Yezid Arteta Dávila
17 Enero 2025 03:01 am

Yezid Arteta Dávila

Pacto Histórico: segunda temporada

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Julia Cortés era la maestra de la escuelita de La Higuera, el remoto caserío boliviano en el que Ernesto Che Guevara fue rematado por el sargento Mario Terán con una ráfaga de carabina M-2. Ella lo fue a ver al aula de la escuela donde estaba prisionero. Platicó con él. La palabra “Ángulo”, le dijo Guevara señalando hacia la pizarra, lleva tilde en la A. Para corregir una palabra mal escrita en una pizarra solo se necesita una almohadilla y una tiza. Para corregir a un país contrahecho como Colombia se requiere de muchísimos años y voluntad de poderío. Gustavo Petro Urrego tiene lo segundo, pero no cuenta con el tiempo suficiente para corregir los entuertos que dejaron los malos alumnos que le antecedieron en la Presidencia. 

Son tan malos los alumnos y alumnas que aspiran a relevar a Petro en 2026 que, ante una hipotética elección el próximo domingo, los derrotaría uno por uno por mayoría simple. El desempeño pueril de la oposición al Gobierno deja mucho que desear. Parecen personajes recortados de un cuento infantil. Hasta Daniel Samper Ospina, el bufón de los oligarcas y contratistas bogotanos, no ha podido sacarse a Petro de la cabeza. Sería bueno que Dani, como lo llaman sus amiguitos, se pasara por el consultorio de un psicólogo. Una obsesión puede llevar a la locura. Mark David Chapman se obsesionó a tal grado con John Lennon, que decidió matarlo. Cerca al cadáver de Lennon, la policía halló el álbum Double Fantasy firmado por su víctima y un ejemplar de El guardián entre el centeno, de Salinger. 

El gobierno que lidera Petro tiene aciertos y desaciertos. La perfección no existe. Somos demasiado humanos. “La humanidad es una preocupación de la que nosotros estamos libres”, dijo el caballo que enloqueció a Nietzsche. La economía que tanto preocupa a los dueños del dinero está apuntalada. Es un acierto del actual gobierno. La debacle económica que vaticinaban los operadores políticos de la extrema derecha y el pseudo centrismo no ha ocurrido. La economía crece moderadamente y la inflación está controlada. Organismos supranacionales como el Banco Mundial y la Ocde destacan el gran desempeño de la economía colombiana durante 2024. 

En política exterior, Petro obtiene un notable. Se apartó de la genuflexa posición de sus predecesores en la que Colombia cumplía el papel de peón de brega de Washington o de Caín ante sus hermanas latinoamericanas. La diplomacia colombiana, basada en la etiqueta y la corrección, era un mero saludo a la bandera. Donde había que mojarse pasaba de puntillas. Petro, como en el caso de Gaza o la defensa del Sur Global, asumió una posición diáfana, sin ambigüedades. Mientras que los expresidentes Uribe y Duque sabotearon la integración latinoamericana, Petro la impulsa incluso con gobiernos que están en sus antípodas ideológicas como el de Noboa en Ecuador. 

Preparar una elite de izquierda competente para gobernar lleva tiempo. Mientras, al gobierno del Pacto Histórico le ha tocado arar con los bueyes que tenía a mano el 7 de agosto de 2022. Arreglárselas con algunos personajes de naturaleza corrupta que saben adaptarse con astucia a los cambios de gobierno. En la misma izquierda y el progresismo hay elementos que no están por la causa del país, sino por la de ellos. En la Unidad Nacional para la Gestión de Riesgos y Desastres, por ejemplo, se formó un podrido cóctel que explotó en la cara del Gobierno y sus seguidores. Lo ocurrido en la UNGRD es un lastre que toca remolcar hasta el final de esta presidencia. 

El Pacto Histórico debe prepararse, como en El juego del calamar, para una segunda temporada. Para seguir gobernando o cogobernando a partir del 7 agosto de 2026. Petro comenzó la tarea. Abrió la lata que guardaba los grandes problemas estructurales que los operadores políticos tradicionales ocultaban: el negocio de la salud, la explotación laboral, el costo de la educación, la tenencia de la tierra, el ninguneo de negros e indígenas, la suerte de los ancianos, la crisis climática, la carencia de infraestructura en las regiones, la indigencia y un largo etcétera. 

En la primera temporada de El juego del calamar los protagonistas luchan entre sí con la esperanza de sobrevivir ante un sistema que no tiene piedad con los humildes. En la segunda temporada de la popular serie de Netflix, un grupo liderado por el competidor 456 rehúsa a seguir compitiendo entre ellos. Se rebelan y luchan contra el sistema que los oprime. Por su emancipación. La militancia y los seguidores del Pacto Histórico, Viejo Topo, están obligados a ponerse de acuerdo, juntarse, de cara a la lucha social y electoral que nos viene encima.

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