Luis Alberto Arango
19 Abril 2024

Luis Alberto Arango

Ideas para cultivar el hábito de leer

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Con ocasión de la actual Feria del Libro de Bogotá en su versión 36, no puedo evitar invitarlos a que la visiten y compren un buen libro. ¿Qué digo? Más bien unos buenos libros. Y si no están en Bogotá, donde se lleva a cabo la feria, que lo hagan en la librería más cercana, alquilen uno en la biblioteca pública de la ciudad, o pidan uno prestado a un amigo. Cuando uno lee un libro, sin duda, deja de ser el mismo.

En las páginas de su best-seller El infinito en el Junco, la escritora española Irene Vallejo, una de las invitadas especiales a la Feria del Libro, nos transporta a través de los siglos, revelando la fascinante historia de los libros y su profundo impacto en la humanidad. 

"Mi madre me leía libros todas las noches, sentada en la orilla de mi cama. Ella era la rapsoda; yo, su público fascinado…".

En este vasto océano de conocimiento, hay un fragmento que brilla con la esencia misma de lo que significa inculcar el amor por la lectura desde la más tierna infancia: "Mi madre me leía libros todas las noches, sentada en la orilla de mi cama. Ella era la rapsoda; yo, su público fascinado. El lugar, la hora, los gestos y los silencios eran siempre los mismos, nuestra íntima liturgia. Mientras sus ojos buscaban el lugar donde había abandonado la lectura y luego retrocedían unas frases atrás para recuperar el hilo de la historia, la suave brisa del relato se llevaba todas las preocupaciones del día y los miedos intuidos de la noche.”

"Un adulto, nunca olvidará cuando le leían de pequeño. Eso siempre acompañará su memoria".

Estas palabras evocan la imagen de un ritual sagrado, donde la conexión entre padres e hijos se convierte en mágica, invencible e inolvidable a través de las páginas de un libro. Es un momento de intimidad y aprendizaje, donde se comparten sueños, emociones y conocimientos. Esta experiencia única es el legado que todos los niños merecen, independientemente de su edad o circunstancias. Un adulto, nunca olvidará cuando le leían de pequeño. Eso siempre acompañará su memoria.

La importancia de los padres en la formación de hábitos de lectura en sus hijos es innegable. Cada palabra que leemos en voz alta a nuestros pequeños es una semilla de conocimiento que germina en sus mentes, creando raíces profundas que perdurarán toda la vida. Un ejemplo del impacto que tuvo una madre sobre su hija es el de la ministra de Educación, Aurora Vergara.

Es inspirador oír sus respuestas a las preguntas sobre su niñez y que compartió en una entrevista con Yamid Amat, poco después de posesionarse. Contó cómo su madre, a pesar de los retos económicos, dedicaba parte de sus ingresos para comprar libros. Esta inversión en conocimiento sembró la semilla del aprendizaje en sus hijos, demostrando que el acceso a la lectura fue sin duda una de las razones que impulso a la actual ministra a ser una de las sociólogas más destacadas de Colombia, con un PhD de la Universidad de Massachussetts y múltiples distinciones.

“Mis hijas no solo leen por placer, sino que también han desarrollado una curiosidad insaciable por el mundo que las rodea”.

 

En mi propia experiencia, he tomado el compromiso de seguir este ejemplo en mi familia. Desde que mis hijas eran pequeñas, les he leído libros en las noches, creando un espacio de conexión y aprendizaje compartido. Aunque ahora son adolescentes, seguimos disfrutando juntos de la magia de la lectura, explorando mundos imaginarios y reflexionando sobre temas complejos. 

Actualmente nos encontramos inmersos en la lectura de Corazón de Tinta, la primera obra de una trilogía de Cornelia Funke, que recomiendo para jóvenes y adultos. Con sus 600 páginas, tenemos material más que suficiente para entretenernos durante varios meses, leyendo en voz alta uno o dos capítulos por semana. Disfrutamos cada página de principio a fin. 

Los efectos de este hábito son evidentes. Mis hijas no solo leen por placer, sino que también han desarrollado una curiosidad insaciable por el mundo que las rodea. Y es que la lectura no solo enriquece nuestro vocabulario y estimula nuestra imaginación, sino que también nos conecta con diferentes culturas, épocas y perspectivas.

En un mundo cada vez más digitalizado, la lectura sigue siendo un refugio de tranquilidad y aprendizaje. En lugar de dejarnos llevar por el frenesí de las redes sociales y las pantallas, tomémonos el tiempo para sumergirnos en un buen libro. Y si tenemos la oportunidad, compartamos ese regalo con los más jóvenes y, por qué no, también con los más adultos, invitándolos a participar en un ritual que, con el tiempo, se convertirá en un hábito que enriquecerá sus vidas de manera inimaginable.

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