Joaquín Vélez Navarro
14 Febrero 2024

Joaquín Vélez Navarro

El derroche de Verónica Alcocer

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

El derroche de recursos públicos de Verónica Alcocer es vergonzoso. Independientemente de si María Juliana Ruíz, María Clemencia Rodríguez, Lina Moreno o cualquiera de sus antecesoras gastaron más (aunque según los documentos que entregó la Cancillería no fue así), es absolutamente reprochable el despilfarro de la actual primera dama. En tan solo 23 días de viaje, Verónica se ha gastado más de 113 millones de pesos, es decir, aproximadamente unos 29 mil dólares. 

En el primer viaje, a la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York y a los funerales de la reina Isabel II en Inglaterra y de Shinzo Abe en Japón, la primera dama se gastó aproximadamente 74 millones de pesos. Sigo sin entender por qué es importante que la primera dama asista a la Asamblea General de las Naciones Unidas. ¿No tenemos una delegación suficiente que nos represente en ese órgano?, ¿cómo se justifica esa primera parte del viaje?, ¿tenemos tanta plata que nos podemos dar ese tipo de lujos?

Tampoco pienso que haya tenido que ir al funeral de la Reina Isabel II o de Shinzo Abe: ¿Es realmente importante que la esposa del presidente de Colombia asista al funeral de un ex primer ministro de Japón o de una ex reina del Reino Unido?,¿por qué es relevante su presencia?, ¿en qué beneficia eso al país?, ¿a alguien le pareció más significativo que ella fuera a que lo hicieran nuestros embajadores en esos países?, ¿para que tenemos embajadas en Japón y en el Reino Unido que nos representan, con los enormes costos que eso implica, si también mandamos a alguien desde Colombia para que haga algo que estas embajadas pueden hacer? Las mismas preguntas le aplican a su tercer viaje a la posición del rey Carlos III en el Reino Unido. 

Que justifiquen con malabares, como usualmente lo han hacen los defensores ciegos de este gobierno, la necesidad de la presencia de Verónica en estos funerales y en la posesión del rey solo muestra su falta de conciencia sobre lo limitados que son los recursos públicos y lo importante que es no malgastarlos.  

Pero los excesos no paran ahí. En un segundo viaje, la primera dama fue a una audiencia con el papa Francisco. Muchos justifican su presencia en tal encuentro. Argumentan que, en su momento, los anteriores presidentes también llevaron a sus esposas para recibir la bendición del pontífice. No voy a entrar a discutir esto. Lo que es grotesco es que se hayan asignado casi mil dólares para estar un día y medio en Roma. Que no se nos olvide la forma como está estructurado el pago de viáticos en el sector público, en donde se autoriza una suma fija cuando la persona es comisionada, en lugar de compensar los gastos en los que realmente incurre contra factura. Es decir, independientemente de lo que realmente se gaste, la suma total aprobada es consignada a la persona comisionada. Es difícil gastarse los casi mil dólares en un día y medio en Roma, más cuando también estaba el presidente, por lo que debieron haber compartido los gastos de hospedaje. Con el ritmo de vida de Verónica, sin embargo, no nos debería extrañar que se haya gastado esa suma.   

No voy a entrar a revisar y analizar en esta columna el detalle de todo el resto los viajes de la primera dama por temas de espacio, en donde sin lugar a dudas también hubo otros derroches. Ya con estos hechos es suficiente para que mostremos un absoluto rechazo e indignación por la forma en como la primera dama se gasta los recursos de todos. Más cuando el despilfarro no se limita a los viajes, sino también a su imagen, como lo mostró en su momento la Silla Vacía. 

Me es indiferente, como ya lo dije, si todas las anteriores primeras damas hicieron lo mismo o si es una costumbre. Tampoco me parece relevante si el gasto fue mayor o no. Los recursos públicos son escasos y sagrados, y tener de viaje a la esposa del presidente en asuntos protocolarios en un país tan pobre como el nuestro, cuando hay funcionarios que pueden cumplir con esos compromisos sin viajar, es injustificable, grotesco y un lujo que no podemos permitir. A este gobierno no le importa el derroche, ni tirar a la basura nuestros recursos, como bien lo mostró todo el caso la licitación de los pasaportes. El derroche, sin embargo, tiene que parar. No más. 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas