Velia Vidal
15 Abril 2023

Velia Vidal

Mincultura (E)

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“Hoy, en una mesa de construcción y diálogo colectivo con el sector literario, nos reunimos con los representantes de la Red Relata. El ministro(e), José Ignacio Zorro; en compañía del viceministro(e) de creatividad, Esteban Zabala; la directora de la Biblioteca Nacional, Adriana Martínez; la directora(e) de artes, Ángela Beltrán; y la directora del grupo Literatura, María Orlanda Aristizábal, asistiendo a este espacio, respondiendo a la necesidad expresa de abrir, como se ha hecho con otros sectores, espacios de diálogo y concertación sobre las solicitudes que desea presentar el sector”.

Con este texto se acompañaba una imagen de la reunión, publicada en la cuenta oficial de Instagram del Ministerio de Cultura.

Yo, que venía pensando en esta columna desde que Jorge Melguizo me invitó a firmar la carta que enviamos el pasado lunes, al presidente Gustavo Petro, solicitando un espacio como sector para conversar sobre las preocupaciones que tenemos frente a la atención y gestión actual de la cartera, encontré en esta breve publicación la evidencia de la interinidad actual del Ministerio, que es solo un síntoma de la crisis que se está viviendo y da cuenta del irrelevante lugar que ocupa la dependencia en la agenda presidencial, en un gobierno del que esperábamos un cambio, al menos, en el trato que históricamente se le ha dado al sector.

No es menor que al menos tres de los más importantes cargos del ministerio estén con encargos, como no son menores las formas que se han usado para despedir a los directivos ni las solicitudes de renuncia protocolaria que ponen a los servidores en una cuerda floja de la que desconocen las varas que podrían mantenerlos en equilibrio o tumbarlos en cualquier momento.

Es imposible desconocer que la experiencia y el compromiso de los servidores de carrera administrativa mantienen a flote los programas que democratizan el acceso a los recursos, como concertación y estímulos, así como la incidencia de la saliente ministra Patricia Ariza en el replanteamiento de algunos de los estímulos, de cara a una mayor participación de grupos minoritarios y el interés por avanzar en equidad. Sin embargo, en este momento histórico y tras la etapa de consolidación de este ministerio, no podemos sentirnos satisfechos con el simple hecho de que se mantenga el ministerio a flote o que se aumente el presupuesto.

Necesitamos un ministerio que realmente se encargue de darle a la cultura el lugar que le corresponde en las dinámicas de Colombia. Desde aquí deberían estarse proponiendo y dando las conversaciones más importantes de nuestro país, entendiendo, como dijo recientemente la excomisionada Lucía González, que la cultura es el soporte fundamental para la construcción de paz. Una afirmación que el Gobierno manifestó entender y respaldar durante su campaña y en sus primeros días, pero que está abismalmente lejos de cumplir.

Es hora de trascender los asuntos burocráticos y operativos en los que suele centrarse la relación ministerial con las organizaciones culturales, para encontrarnos en las conversaciones alrededor del lugar de la cultura en la construcción de paz, para participar activamente en diálogos sobre la convivencia en los entornos educativos o sobre los impactos del conflicto y las violencias en las prácticas culturales y lo que estamos haciendo frente a ello.

No deja de llamar la atención que entre tantas reformas rodando, discutiéndose y negociándose, ninguna sea alrededor de políticas culturales.

Si de verdad queremos pasar la página de los muchos conflictos y las violencias que atan nuestro país, tendremos que enfrentar el enorme reto de cambiar los lenguajes, las miradas, de sanar las almas, de restaurar las relaciones comunitarias, el tejido social y las dinámicas del encuentro. Y eso, lo reconozcan o no, solo es posible mediante procesos culturales de largo plazo. Si quieren buscar evidencias de ello, basta volver la mirada sobre cualquier estallido social en América Latina. Absolutamente todos han estado atravesados por las artes y buena parte de su base ha estado en los actores culturales. De modo que podrán seguir ignorándonos, pero pueden estar seguros de que sin nuestro sector, no habrá ningún cambio verdadero.

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