Juan Camilo Restrepo
5 Enero 2024

Juan Camilo Restrepo

¿Una nueva reforma tributaria?

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De manera inesperada el presidente Petro sorprendió al país el fin de año proponiendo que el comité tripartito de concertación (gobierno, empresas y sindicatos)- una vez discutido sin llegar a acuerdo el nuevo salario mínimo- procediera a estudiar una nueva reforma tributaria para la cual el presidente trazó algunas pinceladas.

La principal de ellas fue la de que sería conveniente rebajar la tarifa marginal de las sociedades y elevar “a los máximos posibles” los tributos de las personas naturales.

Muy difícilmente esta iniciativa presidencial verá su día. Una reforma tributaria siempre debe estar precedida de estudios, de cuantificaciones, de una exposición de motivos detallada. Este no fue el caso. Como ya es usual, en un escueto trino se lanzó al ruedo la idea sin mayores detalles. 

Da la impresión de que la extraña idea es fruto no de una reflexión gubernamental sazonada, sino que obedece- como acontece ahora tan frecuentemente- a una mera improvisación presidencial.

Digo que esta iniciativa muy difícilmente verá su día en el 2024 por diversas razones. La corta legislatura de este año estará copada por la discusión de las reformas sociales que el gobierno insistirá en sacar a golpes de fórceps y de mermelada que muy difícilmente permitirá llegar a un consenso en el seno del comité de concertación sobre el contenido de una nueva reforma tributaria. A escasos seis meses de haber sido aprobada la anterior liderada por el exministro Ocampo. Y menos posible aún que se abra paso en la apretada agenda legislativa que se vislumbra.

Aunque a nivel teórico algunas agencias multilaterales como la OECD y el Banco Mundial han señalado que, efectivamente, la tasa impositiva de las sociedades es muy alta en Colombia mientras que las de las personas naturales es baja, es claro que aterrizar esta tesis en el caldeado ambiente político que se vive ni será fácil ni estaría carente de incongruencias. 

No será fácil, pues quiérase a no la discusión inexorablemente recaerá sobre si se está sobrecargando con nuevas obligaciones tributarias a la clase media. Debate que es vidrioso por supuesto. 

Trasladar los parámetros de la tributación de las personas naturales francesas o danesas, por ejemplo (que es lo que hacen las estadísticas de los organismos internacionales) a las que se les cobra en Colombia ciertamente muestran que sus tarifas son superiores a las que imperan en nuestro país. Pero olvidan que las personas naturales y los hogares de los países desarrollados reciben una serie de ventajas y subsidios sociales mucho más amplios que los que reciben nuestras personas naturales. 


Por eso la nueva reforma tributaria que propone Petro no deja de entrañar una discusión enredada en grado extremo. Que gústenos o no aterrizará en el terreno pedregoso de si se le está subiendo la carga tributaria o no a las famélicas clases medias colombianas.

Esta propuesta presidencial es desde luego un desconocimiento sonoro al exministro Ocampo que lideró la reforma anterior. Un desconocimiento más. El otro fue el anuncio de que la política relacionada con la eliminación gradual del subsidio al Diesel también se paraliza. Tanto Ocampo como Bonilla habían repetido machaconamente que terminado el ciclo de ajustes al precio de la gasolina que ahora concluye, seguiría el del precio del Diesel que es la causa principal del déficit del fondo de estabilización de los combustibles. Sus afirmaciones quedan ahora hechas añicos.

En la alocución de Petro se dice que ahora hay que subir las tarifas de las personas naturales a “sus más altos niveles”. ¿Pero cuáles son esos niveles? Se dice con un tufillo populista que es necesario subirle aún más la tributación de los dueños de las empresas que son personas naturales. Pero resulta que el 99% de las personas naturales que trabajan en Colombia no son dueñas de empresas ni perciben sus ingresos de rentas de capital sino del trabajo y el rebusque. 

Y, además, a los grandes capitales ya se les impuso con la reforma de Ocampo una elevación a los dividendos, y se estableció con carácter “permanente”- lo que puede envolver visos de confiscatoriedad- un tributo perpetuo al patrimonio sobre cuya exequibilidad deberá pronunciarse próximamente la corte constitucional.

El presidente Petro cree descubrir ahora la clave para reactivar la economía (que va en caída libre) haciendo una atropellada contra reforma tributaria a la que él mismo prohijó en diciembre de 2022: menos impuestos para las sociedades y más tributos a las personas naturales.

Puede ser conveniente rebajar la tarifa marginal de las sociedades, es claro. Cuando se discutió la reforma de ministro Ocampo durante el segundo semestre del 2022 se advirtió reiteradamente sobre este riesgo, aunque sin éxito. Ahora se reconoce que fue un error.

Pero lo que no puede olvidar el gobierno es que la economía anda mal no solo por razón de las tarifas que se les aplica a las sociedades sino también, y, ante todo, por la enorme desconfianza que el sector privado abriga en estos momentos con relación al gobierno y a su discurso anti-empresa privada, que lo ha llevado a retraer sus programas de ensanches y de nuevas inversiones. Que andan en los niveles más bajos de la última década.

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