Mauricio Cabrera
24 Junio 2023

Mauricio Cabrera

Las 1.000 empresas

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El informe de la Superintendencia de Sociedades sobre los balances del año pasado de las 1.000 empresas más grandes del país arroja información muy interesante no solo sobre cómo le fue al sector empresarial, sino también sobre el grado de concentración y su distribución regional y sectorial.

En cuanto a los resultados, no hay duda de que 2022 fue un año extraordinario para las empresas, consolidando la recuperación de la pandemia que había empezado desde al año anterior. En efecto el total de sus ingresos operacionales se incrementó en 34 %, y sus utilidades en 40,8 %, que es muy superior al incremento del PIB nominal que fue de 22 %. Esto puede significar un deterioro en la distribución del ingreso en la medida en que las empresas más grandes del país aumentaron su participación en el valor agregado por la economía.

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Consecuencia directa de las mayores utilidades es la notable mejoría en la rentabilidad empresarial. El indicador usual de Retorno sobre Patrimonio (ROE) que había bajado hasta 7,6 % el año de la pandemia, se recuperó a 14,4 % en 2021, y subió a un excepcional 18,1 % el año pasado.

Por supuesto, estos totales agregados esconden grandes diferencias entre empresas pues no a todas les fue tan bien, e incluso 139 empresas reportaron pérdidas por un total de 10,5 billones de pesos. Es un resultado menos bueno que en 2021, cuando 120 empresas tuvieron pérdidas por 9,8 billones de pesos.

También hay diferencias importantes por sectores. En el sector de Hidrocarburos y Minería solo hay 52 empresas, pero obtienen el 45 % del total de utilidades, de las cuales más de la mitad corresponden a Ecopetrol, mientras que un número similar de empresas de la construcción (45), solo obtiene el 3,3 % del total. Los grupos más numerosos de empresas están en los sectores de Manufactura (314) y Servicios (304), siendo más rentable el primero que recoge el 13, 8 % de las utilidades.

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El centralismo bogotano y regional

La información de la Superintendencia confirma la gran concentración regional de las grandes empresas, donde a nivel país sobresale el centralismo bogotano, pero también en cada una de las regiones se ve el mismo centralismo alrededor a las capitales (y sus áreas metropolitanas) de cada departamento.

En Bogotá, que tiene alrededor del 18 % de la población colombiana, se “registran” el 47 % de las empresas más grandes del país, que además son las más rentables toda vez que obtienen el 74 % de las utilidades del grupo. A estas se deben sumar las 64 empresas registradas en Cundinamarca, que se ubican todas en municipios aledaños a Bogotá, como Chía, Cota, Cajicá o Mosquera. En consecuencia, en la sabana de Bogotá se “registran “más de la mitad de las 1.000 empresas.

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Es relevante decir que se “registran”, porque otro aspecto del centralismo atávico del país es que en Bogotá se establecen muchas empresas que no producen nada en la capital pero que allí tienen su domicilio legal, posiblemente por la cercanía con las 3 ramas del poder público. Así, por ejemplo, en la sabana del Bogotá no hay un solo pozo petrolero ni una mina de carbón, pero todas las empresas del sector están domiciliadas en la capital. Lo mismo sucede con, el níquel, el arroz, el café el tabaco, para citar otros casos de producciones que se realizan en otras partes del país.

Dos departamentos -Antioquia y Valle- concentran otro 29 % de las grandes empresas, de manera que en otros 18 departamentos solo se ubican 186 de las 1.000 empresas. Peor aún, en 10 departamentos no hay ni una sola.

Si en Bogotá llueve en el resto del país no escampa. De las 185 empresas registradas en Antioquia, solo tres están por fuera del Valle de Aburrá, en Amagá, Marinilla y Apartadó. El resto en Medellín o los municipios aledaños como Bello, Itagüí, Envigado o Rionegro. En el Valle sucede lo mismo, con todas las empresas ubicadas en Cali, Jamundí, Yumbo y Palmira. Las más alejadas están una en Biga y otra en Zarzal. El centralismo no es exclusivo de los bogotanos.

¿Dónde va la plata de la salud?

En la base de datos de la Supersociedades se presenta información parcial sobre 99 entidades vigiladas por la Superintendencia de Salud; de estas 24 son EPS y 75 son IPS. Desafortunadamente no se tiene el detalle de los gastos administrativos o de prestación de servicios que permitirían dar un poco de claridad sobre el destino de los billonarios recursos del sector.

Lo que se sabe es que las EPS tienen un mayor volumen de ingresos operacionales (69 billones de pesos), pero el resultado del grupo es negativo en 2,3 billones de pesos. Al desagregar se observa que solo 5 dan utilidades, una está en equilibrio y las otras 19 arrojan pérdidas por valor de 2,6 billones de pesos.

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El resultado de las IPS es el inverso. Una mayoría de 67 entidades dan utilidades por 2,4 billones de pesos mientras que 8 (casi todos hospitales públicos) arrojan pérdidas de 155.000 millones de pesos. Como resultados similares se vienen presentando desde hace varios años, el patrimonio del grupo de EPS es negativo en 1,3 billones de pesos, mientras que el de las IPS es positivo en 21,4 billones de pesos. Esta puede ser una explicación de la continua aparición de nuevas clínicas o centros de atención médica, a la vez que desaparecen algunas EPS.

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