Sábado 18 de agosto. Recinto de Corferias. Asamblea de Colombia Humana. Una jaula de leones y leonas. Solo cuando llegó Petro, como salido del pasaje bíblico del profeta Daniel, las fieras se apaciguaron. La militancia entró en éxtasis. Cada sentencia del presidente era seguida por un cerrado aplauso y una sola proclama: ¡Unidad! ¡Unidad! ¡Unidad! Cuando Petro se fue, volvieron los rugidos. Los leones y las leonas mostraron los colmillos y las garras. Boicoteándose los unos con los otros. Leonera de los setenta. Años en los que la razón de la izquierda no era la disputa del poder, sino la de despedazarse entre sí. Hay gente, Viejo Topo, que no ha salido de esa prisión mental. Petro fue enfático: “si toman la ruta del sectarismo, la egolatría, la división y el egoísmo social, me retiro”. Más claro no canta un gallo.
Para los que no somos candidatos a nada, ni aspiramos a serlo, la división y el narcisismo en el seno de la izquierda nos ponen en estado de alerta. Más cuando dentro de poco suena el pistoletazo para que los corredores salgan por la faja presidencial y los asientos en el Congreso. Lo más sano y democrático es abrir un proceso de primarias en cada una de las colectividades del Pacto Histórico. La autoproclamación es obra de la vanidad. La elección a dedo es un acto de arbitrariedad que devalúa la democracia popular. Es inconcebible que un partido de izquierda esquive las primarias.
Cabe destacar la nutrida participación juvenil en la Segunda Asamblea de Colombia Humana en una época en que cientos de jóvenes varones están escorándose hacia la extrema derecha —caso de España y Argentina— como una reacción a la retórica woke. La izquierda colombiana no puede perder de vista a los cientos de jóvenes que pedalean por las calles de las ciudades llevando sobre sus espaldas una mochila de Rappi. Una juventud precarizada que reclama inclusión económica. La elección unánime de la joven barranquillera Andrea Vargas como secretaria general de Colombia Humana es un aviso a los vejestorios políticos, como los llamó Petro, enquistados en los cargos, los cuales impiden el ascenso de las nuevas generaciones. Un partido sin el entusiasmo de los jóvenes y el arrojo de las mujeres está condenado al fracaso.
El discurso de Petro en la asamblea sirvió para ennortar, como dicen los andaluces, a la derecha y el llamado “centro” colombiano que llevan años sin producir una sola idea, salvo el berrinche, la chismografía y el postureo. La orfandad ideológica de la “oposición” debería preocupar al expresidente Uribe quien capitaneó a Colombia durante ocho años. La militancia del Pacto Histórico debe ponerse a la altura de Petro para poder darle continuidad a un proceso de cambio que exige más de un cuatrienio. Hay que pensar en un sucedáneo que dé la talla cuando Petro, como remachó en su discurso, se retire a escribir libros.