Joaquín Vélez Navarro
21 Noviembre 2023

Joaquín Vélez Navarro

El “fuera Petro” y otras estigmatizaciones

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Desde el jueves pasado varias personas han discutido el alcance del “fuera Petro” en el Metropolitano. Parte de la oposición, y varios activistas en redes sociales, publicaron el video para mostrar el rechazo y malestar que siente gran parte del pueblo colombiano frente al gobierno de Petro. Presentaron el video como si fuera una prueba del rechazo pacífico e inocente contra el presidente. Por su parte, Petro y muchos de sus seguidores, acusaron de cobardes a quienes participaron en el cántico, por haberlo dirigido contra una niña: Antonella Petro. Algunos, adicionalmente y en defensa del presidente, trataron de minimizar el hecho y señalaron que habían sido pocos los que habían participado en ese canto. 

Ni lo uno ni lo otro. Ni todos los que cantaban son unos santos que manifestaban su descontento con el gobierno pacíficamente e ignoraban la presencia de la hija menor del presidente, ni todos son unos vándalos que atacaban a una menor de edad. Como se ve en algunos videos, en efecto, hubo varias personas que dirigieron un ataque contra su hija. Muy reprochable y despreciable. Los ataques contra Antonella son injustificables; no solo porque ella no tiene nada que ver con el gobierno de su padre, sino porque una menor no tiene que ser sujeta a ese nivel de matoneo. Mucho menos cuando es en manada. Es un acto cobarde que debe ser condenado. 

Pero como también se puede ver en los primeros videos publicados, el canto era masivo. Negar ese descontento popular es tapar el sol con un dedo. Muchos de los que participaron en la protesta no tenían forma de saber que la hija del presidente estaba ahí y, seguramente, se unieron al canto simplemente porque lo oyeron y quisieron manifestar su descontento en el estadio. Meterlos a todos en un mismo costal como vándalos y cobardes es acusarlos de algo que no hicieron. Decir, como lo dijo Petro en un trino, que quienes cantaron son unos cobardes a los que “les gusta es que bombardeen a los niños, fusilen a los jóvenes y se roben el erario”, no solo es sumamente ofensivo, sino que es ir demasiado lejos. 

Como se ha vuelto costumbre en este país, la forma de responder a la crítica es a través de la estigmatización y el ataque al otro. De esa manera, en vez de tomarnos en serio lo que se dice y reflexionar sobre nuestros actos, lo que ocurre es que borramos el descontento, desconocemos el sentimiento y ofendemos al otro creando más resentimiento, dolor y odio.

Este ha sido, de hecho, el mecanismo de defensa de Petro cuando las cosas no le salen bien. Si la Corte Constitucional declara inconstitucional parte de su reforma tributaria, no es porque para la mayoría de los mejores juristas del país, de acuerdo con su criterio, la medida era inconstitucional porque quedó mal hecha, sino porque “la presión de la poderosa minería petrolera y carbonera (…) lo ha impuesto como norma y doctrina jurídica”. En otras palabras, la razón de la inconstitucionalidad es que los magistrados son unos títeres de las empresas petroleras y mineras. Lo mismo para con la reforma a la salud. No es que la reforma tenga problemas que sea necesario debatir y revisar, sino que hay intereses ocultos que se oponen al cambio para privilegiar sus propios intereses. Seguramente, algunos de los que se oponen a la reforma en efecto lo que buscan es proteger sus intereses particulares. Pero de ahí a afirmar que todos quienes se oponen lo hacen es simplificar demasiado las cosas. Muchos, sin duda alguna, lo hacen porque genuinamente consideran que sus efectos van a ser nefastos. 

La relación de Petro con los empresarios tampoco ha sido fluida. Y es que a nadie le gusta que lo tilden de explotador, ladrón, egoísta, entre otras cosas. Más cuando muchos empresarios han sido personas ejemplares que han hecho mucho por este país. No todos son perfectos, de acuerdo. Pero ofenderlos a todos es injusto, ofende e impide tener una relación sana y que ponga fin a odios y violencias. 

Petro es el presidente del país. La forma en la que se comunica y se refiere a quienes se le oponen es un ejemplo para muchos. Si quiere realmente lograr la paz total y llegar a un acuerdo nacional, lo primero que tiene que cambiar es la forma en como se refiere a quienes se oponen a él. Es hora de dejar de meter a todos los críticos en una sola bolsa. Si queremos diálogos y llegar a acuerdos, es importante matizar y escuchar sin atacar y estigmatizar.  

No sobra que revise algunos consejos de Dale Carnegie, autor estadounidense que escribió múltiples libros sobre cómo influir en las personas para lograr objetivos y llegar a acuerdos. Como bien lo decía Carnegie, nada menos estratégico para influir en alguien que criticarlo, estigmatizarlo y atacarlo. A nadie le gusta ser objeto de críticas, menos cuando no se basan en argumentos. Mucho menos de injustas estigmatizaciones. Si queremos lograr objetivos, decía Carnegie, tenemos que empezar por interesarnos en lo que dicen los demás y reconocer nuestros errores. De esa manera, podemos tener un diálogo fructífero que nos lleve a lograr mejores resultados. 

La estigmatización, más cuando es injusta e inmerecida, ofende, duele y solo genera división, rencor y, por tanto, más violencia y más odio. Es momento de dejar de ignorar al otro e invalidar sus sentimientos. Por el contrario, sería bueno empezar a escucharlo y a tomarlo en cuenta sin lapidarlo. Las reuniones del presidente de esta semana con Uribe y algunos de los más ricos de este país son un avance en ese sentido. Esperemos que el presidente no borre ese paso unos días después con un trino desafortunado.  

Adenda. Una guachada, por decir lo menos, el chisme de pasillo sobre la presunta homofobia de Carolina Deik y Carlos Fernando Galán. Hay que conocer un poco la trayectoria de ambos y las causas que defienden para darse cuenta de que todo era una vil mentira.  

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