Mauricio Cabrera
24 Febrero 2024

Mauricio Cabrera

¿Quién determina la subida de los precios?

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¡Toda inflación es de vendedores! No es esta una afirmación para terciar en la polémica reciente sobre el papel de las utilidades empresariales en la inflación, sino una simple constatación empírica de que en el proceso de definir los precios de la mayoría de los bienes y servicios, los vendedores tienen la última palabra. 

Tampoco es un juicio moral de buenos y malos. Los  vendedores no suben los precios porque sean perversos, así como los trabajadores tampoco son malos cuando presionan por el alza de sus salarios. Todos son agentes que buscan su beneficio personal de acuerdo a las reglas del sistema económico, esperando que la mano invisible produzca el beneficio colectivo pero que en realidad requiere la mano visible de un Estado eficiente para corregir sus excesos.

Una aritmética sencilla y unos cuantos ejemplos sirven para comprobar que son los vendedores quienes suben los precios, con la salvedad de que también es cierto que son los vendedores quienes bajan los precios.

Utilidades y espiral inflacionaria

Más allá de las sofisticadas estimaciones econométricas, una aritmética sencilla sirve para explicar el tema. Los factores que inciden en la determinación del precio de un bien son el costo de las materias primas, los salarios, los costos operativos y las utilidades. Suponiendo que se distribuyen como en la primera línea del cuadro para sumar 100, veamos qué pasa en el corto plazo cuando suben los insumos o los salarios.   

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En el caso (A), por la guerra de Ucrania, por la devaluación o por cualquier otra causa externa, el costo de las materia primas subió un 20 % de 50 a 60, y en el corto plazo los salarios y los costos operativos se mantuvieron constantes. Entonces pueden ocurrir dos escenarios: uno que los precios no suban, para lo cual es necesario que las utilidades bajen de 15 a 5; el otro, que los empresarios quieran mantener sus utilidades constantes para lo cual deben subir los precios un 10 %  a 110, generando inflación y pérdida de poder adquisitivo para los trabajadores.

A veces sucede que ante la noticia de un aumento del 20 % en el costo de los insumos, un empresario logre subir sus precios hasta en el mismo 20 % (a 120), caso en el cual sus utilidades se incrementarían de 15 a 25, y los trabajadores perderían más. Es la pugna distributiva.

En el caso (B), por un aumento del salario mínimo se eleva este componente del precio de 20 a 25, y entonces tenemos los mismos dos escenarios del caso anterior: el aumento de salarios no se transmite a los precios, para lo cual las utilidades tienen que reducirse a 10, o suben los precios a 105 y hay inflación para que las utilidades se mantengan constantes. 

La decisión de subir precios

La descripción anterior es una simple identidad contable que no dice nada de causalidades de la inflación ni de quién toma las decisiones de subir los precios. Unos ejemplos de la vida real ayudan a saberlo.
Un ejemplo de libro de texto. El campesino que sale loco de contento con su cargamento para la ciudad y va con su camioncito lleno de bultos de papa caucana a la central de abastos de Cavasa, preocupado porque su vecino le dijo que el día anterior la habían pagado a $50.000 el bulto. Sin embargo, en el radio oye la noticia de que después de que pasó por Caloto hubo un bloqueo en la vía Panamericana y no dejaron pasar más camiones.

Cuando nuestro campesino llega a Cavasa, ve que son muy pocos los vendedores de papa y muchos los que quieren comprar, de manera que ya están ofreciendo a $60.000 por el bulto. Ve su oportunidad y decide que solo la va a vender a $70.000; lo logra y a diferencia del jibarito de Borinquen no vuelve triste sino loco de contento para su hogar que es toda su ilusión. Había más demanda que oferta pero la decisión de subir el precio la tomó el vendedor.

Otro vendedor de mayor tamaño, el gerente de una empresa avícola al que le avisan que los futuros de maíz se dispararon por una guerra en Europa, consulta a su junta directiva qué debe hacer con los precios de los pollos y los huevos. Unos le dicen que como tiene inventarios de maíz comprados a precios bajos puede esperar a que lleguen los nuevos embarques para subir los precios, pero la mayoría decide aprovechar la oportunidad y subirlos inmediatamente porque se sabe que los competidores lo van a hacer. Hay un incremento del costo de las materias primas, pero la decisión de subir el precio la tomó el vendedor y el gerente se ganó una bonificación por aumentar las utilidades.

A veces no es una decisión de personas sino de algoritmos, como es el caso de los tiquetes aéreos. El precio base de un tiquete Cali-Cartagena puede ser $150.000, pero las aerolíneas tiene sofisticados algoritmos para predecir con base en las ventas y las consultas en sus páginas web cuando la demanda va a ser mayor que las sillas disponibles, y duplican o triplican los precios. Es un robot el que sube los precios, pero fue programado por los vendedores que tomaron la decisión de hacerlo así. 

En el segundo ejemplo hay un choque externo que aumenta los costos, mientras que en los otros dos es el exceso de demanda el que presiona a la inflación, pero en los tres casos la decisión de subir los precios de los bienes o servicios es del vendedor, no porque sea una mala persona sino porque actúa en el mercado como un agente racional que busca maximizar sus ganancias.
 


ADENDA: Van 412 firmantes de paz y 1.456 líderes sociales asesinados desde la firma del acuerdo en 2016. Para que no se olviden sus nombres ni se conviertan en simples estadísticas, Defendamos la Paz convocó a un emotivo duelo colectivo, con  cajas vacías y flores blancas por cada uno de los asesinados, que es también un clamor por la Vida y por la Paz para que no continúe la matanza. ¡Para la guerra nada!

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