Juan Camilo Restrepo
17 Agosto 2023

Juan Camilo Restrepo

El sentido de las cifras sobre crecimiento económico

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Las cifras divulgadas esta semana por el Dane sobre crecimiento económico en el segundo trimestre del año (0,3 por ciento) deben analizarse, más allá de la radiografía inmediata de la economía que reflejan, que es desastrosa, como punto de mira de lo que puede ser el futuro del crecimiento nacional.

Se sabía que este año el crecimiento de la economía será muy pobre. Lo que nadie había imaginado es que puede ser paupérrimo o aún negativo en el resto del año 2023, como mostraron las últimas informaciones del Dane.

Una primera observación, por el lado de la oferta, es que los sectores más importantes en términos de generación de empleos registraron todos crecimientos negativos. Mal preámbulo para lo que se viene en materia de empleo: manufactura (-4 por ciento), construcción (-3,7 por ciento), comercio (-4,5 por ciento), y agro (-1,4 por ciento). 

Por el lado de la demanda se nota también un decaimiento fuerte del consumo de los hogares (que había sido el motor principal en la recuperación que se registró en el periodo pospandemia), y lo que es grave y muy diciente: un desplome de la inversión a niveles que no se veían desde hace 16 años (excluyendo el año de la pandemia).

Cuando se observan, ya no las piezas sueltas, sino el rompecabezas económico en su conjunto, se empieza a adivinar una figura en la que el sector privado se desdibuja cada vez más al paso que el sector público, a pesar de la baja ejecución presupuestal, registra un crecimiento positivo en el trimestre de 4,5 por ciento. La proclividad estatizante del gobierno Petro y su permanente pugnacidad contra la empresa privada empieza a pasar factura en las cifras económicas.

También empezamos a ver los resultados de medidas equivocadas, como fue la congelación de los peajes para 2023, sin que se haya aún compensado a los concesionarios que resultaron afectados. Esta improvisada medida de política pública ha generado, no solo un pasivo de un billón de pesos sino que ha sembrado un manto de duda sobre el respeto gubernamental futuro a los contratos de concesión. Lo que ciertamente está asociado al desfallecimiento que empiezan a observarse en las cifras de la inversión en infraestructura, que deben adelantarse necesariamente de la mano con el sector privado.

El presidente Petro ha hablado reiteradamente de la necesidad de un gran “pacto nacional” aunque no ha dicho con claridad en qué consistiría. Este podría ser el comienzo de un gran programa contra cíclico que se requiere con urgencia ante las melancólicas cifras que acaban de publicarse. 

Pero para que el tan mentado “pacto nacional” tenga sentido y viabilidad, lo primero que se impone es menos arrogancia de parte del Gobierno. Debe entender y aceptar que su 25 por ciento de las bancadas parlamentarias no le resulta suficiente para pretender que el resto del país le apruebe sin cambiarle una coma a todas las propuestas que haga. El gran pacto se impone: pero no a base de arrogancia desde la casa de Nariño.

Este concierto con el sector privado resulta también urgente ante la parálisis total que muestra la agenda legislativa. Ninguna de las grandes reformas ha sido concertada. Ni siquiera han sido cuantificadas. Las elecciones regionales se acercan y es de prever que si la actitud conciliadora no le gana la batalla al estilo belicoso que caracteriza todas las actitudes del gobierno, en las elecciones de octubre el gobierno va a recibir una estruendosa derrota que lo va a hacer reaccionar. Pero quizás cuando ya sea demasiado tarde para salvarle el año a la economía.
 

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