Don Luis de la Vaina, rimador audaz y relator atrevido, hoy se deja venir con una metáfora entre la mecánica automotriz y otra clase de actividades. El lector sabrá aportar la imaginación necesaria.
Por incumplir instrucciones
para el manejo del auto,
aquel principiante incauto
ensució los pantalones.
«¿Cuáles?, no tiene calzones»,
aclaró el doctor Jimeno.
Según cuenta Filomeno,
el bisoño conductor
confunde acelerador
con el embrague y el freno.
El curso de conducción
y cojinería naranja
enseña a saltar la zanja
con experta precisión.
Póngale mucha atención
mientras le hago la conversa:
en primera –y con gran fuerza–,
arranque pa´donde sea.
Si la cosa está muy fea,
le metemos la reversa.
Para evitar la inflación,
le sacas aire a la llanta;
el entusiasmo levanta
con el gato de balón.
Herramientas, por montón:
¿Se te escurre la manguera?
Le pones abrazadera.
¿Se te afloja lo que sabes?
Apriétalo con las llaves
y deja la fregadera.
Un día el auto se varó
y quiso ver qué tenía.
En la mitad de la vía,
sin piedad lo desarmó.
La dirección le sacó,
las ruedas y la bobina,
el exosto y el capó,
las sillas de la cabina,
y, al fin, la causa encontró:
faltaba la gasolina.
Así es el bobo infalible
en su taller de garaje:
cree aumentar el octanaje
potenciando lo imposible
pues no tiene combustible.
Pero, qué cosa bizarra,
acierta aun si la embarra
y al bobo no hay quien lo tranque:
cuando le echa viagra al tanque,
¡se le para la cacharra!
Moraleja
Que el auto tenga zapatas
para que funcione el freno,
nos recuerda Filomeno,
no es para meter las patas.
Si al doctor no hacen sus batas
ni al gatero hacen sus gatos,
deja, pues, tus arrebatos,
mecánico remendón,
vete al diablo, cabezón,
¡zapatero a tus zapatos!
