Juan Fernando Cristo
25 Julio 2023

Juan Fernando Cristo

Perdieron los extremos

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En las apretadas elecciones del domingo en España perdieron los extremos y ganó la moderación del centro. Los dos grandes partidos recuperaron el terreno perdido en 2019. Tanto el PSOE como el PP tienen razones para reclamar victoria. Sin embargo, resulta paradójico que, por el funcionamiento del sistema político ibérico, las posibilidades de conformar un nuevo Gobierno quedan ahora en manos de los mismos sectores radicales que las mayorías rechazaron. Las cifras no mienten. Mientras el PP de centro derecha aumentó en 49 escaños, el ultraderechista y xenófobo VOX perdió 19 curules y desapareció Ciudadanos. En la izquierda, tras cinco años de gobierno de Pedro Sánchez y una pandemia que afectó en forma severa a los españoles y produjo miles de muertes, el PSOE aumentó ligeramente su representación y los partidos a su izquierda, agrupados en la plataforma SUMAR, disminuyeron su participación. 

En el caso de los partidos independentistas en las autonomías, Esquerra Republicana de Catalunya disminuyó de 13 a 7 el número de diputados y Juntos también cayó, aunque en forma leve. Estos últimos se convirtieron en factor decisivo para las posibilidades de Sánchez de conformar gobierno y sus exigencias para negociar son inaceptables para la mayoría de los españoles. Mientras por los lados del País Vasco el Partido Nacionalista Vasco, PNV, tradicionalmente cercano al PP, anunció que no está dispuesto a apoyar un eventual gobierno de Feijó, debido a la alianza del PP con los ultraderechistas de VOX. Además, el PSOE y el PP aumentaron su votación en Cataluña, con lo que se confirma la disminución del respaldo a los independentistas. El discurso nacionalista extremo comienza a sufrir un desgaste natural, ante la evidente ausencia de resultados concretos en beneficio de los habitantes de las distintas autonomías. Más concertación con el Estado nacional y menos confrontación es el mensaje.

El debilitamiento entonces de los sectores extremistas es suficiente para que socialistas y populares celebren. La que no puede cantar victoria es España, porque son altas las posibilidades de bloqueo y la necesidad de repetir elecciones antes de terminar el año. Con los anuncios de los vascos de no negociar con el PP y las exigencias de Juntos a Sánchez para apoyarlo en la formación de un nuevo gobierno, las mayorías parecen esquivas para los dos partidos triunfadores. El escenario que se vislumbra significa entonces un enorme desafío para el rey Felipe, que deberá demostrar su capacidad y liderazgo para preservar la unidad y la gobernabilidad de la nación.

El resto de Europa respira tranquilo desde el domingo al frenarse la ola reaccionaria que se respira en la mayoría de los países del Viejo Continente. Para nosotros en Latinoamérica, especialmente en Colombia, la buena noticia es que España nos demostró que no es irreversible la polarización y la división radical de la sociedad, generada por discursos extremos de ambos lados con claros intereses electorales. No estamos condenados a elegir entre los radicales que convocan a una coalición con el único propósito de frenar las reformas sociales que impulsa el Gobierno Petro, y los extremistas del otro lado que consideran que nada funciona en el país y que todo ha sido un desastre en los últimos 200 años.

Hay esperanza, entonces, en que el péndulo político gire de nuevo hacia la racionalidad frente a la irracionalidad. A la razón frente al insulto y la descalificación. A la complejidad del gris ante el simplismo del blanco y negro. A buscar equilibrios entre el estatismo a ultranza de unos en el Pacto Histórico y el neoliberalismo insensato de los otros en la oposición. Ambos ya pasados de moda. Necesitamos en Colombia muchos más debates, foros y voces que reivindiquen la importancia de buscar consensos, no las peleas rabiosas y eternas en las que nos enfrascamos a diario. La única manera de avanzar como lo hizo España el domingo es que los radicales entiendan que su discurso incendiario, feroz e irresponsable no consigue el apoyo de las mayorías. Y que derrotemos esas visiones radicales, que según cuentan algunos, se expresaron en forma absurda, incluso aquí en Bogotá, en donde muchos nuevos ciudadanos colombo españoles votaron con entusiasmo por VOX como si lo estuvieran haciendo contra Petro, sin pensar siquiera que se trata del partido antiderechos, que tiene como uno de sus propósitos esenciales cerrar las fronteras españolas. Lo bueno entonces de la jornada del domingo fue la derrota de los extremos, lo malo es la posible ingobernabilidad de los próximos meses, que ojalá se puede superar con madurez.

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