Recientemente dos hechos han traído reflexiones sobre la educación y su relación con la sostenibilidad ambiental. El primero, el 31 de octubre la UNESCO lanzó su Informe GEM 2024/5 (Global Education Monitoring Report). El segundo, la finalización de la Conferencia de las Partes de Biodiversidad (COP16). En los dos eventos se mostró la necesidad inaplazable de trabajar la sostenibilidad ambiental, desde la política y la gestión educativa.
El informe de la UNESCO, aunque se centró en el liderazgo educativo, puso en evidencia los múltiples retos que enfrenta el sector, dándole relevancia al cambio climático y su impacto en las infraestructuras y los planes de estudio. Observa que a nivel internacional, una de cada cuatro escuelas primarias ni siquiera tiene acceso a los servicios básicos de agua potable, saneamiento e higiene. Hace un llamado a los gobiernos para que mejoren la inversión en educación y particularmente en infraestructura: nuevas edificaciones y mejoramientos en las existentes para proteger a la comunidad educativa del aumento de las temperaturas y las catástrofes naturales. También insiste en la necesidad de crear e implementar contenidos de “educación verde”, desde la educación inicial y en asignaturas que vayan más allá de las ciencias.
De otro lado, la COP 16 fue exitosa. Dejó compromisos para los países participantes en materia de sostenibilidad y defensa de la biodiversidad. El encuentro permitió traer de nuevo a la opinión pública la urgencia de implementar políticas que reconozcan y prioricen la sostenibilidad ambiental. La educación es central en este propósito. Quizás uno de los mayores éxitos de la COP 16 fue que se convirtió en la mayor campaña de educación ambiental que hemos tenido en Colombia. Incluyó no solo a las instituciones educativas, sino que con la llamada “Zona verde” logró hacer un llamado a la conciencia ambiental y al disfrute de la diversidad de nuestro país. Los logros de la “Zona azul” están por verse, pero son esperanzadores.
Uno de los eventos de la COP que mostró la relevancia de la educación en la discusión medio ambiental, fue el conversatorio de la CAF “Innovación ambiental en los espacios de aprendizaje para el siglo XXI”, en el que se hizo un intercambio de experiencias sobre la importancia de incluir en el diseño y la construcción de espacios educativos un enfoque de sostenibilidad y cuidado del ambiente. Estos elementos deben ser constitutivos de la formación de ciudadanos responsables con su entorno en el siglo XXI.
La literatura internacional coincide en que las condiciones de infraestructura son un factor relevante en los procesos educativos, tanto en temas de acceso o permanencia escolar como en el proceso de aprendizaje. Diversos estudios muestran que las condiciones de la infraestructura escolar influyen en la asistencia de los estudiantes a clase, en el ambiente de aprendizaje, en el favorecimiento de los resultados en pruebas académicas, en la reducción de las tasas de reprobación y deserción escolar, en el mejoramiento del clima escolar y en la apropiación y uso comunitario de las instalaciones.
En América Latina aún falta mucho por hacer en el mejoramiento de las condiciones físicas de los espacios escolares. Hace algunos años, un informe del BID mostraba que sólo el 59% de los estudiantes de América Latina asiste a escuelas con un nivel adecuado de agua y saneamiento; dos estudiantes de cada tres tienen aulas suficientemente equipadas o van a escuelas que tienen, por lo menos, un espacio académico adicional a las aulas de clase (biblioteca, laboratorios de ciencia, auditorios, etc.). Aunque Colombia no es de los países más rezagados, todavía no se logra que todos los niños tengan las condiciones mínimas de infraestructura, especialmente los del sector público y los de las zonas rurales. Según la información presentada por el Ministerio de Educación Nacional, el 67% de las escuelas rurales presentan serias deficiencias en su estructura.
Después de la COP, Bogotá fue anfitriona del Taller de Innovación en Infraestructura Educativa, organizado por CAF. Durante el evento, expertos y funcionarios de diversos ministerios de educación de 13 países de la región, analizaron las desigualdades y carencias en infraestructura que impactan directamente en la calidad de la educación. Aunque ha habido avances, la deuda en infraestructura persiste, especialmente en las zonas rurales y sectores menos favorecidos. Los participantes coincidieron en la necesidad de transformar los espacios de aprendizaje en entornos seguros, inclusivos y sostenibles, que respondan a las demandas de una educación moderna y accesible.
En este contexto, Bogotá se destacó como un ejemplo de logros en infraestructura educativa con enfoque de sostenibilidad ambiental. La ciudad a lo largo de distintas administraciones en los últimos 30 años, ha logrado avances significativos en la construcción de colegios que respondan a los retos del siglo XXI. Los nuevos planteles (y particularmente los construidos en los últimos cuatro años) promueven una educación inclusiva. Además, fomentan la formación integral y la jornada única, ofreciendo áreas dedicadas al arte, la cultura, el deporte y la participación ciudadana. De igual forma, son espacios escolares orientados al desarrollo de habilidades STEAM, con ambientes flexibles y recursos tecnológicos que potencian el aprendizaje y el trabajo colaborativo. A su vez, estos colegios impulsan cambios en los procesos educativos, ya que sus diseños facilitan entornos de construcción pedagógica más activa, con mayor participación, integración con el entorno y oportunidades de experimentación. Los nuevos colegios son espacios abiertos a la comunidad. En Bogotá avanzamos en que los colegios sean centro de articulación de la presencia del Distrito en barrios y zonas rurales. Así, además de la formación de la población en edad escolar, son espacios privilegiados para modelos educativos flexibles que están al servicio de ciudadanos que no han terminado su bachillerato, lugares de encuentro comunitario o articuladores de la oferta estatal, como las Manzanas del Cuidado.
Una innovación especialmente significativa en los últimos 4 años fue la reconciliación de la nueva infraestructura educativa y la sostenibilidad ambiental, una dimensión que no había sido suficientemente incorporada. La innovación ambiental se presenta de muy diversas maneras: integración con la naturaleza (arborización, paisajismo y huertas escolares); eficiencia energética (uso de paneles solares e iluminación sostenible); gestión del agua (sistemas de reutilización y aprovechamiento de aguas lluvias); calidad ambiental interior (ventilación cruzada y aislamiento acústico); gestión de residuos (sistemas de reciclaje integrados). El uso adecuado de estas infraestructuras se enmarca en procesos pedagógicos.
Los avances en el país en construcciones escolares se deben principalmente al Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa, FFIE, que con un buen diseño institucional fue creado en 2015 y cuyo cumplimiento de metas ha sido positivo. Partió de un diagnóstico retador: el 41% de las construcciones escolares tienen más de 40 años, el 43% realizó mantenimiento hace más de 5 años, el 55% no cuenta con agua potable, el 18% no tiene agua permanente, el 18% no tiene energía eléctrica, el 61% no cuenta con servicio de recolección de basura, el 59% no tienen aulas de informática y el 79% de las instituciones rurales no tiene acceso a internet. EL FFIE ha intervenido 1.720 instituciones educativas en el país (433 colegios nuevos o ampliados y 1.287 sedes mejoradas), de las cuales 805 se han entregado en el presente gobierno, y habían iniciado su construcción en gobiernos anteriores (120 nuevos o ampliados y 685 sedes mejoradas). Se han desarrollado colegios ambientalmente sostenibles con sistemas fotovoltaicos, láminas filtrantes, plantas de tratamiento de agua potable, reciclaje de aguas lluvias. Se ha avanzado en soluciones industrializadas. Con esfuerzo se ha llegado a la ruralidad más dispersa del país y con dificultades de orden público. Se han construido/ampliado 15 normales superiores y se han mejorado 28 residencias escolares.
El ejemplo de Bogotá y los esfuerzos del FFIE, deben mantenerse. Construir colegios sostenibles ambientalmente, es posible. Mejorar los existentes, es imperativo. En el caso de Bogotá, durante el gobierno de la exalcaldesa Claudia López, se destinó el presupuesto en infraestructura educativa más alto que cualquier otro plan de gobierno hubiese tenido en la ciudad, con una inversión cercana a los 2,6 billones de pesos, para entregar o dejar en obra o diseño 70 sedes educativas (35 entregadas, 10 en obra o próximas a iniciar obra, 16 con obra contratada o garantizada su financiación y 9 en diseño para gestión de recursos por parte de la nueva administración). Desafortunadamente, a la fecha, a pesar de la aprobación del nuevo Plan de Desarrollo del alcalde Carlos Fernando Galán y del cupo de endeudamiento aprobado por el Concejo, no se han conseguido los dineros para estos últimos colegios. Tampoco se destinaron recursos a nuevos diseños o compra de lotes, como lo venían haciendo las últimas 7 administraciones. Esperemos que se pueda avanzar en el mejoramiento de las infraestructuras existentes y, por supuesto, en calidad educativa, más en este momento en qué aunque el número de estudiantes se reduce y es necesario aumentar los indicadores de jornada única. La premisa de construir sobre lo construido, es posible y la actual administración lo ha demostrado, pero se requiere que la decisión política vaya a la par con el presupuesto.
A nivel nacional, existe gran preocupación por el cumplimiento de las metas del Plan de Desarrollo en educación. Sin embargo, en cuanto a infraestructura escolar, se están logrando avances importantes, gracias al modelo de gestión implementado por el FFIE, que se espera se mantenga. No obstante, en el resto de las metas y apuestas, el rezago es evidente. Uno de los incumplimientos más preocupantes, debido a las frustraciones que genera, es la construcción de las sedes universitarias.
Hoy, en medio de las imágenes del desastre causado por la Depresión Aislada de Niveles Altos (DANA) en España y de las inundaciones en Bogotá, en el Chocó o en La Guajira; surge nuevamente la urgencia de planificar y gestionar ciudades con políticas públicas que respondan a los fenómenos climáticos y prioricen la sostenibilidad ambiental. Infraestructuras resilientes, equipamientos verdes, gestión del riesgo ambiental y adaptación al cambio climático, entre otros, son conceptos que vuelven a cobrar relevancia en la opinión pública. Desde el sector educativo se pueden construir modelos. Me inclino porque nos sintamos orgullosos no solamente de lo hecho en Bogotá, sino también de los esfuerzos que se han realizado en el país en la infraestructura escolar.
Posdata 1. Desafortunada la canción “+57”. Me encanta Karol G, pero permitirse participar en un tema que claramente es misógino e instrumentaliza a las niñas y las mujeres, es doloroso. Los cambios culturales, que tienen que comenzar ya, exigen educación. Rechacemos el comportamiento de los demás miembros del llamado “junte”.
Posdata 2. Terminando de escribir esta columna se conoció la dolorosa noticia de la muerte de un niño de 11 años en Jamundí. Un niño de 13 años llevó un arma al colegio y cuando estaban manipulándola, accidentalmente mató a su compañero. Un verdadero drama para sus familias y para una sociedad que parece indolente frente a la formación y protección de la niñez.