María Claudia Parias Durán
Nace una estrella: Primer Festival Vallenato al Parque en Bogotá
Para el Idartes y el Instituto Distrital de Recreación y Deporte, el Festival Vallenato al Parque es una extraordinaria oportunidad de promover nuevas relaciones sociales en el espacio público a partir de un género sobre el que nuestro nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, dijera “¿Qué es Cien años de soledad? Pues, no es más que un vallenato de 450 páginas, realmente eso. Lo que hice con mi instrumento literario es lo mismo que hacen los autores de vallenato con sus instrumentos musicales”. Estos son los motivos.
En su sesión del 27 de junio de 2024, el Concejo de Bogotá creó el Festival Vallenato al Parque como un tributo a esta práctica musical del Caribe colombiano, a sus relaciones con el centro del país en el que opera como un conector simbólico muy potente y al surgimiento de un movimiento de artistas dedicado a este género en el altiplano cundiboyacense.
Para la institucionalidad cultural de la ciudad, la creación de un nuevo festival al parque -una marca del Instituto Distrital de las Artes, reconocida a nivel nacional e internacional como sello de identidad de la capital del país- significa una oportunidad de dar sentido, desde el conocimiento de las músicas y su alcance en el marco de las políticas culturales de la ciudad, a una puesta en escena en el espacio público de los representantes de este género que son variadísimos y no están exentos de las disputas y tensiones propias del campo de la creación artística.
Una evidente tensión se reconoce entre quienes consideran que este género debe preservar las tradiciones que le dieron origen y quienes consideran que la música evoluciona desde la perspectiva del mercado y los gustos de las nuevas generaciones.
El musicólogo y director de la Maestría en Musicología de la Universidad Nacional de Colombia, Egberto Bermúdez, señala que “la conformación histórica del vallenato es semejante a la de muchos de los estilos musicales urbanos y populares del Caribe y América Latina y comprende varios procesos. El principal fue la absorción de tradiciones marginales africanas en estilos musicales nuevos. En segundo lugar está la adaptación de sus pautas (en general, ligadas al ritual) a los contextos cristianos, especialmente los festivos. Finalmente, todo esto se complementa con la adopción de instrumentos y estructuras musicales de otras tradiciones (principalmente, las europeas de canto y de baile). Uno de los aspectos más importantes en estos procesos es la participación de los productos de la industria discográfica y de la radiodifusión”1.
En el documento académico, Bermúdez añade que, en términos contextuales, el vallenato está asociado a letras que relatan hechos sociales cotidianos, a los enfrentamientos o duelos de carácter poético y a las parrandas o reuniones del tiempo de ocio y diversión.
Estos elementos descritos por el profesor Bermúdez, junto con la insistencia de expertos y cultures tradicionales sobre la necesidad de generar medidas urgentes de salvaguardia, llevaron a la inscripción de esta práctica artística y cultural en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco en 2015.
En el dossier de postulación se señala lo siguiente: “Este género musical, que posee cuatro aires principales (la puya, el son, el paseo y el merengue) con esquemas rítmicos propios, se interpreta en festivales musicales específicos y también, esencialmente, en parrandas de familiares y amigos, por lo que desempeña un papel esencial en la creación de una identidad regional común. Además de su transmisión en esas ocasiones, el vallenato es objeto de una enseñanza académica formal. Actualmente, la viabilidad de este elemento del patrimonio cultural afronta una serie de amenazas, en particular las derivadas del conflicto armado existente en el país, exacerbado por el narcotráfico. Además, un nuevo tipo de vallenato está marginando el género musical tradicional y atenuando el papel que éste desempeña en la cohesión social. Por último, cabe señalar que cada vez se usan menos los espacios callejeros para las parrandas vallenatas, con lo cual se corre el peligro de que desaparezca un medio importante de transmisión intergeneracional de los conocimientos y prácticas musicales”2.
La tensión se relaciona, entonces, con la tradición versus el peso que tiene la industria de la música en el surgimiento del vallenato comercial -que, según expertos como Alberto Salcedo Ramos, descuida aires como la puya y el son, quizás por su dificultad y complejidad musical- y su propagación por el mundo desde una óptica que privilegia la comercialización del género o las nuevas maneras de generar fusiones para su popularización. El vallenato, de hecho, es una categoría de los premios Grammy desde 2006 y el galardón lo han recibido figuras como los Hermanos Zuleta, Jorge Celedón, Peter Manjarrés, Diomedes Díaz, Felipe Peláez, Silvestre Dangond y Carlos Vives, por citar algunos ejemplos.
Según los propietarios de la industria discográfica, los gustos y las estéticas de los jóvenes en el país y en el mundo guardan estrecha relación con los cambios en la dinámica de la producción de la música vallenata. En el artículo Conoce los cuatro aires del vallenato de David Jáuregui Sarmiento, escrito para Señal Colombia, el exdirector de Codiscos, Fernando López, resalta que, a pesar de que en la plaza los aficionados gozan con la puya, el merengue, el son y el paseo tradicional, la industria musical debe mantenerse al tanto de las nuevas tendencias, especialmente en el público joven que para él es el mayor consumidor de la música: "Codiscos, asegura, lleva apostándole al vallenato desde 1960, aproximadamente, y hemos tenido artistas clásicos en todos los aires, pero hoy en día tenemos una serie de artistas del vallenato moderno, que han propuesto un aire nuevo que se llama "romance", que se creó en el Festival Cuna de Acordeones de Villanueva, La Guajira, y al que le hemos apostado mucho. Son temas románticos y es un aire impulsado por personajes importantes como Israel Romero (Binomio de Oro), por ejemplo, que es el más comercial. A pesar de que está dentro del paseo vallenato, el más comercializado, también se le apuesta a una evolución que incluye matices del género urbano, por ejemplo, con artistas como Kvrass, Felipe Peláez, Silvestre Dangond, entre otros”3.
Naturalmente, y amén del éxito enorme de las nuevas formas del vallenato y su expansión mundial, los festivales locales ocupan un lugar privilegiado para promover las tradiciones del género. Y, en ocasiones, también, para exaltar el valor agregado que puede tener la creación más contemporánea.
Solamente en el país, se cuentan 20 festivales entre los cuales, los de mayor reconocimiento son el Festival de la Leyenda Vallenata (Valledupar); el Festival Cuna de Acordeones (Villanueva, La Guajira); el Festival Francisco el Hombre (Riohacha, Guajira); el Festival del Río Grande de la Magdalena (Barrancabermeja, Santander), a los que se suman los organizados en la mayor parte de municipios del César -Patillal, El Paso, Codazzi, por ejemplo,-, y otros más en La Guajira, Bolívar, Magdalena y Córdoba.
También existe el Festival Vallenato de Nobsa que, en sus más de 35 versiones, es epicentro para el encuentro de destacados representantes del vallenato y plataforma para la promoción de artistas locales que aspiran a coronarse como reyes vallenatos en Valledupar, tal y como ha sucedido, entre otros, con Julián Mojica, acordeonero de Paz de Río y primer rey vallenato boyacense, y Ronald Torres, rey vallenato de Duitama. El propio Julián Mojica señala con respecto a la creación del Festival, que en los años ochenta ya había en Boyacá muchos músicos vallenatos que se ceñían a la escuela tradicional: “El acordeonero boyacense -dice, en un comunicado de la Gobernación de Boyacá- se esmera por seguir la línea ortodoxa, y hoy ya es un espacio en el que sueñan presentarse personas de todo el país”.
Dos son, al parecer, las principales razones por las cuales el vallenato escapa de las fronteras del río grande de la Magdalena para llegar al altiplano cundiboyacense: la influencia de la radio (incluida la del programa radial Rincón costeño, de Todelar) y el hecho de que muchos vallenatos, entre ellos los Hermanos Zuleta -Poncho y Emiliano- llegaron a Tunja a estudiar desde su época de bachilleres.
En Bogotá, el vallenato, por supuesto, también tiene una larga historia. Según Pesquisa Javeriana, “a mediados de los años 50 un grupo de políticos bogotanos se comenzó a interesar por la música de acordeón gracias a la influencia de sus homólogos de los departamentos de Bolívar y Magdalena. Entre ellos se encontraban figuras como Alfonso López Michelsen, Fabio Lozano Simonelli, Miguel Santamaría Dávila y Rafael Rivas Posada. Fue en sus casas del barrio La Magdalena, de Teusaquillo, donde se realizaron las primeras parrandas con un marcado carácter aristocrático”4.
Pero el mismo artículo señala que quienes tuvieron, probablemente, la más alta influencia en la diseminación del vallenato en Bogotá, fueron los músicos del colectivo Los Universitarios, un grupo de aproximadamente 20 contertulios costeños que, llegados a Bogotá como estudiantes de las universidades Nacional y Libre, conformaron una agrupación vallenata que ofrecía parrandas en las casas de los amigos, en los barrios de los vecinos y en programas radiales y televisivos. “Si bien la música de acordeón siempre permaneció cercana a los altos círculos de poder, como cuando Los Universitarios ingresaron en 1967 al Capitolio para ‘serenatear’ al Congreso de la República antes de comenzar la última sesión que debatiría la creación del departamento del Cesar, el vallenato se dio a conocer en las clases populares gracias a las parrandas del conjunto en la vida cotidiana de la ciudad”.
A esta argumentación se puede añadir la del historiador y músico Mauricio Rodríguez, según la cual “las primeras manifestaciones públicas de vallenato en Bogotá se dieron en pequeños bares y fondas donde los costeños se reunían. Estos espacios se convirtieron en puntos de encuentro cultural, donde la nostalgia y el deseo de preservar sus tradiciones se entrelazaron con el deseo de integrarse a la vida”. Hoy en día es claro que, como lo manifestara Daniel Samper Pizano, justamente en el Concejo de Bogotá, “la música vallenata, hace muchos años, dejó de ser cuestión de vallenatos y se convirtió en asunto de todos”.
Precisamente por ser un asunto de todos y por ser un género de innumerables mutaciones; por continuar encantando a los bogotanos con su capacidad para conectarnos con las lógicas poéticas del Caribe colombiano; por haber habitado y habitar de forma tan antinatural y hermosa el altiplano, es que el Gobierno distrital asume con toda responsabilidad, todo compromiso y todo afecto, el manejo de un nuevo festival: el I Festival Vallenato al Parque al que les damos la más cálida de las bienvenidas.
- EGBERTO BERMÚDEZ, ¿Qué es el vallenato? Una aproximación musicológica. ENSAYOS. HISTORIA Y TEORÍA DEL ARTE, vol. IX, N° 9, 21 gráficas, Bogotá D. C., 2004, Universidad Nacional de Colombia. Págs. 9-62.
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https://ich.unesco.org/es/USL/el-vallenato-musica-tradicional-de-la-region-del-magdalena-grande-01095
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https://www.senalcolombia.tv/cultura/vallenato-clasico-aires
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https://www.javeriana.edu.co/pesquisa/los-universitarios-la-historia-no-contada-del-vallenato-en-bogota/