Daniel Samper Ospina
13 Marzo 2022

Daniel Samper Ospina

DUQUE, EL ELECTOR DE PETRO

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Marzo de 2015. Es sábado en la mañana y a la casa de Santa Ana de Chía del senador Gustavo Petro ingresa en fila su anillo de confianza: un joven Gustavo Bolívar; María José Pizarro, con el pelo azabache; Hollman Morris: un imberbe Inti Asprilla. Y tres espejos de cuerpo entero a quienes el doctor Petro escucha de modo especial cuando quiere controvertir sus ideas.

La reunión es secreta y de altísima importancia porque definirá la estrategia definitiva para su triunfo en las elecciones presidenciales de Colombia. No: no sucederá en el 2018. Sucederá en el 2022, como lo ordena el plan que están a punto de trazar.

—Me gusta cómo te ves y cómo luce, doctor Petro —dice Petro a uno de los espejos.

Los presentes se organizan en torno a la mesa y el líder humano se dirige a los presentes como Jesús a los apóstoles:

—Petro, es decir yo, los convoqué para mostrarles la estrategia humana que convertirá a mis rivales en The Walking Dith.

—¿Ya no trabajaremos con Daniel Winograd, Gustavo? —se asombra Hollman Morris.

—No, Hollman: vamos a ir con el mejor estratega, el que nos garantiza la victoria definitiva. Señores: reciban con un aplauso al doctor Álvaro Ur… Perdón: Duque… Iván Duque.

Un Iván Duque con cara de niño y frondoso pelo de bucles negrísimos —recuerden que es 2015— ingresa al salón ante la estupefacción de los presentes. 
 
—Pe… pero, Gustavo: ¿ese no es uno de los senadores de Uribe? —pregunta María José. 
—Eso creen ustedes, pero no hay nadie más petrista que este señor, compañeros.

Los presentes quedan mudos. 

—¿Les sorprende? —pregunta, retórico.
—Sí, tocayo: ese man no me da buena espina —se atreve Gustavo Bolívar.

El caudillo humano carraspea para que sus palabras salgan sin asperezas:

—Desde mis épocas de lucha clandestina aprendí la importancia de las técnicas de la inteligencia y la contrainteligencia… Y al compañero Uri…
—Duque —lo corrige Duque.
—Duque, perdón: Duque… Y al compañero Duque lo hemos camuflado en las filas enemigas como parte del plan… —les explica—.  Esa será nuestra forma de llevar a una persona tan guapa como tú a la presidencia —remata mientras se mira en el espejo central…

Una criada humana ingresa a la sala con un charol de tazas de café, pero el candidato le hace una seña para que se devuelva.

—Tocayo, creo que la contrainteligencia de ellos es Pachito Santos… —comenta Gustavo Bolívar en voz baja
—La contrainteligencia es un término de espionaje, Bolívar: lo que quiero decir es que el camarada Duque estará trabajando para la causa humana. 

Gestos de asombro deforman la cara de los asesores. Como si fuera un conferencista de las charlas TED, el estratega Iván Duque, entonces, toma el control del video beam, se acomoda en la oreja el micrófono de diadema y camina de un lado para el otro del salón, con propiedad, mientras expone el plan apoyado en las diapositivas: 

—Señores: si todo continúa como va, seré designado a la Presidencia por parte del uribismo: ya sé cuántos pares de Crocs tiene Uribe, y conozco de memoria el nombre de sus nietos y de sus caballos, con sus edades. Gracias a esos datos, seré imbatible en los debates del partido.
—¿Y cuánto calza, Iván, por curiosidad? —pregunta, intrigado, el líder humano.
—Creo que es 40.
—Lo mismo que yo en Ferragamo…

Iván Duque retoma la palabra:

—Llegaré a la Presidencia con un programa que prometa subir salarios y bajar impuestos, pero una vez resulte elegido armaré un verdadero caos: objetaré la JEP, me atravesaré a la consulta anticorrupción, romperé relaciones con Venezuela, gobernaré únicamente con compañeros de mi universidad…
—¿Tú también eres de la Nacho? —pregunta María José Pizarro.
—No: de la Nacho no: soy de la Checho. Pero pongan atención a esta parte del plan: me apropiaré de los órganos de control y presentaré una reforma tributaria que masacre a la clase media… 

Todos quedan en silencio.

—¿Pe… pero no será muy duro con el pueblo? —pregunta María José.
—Nada de eso: este pueblo tiene mucha resistencia —responde Duque. 

Al escuchar la palabra resistencia, Gustavo Bolívar se pone de pie con el puño al aire. Inti Asprilla huye en estampida mientras grita “Primera línea, aiuuuuudaaaa”, y en la salida arrolla a la señora de los tintos, que se aproximaba de nuevo con un charol. 

El estratega Duque retoma continúa:

—Si no creamos unas condiciones de indignación extremas, este señor jamás subirá al poder —dice tajante.
—¿Y con eso sí ganamos? —indaga María José.
—No: será necesario indignar todavía más a la gente; de modo que crearé todo tipo de consejerías costosas e inútiles, modificaré la ley de garantías y viajaré al Amazonas con Jeff Bezos…
—Pero eso es absurdo, es cínico… —dice María José.
—Recorreré el mundo entero con mi hermano, nombraré un registrador manipulable; montaré un cerco diplomático con Venezuela que los gringos, en una semana, dejarán en ridículo… Y así, cuando los ánimos estén muy caldeados, llegarán las elecciones. Y la candidatura de este hombre, es decir, de ti, Gustavo, tendrá que prosperar, porque la gente reclamará un cambio radical…
—¿Como el partido de Varón Cotrino?
—Como el partido de Varón Cotrino, quien, por si acaso, apoyará alguna candidatura de centro para destruirlo. De modo que el camino quedará despejado…
—¿Y si nuestras propuestas son absurdas? —pregunta María José.
—Pueden proponer hasta un tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla por el tapón del Darién: la gente estará tan desesperada que le parecerá bien.
—¿Puedo decir que imprimiré billetes? -pregunta Petro.
—Puedes imprimirlos si lo deseas, Gustavo… 

Es entonces cuando Gustavo Bolívar se pone de pie y comienza a aplaudir lentamente. Uno a uno los demás presentes se integran para rendir una ovación creciente, como de aguacero, a la cual se suma la señora de los tintos e incluso Inti Asprilla, que regresan a la sala. 

El candidato humano, entonces, se pone de pie y observa a su estratega de arriba abajo, con admiración. Al llegar a sus zapatos calcula qué talla será: ¿acaso 40, como él? Pero no se lo pregunta. Porque de todos modos sabe que Duque no le dará la talla.


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