Enrique Santos Calderón
17 Julio 2022

Enrique Santos Calderón

¿HACIA DÓNDE VA USA?

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Vine unos días a Estados Unidos para “despetrizarme” y he quedado impresionado con el ambiente de pesimismo que por aquí se respira.

Análisis en los medios serios, pronósticos en la prensa especializada, cifras que cada día se divulgan coinciden en su agudo negativismo sobre el rumbo del país.  La mayor inflación en cuarenta años y el espectro de una recesión económica alimentan al desánimo que recorre a todos los estratos sociales, urbanos y rurales, en todas las razas y edades.  Pero hay más.

Hay creciente descontento con lo que sucede en un país que restringe el derecho al aborto, expulsa a inmigrantes, fomenta la contaminación ambiental y estimula el porte de armas.  “El país va mal”, opina más del 75 por ciento de los ciudadanos registrados para votar (en noviembre hay legislativas), según reciente encuesta de The New York Times, que dice que es el nivel más alto de insatisfacción registrado desde que realiza sondeos sobre el tema hace veinte años.

Una nación que ha sido modelo democrático en el mundo, ejemplo de diversidad, modernidad y tolerancia parece haber entrado en una profunda crisis de valores. Duda de sí misma y sus ciudadanos dudan del gobierno y de las instituciones. Creen que ya no funcionan y la mayoría (según diversos sondeos) quisiera un cambio de sistema. Pero por muy distintos motivos y con fines muy diferentes.

La derecha cristiana radical, envalentonada con las regresivas salidas de una Corte Suprema trumpista, quisiera llegar hasta el extremo de abolir la separación de Iglesia y Estado, por más insólito que esto suene. Por otra parte, un Partido Demócrata desorientado, dividido y a la defensiva busca movilizar a la gente contra la penalización del aborto, la laxitud en la venta de armas, la reducción de derechos civiles y otras causas liberales. Pero no logra levantar cabeza y todo indica que perderá el control de ambas cámaras en las legislativas de noviembre.

Parte del dilema demócrata obedece al débil liderazgo del presidente Biden cuyo semblante de frágil anciano, en ocasiones balbuciente, le está costando mucho. Al punto de que 65% de los demócratas registrados y 94% de los menores de treinta dicen que no quieren que vuelva a la Casa Blanca. Sorprende que Biden, próximo a los ochenta, no hubiera descartado ya esa opción. “La edad es tema solo si actuo como viejo” aseguró en 1984, a los 73 años, Ronald Reagan, quien después de un pobre desempeño en un debate que casi le cuesta la reelección, se recuperó en el siguiente encuentro diciendo: “no pienso aprovecharme de la juventud e inexperiencia de mi contendor”. Pero Biden no es Reagan.

Un elemento positivo de la coyuntura es que un número creciente de republicanos tampoco quiere que regrese a la Casa Blanca Donald Trump, quien ha ejercido una especie de dictadura del miedo en su partido y cuyo legado explica gran parte de los males que aquejan a USA. Y aunque parezca increíble, una amplia mayoría de republicanos aún cree que a Trump le robaron las elecciones.

Problema evidente es la manera como se informan. Es significativo que la pérdida de confianza de los gringos en su sistema político coincida con el progresivo declive de los medios tradicionales (desde 2005 han desaparecido más de 2.500 periódicos.) Hoy obtienen sus noticias por las redes sociales y el noticiero de mayor difusión es nada menos que Fox News, un descarado órgano trumpista.

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Además de la economía, la polarización e incertidumbre políticas y el retroceso en derechos civiles, otro factor del malestar que recorre a la sociedad estadounidense tiene que ver con la incesante racha de matanzas. Lo que aquí llaman “mass shootings” (abaleos con cuatro o más victimas), que se suceden una tras otra. En supermercados y teatros, en iglesias y escuelas, por peleas domésticas, problemas mentales, odios raciales y sobre todo por la increíble disponibilidad de armas.

Es tal la cantidad de abaleos colectivos que a diario ocurren –más de 320 en el último año—que medios informativos como The Washington Post confiesan que ya no saben cómo cubrirlos. En mayo diez afroamericanos fueron acribillados en un almacén en Buffalo. En junio fueron 19 niños en una escuela de Texas. El pasado 4 de julio, día de la fiesta nacional, siete personas fueron asesinadas y decenas heridas por un joven francotirador cerca de Chicago (apenas uno de los catorce tiroteos que sucedieron ese mismo día en la propia ciudad, con saldo de 62 heridos y diez muertos).

Una epidemia de violencia que inclusive en Colombia resulta impresionante. Y a la cual la Corte Suprema también aportó su grano de arena, al derogar hace un mes la norma que limitaba el porte de armas en el estado de Nueva York.

No cabe duda de que en USA el culto a las armas forma parte de una cultura nacional; de una mitología tejida alrededor del arquetipo del solitario hombre blanco y su revólver, enfrentando indios salvajes y bandidos mexicanos en un lejano Oeste sin Dios ni ley. Dice el escritor Francisco Cantu en el NYT que el rifle se ha convertido en “parte integral de la identidad de incontables americanos y en el símbolo más poderoso de hombría, poder y autodeterminación”. Razón por la cual los partidarios de mayor control a la venta de armas se enfrentan no solo al lobby todopoderoso de la NRA (Asociación Nacional del Rifle) sino “al mito perdurable y a la noción excepcionalista de que un hombre con una pistola es una fuerza capaz de detener cualquier peligro”.

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No sobra recordar que antes de convertirse en uno de los presidentes más populares de Estados Unidos, Ronald Reagan fue taquillero actor de varios películas de vaqueros de Hollywood, (yo alcancé a ver La ley del Oeste). Trump quisiera ser como Reagan pero carece de su empatía y dimensión humana. Como será que en la misma semana de la matanza de los 19 niños en la escuela de Texas, Trump instaló, en ese estado, una convención de la NRA con un vehemente discurso contra mayores controles a la venta de armas.

Difícil creerlo, pero así fue. Difícil creer que fue aplaudido a rabiar, pero así fue. Difícil creer que quiere regresar a la Casa Blanca, pero así es. Pero lo más difícil de imaginar, lo impensable, es que pudiera lograrlo. Así de mal no puede estar USA.

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