Mauricio Cabrera
6 Octubre 2023

Mauricio Cabrera

Las tres desigualdades

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Voy a empezar por una perogrullada: el objetivo de un Ministerio de la Igualdad debe ser disminuir la desigualdad. Lo que no es evidente es de cuál desigualdad estamos hablando y cuál debe ser el foco de su trabajo, pues existen muchas clases. Hay desigualdades regionales, étnicas, de género, de oportunidades y varias otras, pero desde el punto de vista económico hay tres clases de desigualdades que inciden en todas las mencionadas.

Una es la desigualdad en el acceso a los bienes y servicios básicos, que es la expresión de la pobreza; otra es la desigualdad en la distribución del ingreso, que refleja cómo se reparten lo producido en la economía, y una tercera es la desigualdad en la distribución de la riqueza, que depende de la acumulación originaria y de los procesos de reproducción del capital.

Desde hace más de 50 años todos los gobiernos han prometido en sus planes de desarrollo disminuir la desigualdad, pero apuntando siempre a la primera y, solo en los últimos años a la segunda. Como resultado se ha producido un paradójico desarrollo social: una notable reducción de la pobreza, ningún cambio en la distribución del ingreso y una mayor concentración de la riqueza.

Avances en la distribución de bienes básicos

Uno de los signos más visibles de la desigualdad social es la diferencia en el acceso a los bienes básicos como alimentación, salud, educación, vivienda, agua o energía, que no solo determinan la calidad de vida y el bienestar de los hogares sino que condicionan las oportunidades de progreso en la sociedad. Por ejemplo, diferencias en la alimentación durante la niñez, la calidad de la educación recibida y -hoy en día- el acceso al internet condicionan de manera casi inexorable las posibilidades de trabajo de las personas y por lo tanto sus ingresos futuros.

No existe un indicador que mida directamente la desigualdad en el acceso a los bienes básicos, pero sí existen medidas aceptadas que clasifican la población entre los pobres que no tienen acceso y los que sí lo tienen. Son dos los índices de pobreza que calcula el Dane: el de pobreza monetaria que mide cuántas personas no tienen ingresos suficientes para adquirir la canasta familiar, y el de índice de pobreza multidimensional (IPM) que identifica a quienes no tienen salud, educación o vivienda con servicios.

La pobreza multidimensional ha descendido de manera significativa en Colombia. En consecuencia se ha avanzado en la construcción de un mínimo “Estado de Bienestar”, que ha permitido que más hogares tengan una mejor calidad de vida. La línea verde del gráfico es la evolución del (IPM), que muestra cómo, en la última década, el porcentaje de colombianos privados de estos bienes se redujo a menos de la mitad bajando del 26.5 % al 12.9 %. La explicación es el aumento de servicios y subsidios ofrecidos por el Estado que han aumentado la cobertura en salud, educación, así como el acceso a vivienda propia.

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Dos comentarios para entender mejor el significado de esta evolución. Primero, el IPM no aumentó durante la pandemia (2020) a pesar de que mucha gente se quedó sin comer, puesto que en el índice no está incluida la alimentación. Segundo, la disminución del IPM no implica que se haya disminuido la desigualdad en el acceso a estos servicios básicos porque el índice no mide la calidad de los mismos. El caso más claro es el de la educación donde la diferencia entre los colegios privados y los públicos sigue siendo enorme.

En cuanto a la pobreza monetaria (línea roja) la historia es diferente. El crecimiento económico impulsado por la bonanza de los hidrocarburos durante los primeros años de la década pasada, y la consiguiente creación de empleo permitieron que disminuyera el número de personas sin ingresos suficientes para adquirir la canasta básica de bienes hasta llegar al 34,7 % en el año 2018.

El año siguiente hubo un pequeño aumento, pero en 2020 la pandemia y la demora y la insuficiencia de los auxilios del gobierno hicieron que explotara la pobreza a niveles aún mayores (42.5 %) que en 2012. En los dos últimos años se revirtió un poco este aumento, pero el porcentaje de personas en situación de pobreza es muy similar al de diez años antes.

La mala distribución del ingreso no ha mejorado

Los logros en materia de disminución de la pobreza y acceso a servicios básicos no han modificado las profundas desigualdades en la distribución del ingreso y la riqueza que existen en Colombia. Según el Banco Mundial, el GINI en 1992 era de 51.5, mientras que el porcentaje de personas en pobreza era superior al 50%. 30 años después los pobres han disminuido y la distribución del ingreso ha empeorado pues el GINI ha subido a 55.6-

Con las cifras del Dane se tiene que en 2012 el coeficiente GINI del ingreso era de 53.9 y 10 años después es más alto (55.6), a pesar del crecimiento económico, la gran disminución en la pobreza multidimensional y el aumento de los ingresos monetarios de los pobres. La razón es muy simple: los ingresos de los ricos han subido más. Cuando la marea sube todos los botes suben, pero los que no tienen bote apenas sobreaguan o se pueden ahogar

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Una forma gráfica de ver la baja correlación entre la disminución de la pobreza y la mejoría en la distribución del ingreso, es observar las variaciones que han tenido estos dos indicadores desde 2012. Mientras que la pobreza (línea roja) bajó 15 % hasta 2018, el GINI (línea azul) solo bajó 5.8 % hasta 2017 y volvió a subir casi dos puntos el año siguiente. Con la pandemia ambos subieron, pero en la recuperación de 2021 la pobreza bajó y el GINI siguió subiendo.

¿Por qué los más ricos siguen teniendo la misma tajada del pastel si mejoran los ingresos de los más pobres? La respuesta es compleja, pero una de las razones es porque la riqueza está muy concentrada y los frutos del desarrollo los acaparan unos pocos, como se verá a continuación.

La aberrante concentración de riqueza

Por razones de espacio, este será el tema de la próxima columna

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