mayor apoyo democrático que cualquier otro gremio? ¿Es consciente el gobierno del devastador efecto que sobre los otros 16 gremios que manejan las parafiscalidades agrarias del país tienen sus acaloradas declaraciones?

Y por último: ¿recuerda el gobierno que un contrato como el de la administración del Fondo Nacional del Café no se puede romper unilateralmente por meros caprichos o simples afanes publicitarios sino que requiere el concurso (como en todo contrato) de las voluntades de ambas partes que lo suscriben?

Como si lo anterior no fuera suficiente, en la misma reunión de Pitalito el presidente Petro anunció que se daba inicio a la renegociación del TLC con los Estado Unidos. ¿La razón? Dizque porque el TLC le prohíbe a Colombia cultivar maíz. Es difícil en la picaresca política de la Colombia Humana encontrar otro desatino semejante. El año pasado no más, como lo ha recordado el exministro Andrés Valencia, se sembraron en Colombia 300.000 hectáreas de maíz que produjeron más de 1.2 millones de toneladas de este cereal. El TLC con Estados Unidos no prohíbe, pues, que se siembre maíz en el territorio colombiano.

Otra cosa bien diferente es que los importadores de maíz (la industria avícola y quienes trabajan alimentos balanceados para animales) encuentren que en un momento dado son más competitivas las importaciones que la absorción de producción nacional.

Desde luego hay que fomentar la producción de maíz amarillo en nuestro territorio, que tiene una clara vocación maicera. En años pasados se ha avanzado hacia mayor producción doméstica, como dan cuenta las cifras del exministro Valencia que hemos citado.

Pero algo bien diferente es decir que, por ello, se va a renegociar el TLC con los Estados Unidos. Hay que recordar que si el maíz no llega de los Estados Unidos y lo necesitan los usuarios colombianos, llegará del cono sur o de Canadá, que son muy eficientes también en la producción de este cereal.

Debe recordarse que el TLC no está diseñado solo para importar, sino también para exportar. Al amparo del TLC han podido tener acceso millares de empresas colombianas a un mercado como el norteamericano de 350 millones de consumidores con un alto poder de compra. Si renegociamos atropelladamente el TLC que tanto trabajo costó obtener, todos estos esfuerzos exportadores se perderían; y otros países con una oferta exportable similar a la nuestra como los centroamericanos entrarían a ocupar el nicho que han abierto nuestros exportadores durante los últimos 11 años.

Lo anterior no significa que no se le puedan hacer ajustes al TLC. Están previstos los mecanismos para ello. Pero muy diferente sería pretender hacer tabla rasa en esta pieza clave de nuestro comercio exterior, a buena cuenta de que alguien le informó equivocadamente al presidente Petro que el TLC prohíbe sembrar maíz en Colombia.

Todos los casos que se han analizado en este artículo son ejemplo de anuncios improvisados lanzados desde las tarimas políticas, que probablemente no tienen ninguna posibilidad de concretarse. Y que de llevarse a la práctica de la manera tosca como se han formulado, no conducirían a nada diferente que a enrarecer aún más el manejo económico y gremial del país.

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