
Las democracias funcionan sobre unas mínimas certidumbres institucionales. La certidumbre fundamental es que quien detente el poder respetará, sin ambigüedades, las reglas del juego permitiendo y facilitando que se dé una competencia democrática en la que todos y en particular la oposición tiene igualdad de condiciones. Los ciudadanos damos por sentado y nunca ponemos en duda que cada cuatro años ocurrirán elecciones nacionales suficientemente libres, justas y con plenas garantías para hacerlas válidas.
Esa certidumbre democrática es lo que les ha permitido a los colombianos aguantar con serenidad y paciencia estos ya casi tres años de desastres que han caracterizado el gobierno del Pacto Histórico. A diferencia de lo que predica el presidente Petro para victimizarse, aquí nadie quiere darle golpes ni duros ni blandos al jefe del Estado. Un magnicidio solo está en la mente de Petro y en la de algunos de los criminales a los que les ha incumplido. Nadie quiere que no gobierne, todo lo contrario.
Nadie quiere removerlo e interrumpir esa certidumbre de elecciones cada cuatro años. Aquello con lo que sueñan la mayoría de los colombianos, incluso buena parte de quienes votaron por él, es que el tiempo pase rápido, que Petro termine pronto para poder empezar a reparar el desastre que nos heredará el gobierno actual. La gente y los líderes acuden con ahínco, desespero y también ilusión a esa “certidumbre fundamental”: que en 2026 habrá elecciones y que, además, Petro no podrá reelegirse como explícitamente lo prohíbe la Constitución.
Pues bien, si se observa el camino político y retórico que ha tomado el gobierno del Pacto Histórico y el presidente de la República, lo que salta a la vista es que se está desmoronando esa certidumbre fundamental de que tendremos elecciones en 2026 y que Petro hará las maletas y saldrá de Palacio.
La ficción política que está montando Petro es perfectamente coincidente con el camino que han seguido los autócratas que intentan perpetuarse. Las instituciones son corruptas... solo sirven a los poderosos... las controla la oligarquía… impiden el cambio… doscientos años de sometimiento y esclavitud… y por ello hay que apelar al pueblo directamente. La legitimidad no reside en la ciudadanía y en las instituciones democráticas, solo está en manos del “pueblo” ese vago, vaporoso y etéreo espectro que muta, se amasa y moldea para tomar la forma que más convenga al reyezuelo de turno.
Sin embargo, Petro sabe perfectamente que en Colombia no bastan los balconazos con plazas llenas o unos indígenas acampando en la universidad nacional. Sabe muy bien que sus pretensiones necesitan un ropaje institucional para poder reclamar que el pueblo contundentemente se ha pronunciado a su favor. Necesita inexorablemente un mecanismo que le otorgue un viso de institucionalidad que le permita argüir que hay mandato popular validado en las urnas. Y en esas, de pronto, se le apareció el papayazo que le dio el Senado de la República al sepultar la reforma laboral.
Ni corto ni perezoso, Petro está aprovechando esa oportunidad a cabalidad. Obtuvo combustible con que alimentar su retórica en contra del Congreso como enemigo del cambio y peón de la oligarquía. Y lo más grave de todo, le otorgó al presidente Petro una poderosa causa social para usar las vías extra legislativas para lograr lo que siempre ha soñado. Con la consulta popular podrá ir a las urnas a obtener un “plebiscito político” y demostrar que recibió una refrendación de su mandato directamente del pueblo.
Cuando se oyen con cuidado las declaraciones y los discursos de Petro, una tarea que requiere mucha persistencia, se hace evidente que aunque la consulta sea formalmente sobre la legislación laboral el presidente ya le está dando un alcance mucho mayor. Aunque sin duda la consulta será una plataforma poderosa para que el Pacto Histórico haga campaña para el 2026 hay suficientes señales de que el Presidente Petro pretende usar la consulta popular como un “plebiscito político” trasgrediendo los límites que le establece la constitución y la ley a dicho instrumento.
Petro, que hasta hace unos meses afirmaban con un rotundo NO! cuando se le indagaba sobre las pretensiones de reelección, hoy acaricia con morbo populista y autoritario la idea de que esto sea posible. En sus manifestaciones y movilizaciones recientes el grito de reelección toma fuerza y la otrora negativa del mandatario ha pasado del no al “de pronto”. Claramente, el camino de una reforma convencional a la Constitución Política para reabrir la posibilidad de reelección es inviable e improcedente. Para su reelección solo le queda la vía política. Petro va a intentar transformar una consulta popular supuestamente sobre la ley laboral en algo muy distinto, en un plebiscito para permitir su reelección. Que el país se prepare. La consulta popular puede llegar a significar la reelección de Petro.
@gabrielsilvaluj
