
El pasado lunes 28 de abril, Donald Trump perdió su primer referéndum: Canadá. Las pretensiones anexionistas sobre su vecino despertaron un sentimiento identitario, existencial, entre los canadienses. Hasta los soberanistas de la región francófona de Quebec aparcaron sus aspiraciones para responder a la retórica trumpista. “Nunca nos doblegará”, respondió el liberal Mark Carney —ganador de los comicios— a las provocaciones de su vecino estadounidense. Las amenazas de Trump están despertando en el mundo una tendencia nacionalista, incluso en naciones como Colombia que históricamente han guardado un vínculo “afectivo” hacia los Estados Unidos.
El interés de Trump, y su entorno, por Canadá y Groenlandia guarda relación con el Ártico, la región del mundo que posee grandes reservas de petróleo, gas y tierras raras. El calentamiento global conlleva a la disminución del hielo polar. Asimismo, el rápido deshielo ha incrementado la navegación por la ruta del Mar del Norte. Mover un buque de carga desde el Mar del Japón o el Mar de China hasta Occidente por el Ártico lleva la mitad de tiempo que hacerlo por el Canal de Suez, amén de los riesgos de seguridad en las aguas del Mar Rojo.
En la liza geopolítica por el Ártico, Rusia lleva la delantera pues es el único país del planeta que cuenta con una flota de buques rompehielos impulsados por reactores atómicos, y con modernos puertos de aguas profundas en la región polar que funcionan durante todo el año. Por otra parte, la tensión entre los soberanistas de Groenlandia —región autónoma de Dinamarca— se acentúa frente a la ambición imperial de Trump. Abandonar Dinamarca para entregarse a la Casa Blanca no parece entrar en los cálculos de la población raizal que habita la inmensa y rica isla. El nacionalismo se exacerba ante el peligro de anexión.
La amenazante y perentoria política exterior de Trump está llevando a la militarización de naciones con una larga trayectoria pacifista, como es el caso de las nórdicas. Trump prometió resolver los conflictos abiertos como el de Ucrania en un abrir y cerrar de ojos, pero han pasado cien días sin que esto haya ocurrido. Por el contrario, el clima prebélico ensombrece a Occidente y otras regiones del planeta. El fascismo, la posibilidad de una guerra a gran escala y la crisis climática son las tres espadas que amenazan con cortar la garganta a la humanidad. En ese orden, Viejo Topo, se lo hice saber a un amigo que milita en la socialdemocracia noruega. Fascismo, guerra y crisis climática, repito, son tres asuntos concatenados que ponen en peligro la existencia humana.
El chovinismo, la forma extrema de nacionalismo, fue el detonante de la Primera Guerra, lo mismo que en los Balcanes y la región de los Grandes Lagos de África. El expansionismo, la apropiación de los recursos naturales ajenos por la fuerza, eternizan conflictos que llevan a la muerte a cientos de miles de personas. La imposición de aranceles a la bartola encarece la vida y deja en la calle a millones de ciudadanos. El chovinismo, el expansionismo y la imposición que caracterizan los cien primeros días del segundo tiempo de Donal Trump, empieza a cansar a los propios estadounidenses, como lo indican las encuestas realizadas hasta por sus acólitos. Una caída en picada. Los peores índices de aprobación en la historia reciente de los Estados Unidos. Mientras, la extrema derecha y el establishment colombiano, abrazan y agasajan al verdugo.
Luego de la marcha del 1º de mayo, Viejo Topo, aprovecha tu lado pirata para visionar un viejo filme húngaro de culto y una miniserie noruega reciente sobre el fascismo. Es tiempo de aclarar tus devaneos ideológicos. La peli se titula El quinto sello y la miniserie Los últimos días de Quisling.
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El domingo 4 de mayo a las 7 pm, presentaré en la FilBo con el actor Jairo Camargo, Fuga Masiva, la cárcel por dentro, el segundo libro de la trilogía que empecé con Rebelde dentro de los rebeldes. Será en el Gran Salón C.
