Enrique Santos Calderón
3 Julio 2022

Enrique Santos Calderón

¿DURARÁ LA LUNA DE MIEL?

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No hay cómo minimizar lo que significa el encuentro entre Gustavo Petro y Álvaro Uribe.  Cuando durante dos horas se reúnen sonrientes los dos hombres, hace años implacables rivales, que han simbolizado la polarización de la sociedad colombiana es porque el país está entrando en una nueva era política.  La que puede abrir las puertas hacia la tan invocada reconciliación nacional.

¿Durará la luna de miel? Puedo estar pensando con el deseo pero los signos son alentadores. Se abrió un canal de diálogo “permanente” y todo indica que las relaciones serán cordiales. Petro dijo que “se encontraron las diferencias y los puntos comunes” y Uribe que la oposición sería “razonable” y que, además, hay identidad en temas como el fortalecimiento de la economía popular. Algo inconcebible hace un mes. Falta pasar del dicho al hecho y clarificar las diferencias, que las habrá y muchas. Por ahora tocaría que avanzaran no solo en gestos e imágenes sino en acuerdos políticos que permitan superar problemas graves que enfrenta Colombia.

Uribe pidió que “no se vaya nadie del país”, lo que puso a más de uno a desempacar. Insistió por otra parte en reformar la JEP, lo que no parece factible, y en no crear más ministerios, donde sí interpreta un generalizado repudio a crear más burocracia. El fundador del Centro Democrático reconoció que su partido pasó de ser el primero al cuarto, pero puede recobrar relevancia al perfilarse como cabeza de una oposición tal vez solitaria, ante el mal disimulado “culiprontismo” de las demás fuerzas políticas. Cómo funcionará el esquema gobierno-oposición es una de las incógnitas del momento. Da grima en todo caso escuchar hoy las amargas quejas de voceros de ese partido, como Miguel Uribe Turbay, atribuyendo el pobre desempeño electoral del CD a la estrategia de rumores y mentiras de sus rivales políticos.  ¿Dónde estaba hace seis años durante la sucia e implacable campaña del NO contra el plebiscito por la paz desatada por su partido y su máximo líder? Tal vez es muy joven para recordar. 

El espíritu de distensión y concordia que ha traído el encuentro de los dos enconados adversarios hace pensar en la histórica reunión de Alberto Lleras y Laureano Gómez en 1956, que selló el fin de la violencia liberal-conservadora y sentó las bases del Frente Nacional que nos gobernó de 1958 al 74. Paralelo histórico quizás forzado porque eran contextos distintos y el FN fue un pacto de alternación en el poder entre los dos partidos tradicionales para poner fin a la confrontación que ensangrentó el campo colombiano con 300 mil muertos.

La Colombia de hoy es muy diferente a la de hace 65 años pero persiste un sino fatal:  la violencia. Y es aquí donde la transición política que vive el país puede contribuir a erradicarla. Y es en esta dirección que me parecen importantes tres anuncios del presidente electo:  implementación plena del Acuerdo de Paz, reanudación de conversaciones con el Eln y aceptación de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad.

La sola implementación integral del primer punto del Acuerdo con las Farc, sobre desarrollo agrario y acceso y uso de la tierra, mejoraría las condiciones de atraso y pobreza rurales que han sido causa estructural de la violencia en el campo. Poco se avanzó aquí por el desinterés del gobierno Duque y la oposición de gremios ganaderos y agrícolas.  También los capítulos 2 y 4 sobre participación política y solución al problema de las drogas ilícitas tienen hoy mucha relevancia, pero poco desarrollo. Parece olvidarse que el Acuerdo de Paz fue un compromiso del Estado, en mora de cumplirse a cabalidad.

La reanudación del diálogo con el Eln puede ser positiva, como lo señaló el delegado de la ONU Carlos Ruiz Massieu. Pero no para repetir la misma historia. Petro es ducho en estas lides y no imagino que vaya a abrir un proceso de negociación para que le mamen gallo, como lo ha hecho el Eln con seis gobiernos anteriores. Debe cerciorarse de antemano de que sí hay voluntad de poner fin al secuestro y la dinamita. Con seguridad no les exigirá rendiciones humillantes pero puede explicarles por qué en su gobierno no tiene legitimidad una lucha armada que han mantenido, pese a todos sus desafueros, porque hoy tienen más billete que principios para reclutar jóvenes sin horizonte.

El esperado informe final de la Comisión de la Verdad es un documento para la historia. Recoge miles de testimonios, entrevistas y relatos sobre la violencia política y social que ha padecido Colombia en las últimas décadas y ofrece una radiografía espeluznante (¡más de 450 mil muertos desde el 84!) de lo que ha significado el conflicto armado que algunos aún se niegan a aceptar que existe. Los mismos que reducen el colosal trabajo de la Comisión a “una estrategia para enlodar a los militares y lavar los crímenes de la guerrilla”. Reacción previsible en quienes siguen inmersos en dinámicas de odio y guerra. El presidente Duque hizo lo posible por ignorarlo (aunque terminó recibiendo al padre De Roux y a su equipo en Casa de Nariño), mientras Petro anunció que acogería sus recomendaciones y que la paz es el propósito de fondo del Acuerdo Nacional que ha planteado.

Pueda ser entonces que la luna de miel continúe y se acuerden las bases, viables y concretas, de una agenda de verdadero cambio social. Soñar no cuesta nada.

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